¡Estoy loca! ¿Cómo pude aceptar la locura de Carlos? Otra vez. No sé, por qué no le puedo decir que no a ese chico. Es mi mejor amigo desde que nos conocimos en el campamento en la clase de cosmetología. Yo estaba ahí porque no había cupo en las otras clases. En el salón éramos puras chicas, con excepción de Carlos. Rápido se volvió la estrella de la clase, mientas yo era el desastre. Siempre confundía el maquillaje apropiado para cada chica según su piel. No quería salir mal, así que le pedí ayuda a la estrella. Gracias a él pase la clase.
Desde entonces comenzamos a conocernos. Poco a poco nos volvimos mejores amigos y compinches. Él me cubría la espalda y yo la de él. Al final del verano nos confesamos nuestro mayor secreto. Al confezarme que era gay su rostro reflejaba, temor, ansiedad y tristeza. No me gusto ver esa expresión en su cara, ya que él siempre es alegre, divertido, activo, creativo y dinámico. Desde ese momento nuestra amistad llegó a un nuevo nivel, el de hermanos.
Él no quería que nadie se enterara y por mi estuvo bien. Lo único malo de ser la única que cocnoce su secreto oficialmente me insiste en que use vestidos ni mucho maquillaje. Lo cual no me gusta, pero siempre termino sediendo. Un ejemplo fue cuando me convenció de ir al prom de la escuela superior. Yo no quería ir, porque es súper incomodo bailar con vestido largo y tacones altos. No me arrepiento de haber ido, pero prefiero ir a algún lugar más casual y bailar a gusto.
Somos de mundos distintos, pero eso no impide que nos veamos prácticamente a diario. Este año nos graduamos de la universidad. Él, estudió un bachillerato en administración de empresas, mientras que yo estudié fotografía.
- Amy. Amy. ¡AMY! - Me llama Estela mi compañera de trabajo sacándome de mis recuerdos.
- ¿Qué ocurre? - Pregunte un tanto perturbada.
- Llegaron clientes y tu cabeza está en las nubes, sino quieres que te despidan pon los pies en la tierra. - Bromea.
-Lo siento – Me disculpo avergonzada.
Me encamine a las mesas, ya que soy mesera en un restaurante de comida italiana. Ahora no tolero ni la pizza.
- ¿Qué te tiene tan perdida? - Me pregunto Estela curiosa.
-Carlos
Soy muy sincera, pero siempre discreta en guardar el secreto de Carlos. Es su decisión y en eso no me meto.
- ¡Ese guapetón! Anda, en tu cabeza otra vez. ¿Por fin aceptas que estás perdidamente enamorada de él? - Pregunta con picardía.
- Sabes que lo amo, pero como un hermano nada más. Solo me preocupan sus locuras
Es cierto, sobre todo esta locura de casarnos. No debí aceptar, pero no puedo evitarlo no me gusta verlo triste.
- ¿Qué se inventó ahora? - Preguntó muy interesada.
- No estoy autorizada a decírtelo, pero si se lleva acabo. Te aseguro que te enteraras.
Lo peor es que no solo ella, sino todo el mundo. La familia de Carlos es muy adinerada. Tantos años de amistad y no conozco a su familia. Solo sé lo que él me ha dicho.
- No seas cruel conmigo. Por favor no me dejes en ascuas. – Me suplica con cara de perrito, pero no voy a ceder. Si fuera tan fácil con Carlos.
- Lo siento, además no es seguro. Eso lo discutiremos hoy.
- Bien. – Se rinde y seguimos trabajando.
Hoy salía a las 5:00p.m. Después de hacer las compras de supermercado Carlos y yo fuimos al gimnasio como de costumbre. Al terminar nos fuimos a mi departamento. Él se ducho primero, mientras yo preparaba unos emparedados de jamón y queso. Cuando salió vestía la camiseta de Scooby Doo que le regale para su cumpleaños y un pantalón de piyama. La conversación nos tomará tiempo y es normal que se quede a dormir, así que lo mejor es estar cómodos. Terminé mi emparedado y me fui a duchar, el agua estaba deliciosa o simplemente no quería enfrentar la realidad.
- Si sigues ahí te arrugaras como una pasa y te va a subir la factura del agua. – Me grito burlón.
Bufe irritada, pero tiene razón. Salí de la ducha y me puse mi piyama. Que consistía en un short peludito y una camisa de tirantes. Carlos está serio, sentado en el sillón solitario de la sala. Es raro verlo en su modo negocios, casi siempre es alegre y despreocupado. Imito su expresión, antes de sentarme frente a él. Me preparo tanto física, mental y emocionalmente.
- ¿Cuáles son tus condiciones? - Preguntó directo.
- Bueno para que estemos claros hare una lista con mis condiciones.
Sonrió de medio lado.
– Claro. Desde que leíste las 50 sombras de Grey te obsesionas con esas cosas. – Se burla.
Le lancé un cojín a la cara que no pudo esquivar y reí. Punto para mí.
-No es eso. Es para que estemos claro del terreno que estamos pisando. Además, lo de Grey era mucho más formal, en cambio esto es para estar claros en las cosas que no se pueden establecer en términos legales.
Fui por la computadora, la encendí y abrí Word para poder comenzar.
- Lo primero que tenemos que establecer es el tiempo. ¿Cuánto tiempo quieres llevar este matrimonio? – Le pregunté, necesitaba una fecha para mi libertad.
-Dos años.
Mis ojos se abren como platos por la sorpresa. Es mucho tiempo para mí.
- ¿No te basta con un año? - Pregunté esperanzada de que redusca el tiempo de esta farsa.
- No. Quiero que el matrimonio parezca real, pues nos tendremos que ir de luna de miel cuando menos dos semanas a un mes. Estoy haciendo esto, porque últimamente mi padre insiste en que nos casemos, que un empresario no debe estar soltero. Según él: "el estar casado hace que el hombre esté concentrado en lo que debe". – Imita la voz de su padre para terminar con una mueca de asco.
- Vale. Un momento. ¿Cómo que nos casemos? – Levanto una ceja.
- Sí. A mi hermano y a mí nos insinúa que nos debemos casar. Dudo que alguien se case con él es muy serio, aburrido y gruñón.
- Tengo una duda: ¿Cuánto tiempo tenemos de novios?
- Seis meses.
- Bueno iniciemos con las condiciones. Primero, aunque sé que no aplica. Es solo para estar claros nada de relaciones sexuales.