Tengo la mente en blanco lo único que hago es sentir la calidez de su beso y la emoción que me hace sentir. Nos separados por falta de aire, mi corazón está agitado. Nos miramos a los ojos. Me rodea con sus grandes brazos, el cual yo correspondo. Su agarre es fuerte, como si temiera a que en cualquier momento fuera a desaparecer. Me siento en las nubes. Hasta que escuchó que me llaman.
- El deber llama. -Le susurro en el oído, pero en vez de soltarme se aferra más a mí. - Por favor. - Le vuelvo a susurrar. Esta vez me suelta lentamente.
Me levanto. Ahora que estoy lejos de su calor, me pongo muy nerviosa. Esto no está bien estoy comprometida. Alguien me toma por la cintura. Miro sobre mi hombro y es Joseph, el chico que se me declaro hace un mes, pero le rechace.
- Suéltame. - Le exigí.
- No te gustan mis caricias, pero las de otros sí. - Me escupe con rabia.
No respondo, sino que actuó. Le doy un codazo en la boca del estómago que le hace expulsar todo el aire. Me suelta para tomar su estómago. Me volteo y le doy un puño en la nariz. Se echa para tras y cae al suelo. Se agarra la nariz y puedo ver como la sangre emana de ella.
- EN TU PERRA VIDA ME VUELVES A TOCAR. ¿ME OÍSTE? -Gritó.
- ¡Maldita perra! - Se levanta con intenciones de atacarme. Levanto mis puños para protegerme, pero el señor Torres se interpone entre los dos.
- Esa no es manera de hablarle a una señorita. - Dice serio. - Será mejor que se retire.
- ¿Necesitas de un perro faldero que te cuide Amy? - Dice burlón.
Me río de lado, me cruzo de brazos y levantó una ceja con superioridad.
- En serio crees que necesito protección. Yo no soy la que derrama sangre. - Le digo mientras hago un círculo imaginario con mi dedo enmarcando mi rostro.
Su ceño se frunce, aún más. Es la segunda vez que lastimó su orgullo de macho.
- Esta me la vas a pagar. - Sisea y se marcha.
- El espectáculo acabó. - Digo y me voy al área de empleados.
Estoy en el comedor y por suerte no hay nadie. Quiero romper algo y sé que la cara de Joseph. El señor Torres entra al comedor.
- ¿Estás bien? -Me pregunta preocupado.
- Sí. No tenía por qué meterse. - Le digo enojada. El pobre va a sufrir las consecuencias de mi ira, pero eso ahora me vale.
- ¿Qué se supone que hiciera? Quedarme mirando cómo te golpeaba.
- Mejor dicho, como le golpeaba yo a él. Ese no era asunto suyo. - Su ceño se frunce. - Evitó que le diera una paliza para que dejara de ser tan mano larga y aprenda a respetar a las mujeres. Odio que los hombres me toquen. - Dije más que molesta.
Su rostro cambia a uno de asombro.
- Entonces. ¿Por qué dejaste que yo te tocara y besara?
Mi enojo desapareció al instante. Analizó su pregunta, pero no tengo respuesta. Simplemente no sé.
- No sé, pero no pienso averiguarlo. - Digo y me dirijo hacia la salida, pero al pasar por su lado me tomó del brazo. Su tacto me quema me hace desear que me suelte, pero a la vez no.
- ¿Te da miedo? - Me pregunta mirándome a los ojos.
Es lo único que necesito para soltarme de su agarre y alejarme un poco de su cuerpo.
- No. Simplemente no me interesa. - Le digo y me voy. No le voy a permitir jugar conmigo. Su cercanía es lo que me altera y me hace perder la razón.
No sé en qué momento se fue el señor Torres, pero es mejor así. Mi turno acabó y me despido de todos. Me arreglo un poco el maquillaje y voy al departamento de Carlos.
Me bajo del carro y tocó el timbre, aunque tengo llaves. Igual que él tiene las de mi departamento. Solo llame por el timbre por la ocación. Se abre la puerta y veo a un Carlos muy elegante.
- Buenas noches. Estás preciosa.
- Usted no se queda atrás estas muy apuesto.
-Pasa la cena está servida.
Comemos en silencio. Amo cuando cocina es simplemente delicioso. No dejó nada en el plato.
- Delicioso. Exquisito como siempre que cocinas.
- Solo lo dices para que cocine yo.
- Sabes que no es así, pero si me encanta tu comida.
- Falta el postre. Flan de queso.
Va por el postre y lo pone frente a mí. Me sorprendo al ver lo que tiene mi pedazo encima. Es una sortija de diamante. Esta preciosa algo llamativa para mi gusto, pero increíble. Lo miró confundida.
- Te dije que esta cita iba en serio, porque quiero pedirte oficialmente tu mano.
- No tenías que hacer esto.
- Lo sé, pero tú me estás ayudando y te lo mereces.
Toma el anillo y lo coloca en mi dedo anular.
- Es preciosa gracias.
- Todo por mi futura esposa. -Me dice sincero.
Comemos nuestros postres en silencio. Esto fue muy lindo de su parte. Al terminar rompo el encanto y lo llevó a la realidad.
- Bueno, esto fue muy bello y todo, pero debemos hablar de la boda.
- Siempre arruinando los momentos. -Me dice burlón.
- Es parte de mí. - Me encojo de hombros restándole importancia. Miró a Carlos muy seria. - Carlos quiero que se realice un prenupcial. Para proteger tus bienes y los míos.
- Vamos Amy yo sé que a ti no te interesa nada de eso.
- Lo sé, pero tus padres y hermano no. ¿Quieres convencerlos de nuestro amor o no?
- Esta bien.
- Otra quería discutir. ¿Qué tienes planeado para la luna de miel?
- Irnos un mes a París.
- ¿Estás loco?
- Claro se supone que estoy loco por ti.
-Cancela eso. Comienzo a trabajar el lunes y estaré tres meses de prueba. No voy arriesgar mi nuevo trabajo solo porque te quieres ir de vacaciones. - Se cruzó de brazos como un niño pequeño regañado.
- ¿Qué propones entonces?
- Un fin de semana en mi isla del encanto Puerto Rico.
- Hemos ido un montón de veces. - Dice exasperado.
- A visitar a mi familia, pero hace años que no voy a Boquerón en Cabo Rojo. Sol, playa, arena y cerca hay discotecas. Hasta podríamos ir caminando.
- De acuerdo, pero un fin de semana es muy poco. No va con una pareja recién casada y enamorada.