Mi prometida

3. Me estas aplicando la ley del hielo.

Miraba el techo de mi habitación desde hacia media hora, tratando de encontrar ahí las respuestas que necesitaba, pero no se me ocurría nada, tenia que tomar una decisión, si creer en mis padres, en ese hombre y todo lo que decían o si seguir a la razón, que me decía que todo era falso y que huyera de ellos.

Un golpeteo constante en la puerta de mi habitación me hizo levantarme, cuando abrí la puerta, me quejé y caminé hasta la cama de nuevo.

—He visto tu cara mas veces en los últimos dos días que mis padres en toda su vida —me senté en la cama, él se acercó y me miro.

—Acostúmbrate, vas a verme todos los días de aquí en adelante —señalo mis maletas —Es bueno que tengas las maletas hechas, ve a tomar una ducha, nos vamos en una hora.

—¿Qué? ¡no! —me levanté —No voy a irme, tú no eres nadie para darme órdenes.

—Te guste o no, vas a ir conmigo, no tienes opción —camino fuera de la habitación —Y si no éstas lista dentro de una hora, con eso mismo que tienes puesto voy a llevarte.

Ya no estaba haciendo una petición, al parecer su paciencia se había agotado, era mejor ir con él a que me obligara, entonces como una niña buena, busqué algo para vestirme, una toalla y me metí al baño.

Cuando salí de la ducha, vi que mi maleta estaba en la puerta y Thomas estaba de pie junto a ella esperándome, mis hermanos estaban en medio de la sala mirándome, me acerque a ellos y los abrace.

—No quiero hacer esto, pero supongo que debo.

—Vamos a ir a visitarte Dennise, cada vez que podamos —asentí y caminé hasta la puerta sin decir nada más, igual que a muchas personas no me gustaban las despedidas.

Thomas abrió la puerta, tomo la maleta y empezó a caminar fuera del apartamento, al no sentir mis pasos siguiéndolo miró por encima de su hombro y dijo:

—¿Caminarás o tendré que cargarte?

No respondí, en cambio, caminé atrás de él, pero sin acercarme totalmente, no quería tocarlo y mucho menos hablarle, estaba yendo con él, no por gusto, sino más bien por obligación.

Lo seguí hasta llegar a su auto, él metió la maleta en los asientos traseros y después abrió la puerta de copiloto para mí, al ver que yo estaba embobada mirando el auto, sonrió.

—¿Te gusta? —preguntó —Si te portas bien, puedes tener una.

—No gracias —respondí mirándolo mal y subí al auto —No quiero sobornos.

—No es un soborno, es un incentivo —cerro la puerta, rodeo el auto y subió.

Estuve a punto de decirle que era lo mismo, pero me contuve, a partir de ese momento no le hablaría, ni siquiera para decirle lo inconforme que me encontraba con la situación; tarde o temprano se aburriría de que no le hablara y quien sabe, tal vez me dejaría volver a mi casa, a mi vida.

Thomas empezó a conducir hacia no sé dónde, me quedé mirando por la ventanilla del auto; había tenido que ceder, hacer lo que él decía y eso me frustraba, odiaba que me ordenaran, mi madre me había enseñado que yo era libre de tomar mis propias decisiones, que no podía permitir que nadie me dijera que hacer o como vivir mi vida, pero ahí estaba yo, en el auto de un extraño por que un montón de información y un hombre de aspecto raro me habían asustado lo suficiente como para hacer esto.

—¿Te gusta el paisaje? —preguntó después de quince minutos de camino por la autopista.

Me permití por un momento imaginar como hubiera sido si no nos hubiéramos conocido en estas circunstancias, si no me estuviera obligando a irme con él, si nos hubiéramos conocido en un súper mercado, en la universidad cuando escogiera una carrera, un par de meses más tarde. en cualquier lugar y, de cualquier manera, pero no, no debía fantasear, no podía permitirme pensar en él de esa manera, lo estaba considerando mi enemigo por haberme alejado de mi familia, cuando él pudo haberse sacrificado e irse a mi casa si lo que realmente quería era protegerme, como decían.

Una pequeña risa sonó y voltee a mirar a Thomas, estaba sonriendo.

—Ya entendí… —murmuró —Me estas aplicando la ley del hielo.

No respondí, el silencio era mi arma y no reaccionar mi munición, no iba a obligarme a hablarle, eso no.

—No te hagas la lista conmigo Dennise, si no quieres responderme, esta bien, no hables, ya veremos cuanto tiempo aguantas —su sonrisa se amplió y quise golpearlo para que dejara de sonreír, se veía incluso más guapo cuando lo hacía y no quería pensar en que era guapo.

ya veríamos quien aguantaba mas tiempo, si yo sin hablarle o él intentando que lo hiciera.

El camino al lugar donde me llevaba se hacía cada vez más desconocido para mí y las casas cada vez tenían más distancia entre ellas, estábamos saliendo de la zona urbana de la ciudad y estábamos adentrándonos a las zonas más rurales y boscosas, cualquier otra persona tendría miedo o recordaría las miles de escenas que hay dentro de las películas de terror en lugares rodeados por bosques, pero yo no me sentía así, primero, porque no veía películas de terror y segundo, me gustaba el bosque, era lindo estar cerca de la naturaleza y de los animales que solían estar en ahí.

Unos diez minutos más tarde, Thomas estaciono el auto, bajó, camino hasta las grandes rejas que estaban cerradas frente a nosotros, las abrió y volvió a subir al auto, condujo dentro de la propiedad, nuevamente estacionó y bajó para cerrarlas, subió al auto y condujo de nuevo a un ritmo constante, parecía que la casa estaba lo suficiente lejos de la casa como para no verla aún. Tenía mucha curiosidad por saber cuanto espacio tenia, que tantas hectáreas eran suyas, pero no preguntaría, decían que la curiosidad mato al gato, por lo cual yo prefería quedarme segura y no saciarla, además podría frustrarlo al ignorar algo tan grande como lo era el tamaño de sus posesiones.

Condujo cerca de diez minutos más, hasta que empecé a ver la casa, era grande, muy grande y hermosa; cuando estacionó, bajé del auto y miré la casa detalladamente, las paredes eran de un color blanco con pequeños detalles dorados aquí y allá, las puertas y ventanas tenían colores caobas que rompían con lo inmaculado del blanco, los jardines delanteros estaban llenos de rosas, blancas y rosadas, el olor era increíble, quería correr hacia ellas y meter mi nariz en ese rosal, era de mis cosas favoritas. Miré alrededor, las hectáreas que rodeaban la mansión eran extensas sin contar todos los árboles que rodeaban todo, no se veían casas cerca, no sería fácil escapar de un lugar así, aunque yo no planeaba hacerlo, él mismo iba a dejarme ir, haría hasta lo imposible por hacerlo cansar de esta situación, iba a arrepentirse de haberme coaccionado a venir con él.



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En el texto hay: angeles, romace, destino

Editado: 24.07.2020

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