Mi Prometido Gay

Capítulo 11

Bajamos las escaleras y me guía por el estacionamiento hasta un impresionante auto Lamborghini negro. Lo abre a distancia. Me detengo en seco me suelto de su agarre para señalar el auto.

- No me subiré a eso. - Se coloca frente al auto y me observa con rareza.

- Ese es mi Lamborghini, me costó una fortuna. Creí que te gustaría a todas le gusta. - Me cruzo de brazos y le miro sería.

- Yo no soy como todas las demás. Si en serio crees que me impresionarías con un auto deportivo estas muy equivocado.

- Se muy bien que no eres como las demás, pero no esperaba que rechazaras mi auto tan directamente. ¿Qué tienes en su contra?

- Mira mi mejor amiga es mecánica. Sé que los autos deportivos tienen una aceleración que puede hacer que pierda el control y chocar.

- Por eso juzgas a todos los conductores de autos deportivos. Mira mi auto está en prefectas condiciones soy un excelente conductor.

- ¿No prefieres conducir mi auto? - Le sonrío y me encojo de hombros.

- No. - Me dice firme. Me tiende la mano y me mira a los ojos. - Ven te prometo que no pasara nada mientras estés conmigo.

Aprieto los labios.

- Esta bien, pero no vayas a acelerar. Me pondría nerviosa.

- Hecho. - Me acerca su mano la observo un momento y al final la tomo para luego sonreírle.

- Andando excelente conductor. - Muevo la cabeza de un lado a otro con dramatismo.

Se ríe y niega de mi acción. Me lleva hasta el lado del pasajero y abre la puerta. Es de esas puertas de mariposas. Me subo al coche y me pongo el cinturón, él cierra la puerta y rodea el auto. Al encender el auto el motor ruje, es potente. Comienza a conducir. Respiro hondo en realidad la velocidad no me molesta siempre y cuando sea yo la que conduzca. Conduce con calma. Demasiada calma, creo que para no asustarme.

- ¿Hay un bebé aquí? - Le pregunto.

- No. - Su ceño se frunce. - ¿Por qué lo preguntas?

- Estas conduciendo a 20 kilómetros por hora. Sé que te dije que no aceleraras, pero no exageres. Podrías conducir a una velocidad normal por favor. Demuéstrame que realmente eres un excelente conductor.

- Eres difícil de complacer. - Acelera.

- Si no puedes con ello mejor regrésame a casa. - Sonríe.

- No me rendiré tan fácil.

- Eso ya lo veremos.

- ¿Me estas retando?

- Tal vez. - Dejo de mirarle y miro por la ventana.

De todos modos, esto no durara mucho. Es posible que, hasta este fin de semana, cuando se haga oficial mi compromiso. No sé si esto sea justo para él, ni para mí, pero disfrutaré el momento.

- Llegamos. - Dice interrumpiendo mis pensamientos, lo miro un momento y luego miro el establecimiento y es una bolera. Sonrío. - Dijiste que te gustaría algo divertido para tu primera cita y que mejor que esto.

- Es un buen inicio lo admito. - Alzo una ceja. - Veamos cómo nos va.

No espero respuesta, porque me bajo del coche. Qué bueno que no hice pesas hoy o no tendría fuerzas para levantar la bola. Me coloco frente al coche y miro el establecimiento. Se coloca a mi lado y caminamos juntos hasta el establecimiento. Observo el lugar no está muy lleno, tiene una barra, una área de comida rápida y el área de zapatos. Él se encarga de pedir un lugar y luego vamos por los tenis.

- Bienvenidos. ¿Qué tamaño calzan? - Nos pregunta el hombre detrás del mostrador.

- 8½ por favor. - Le digo al chico. Me da unos tenis rojos. - Gracias.

- Usted señor. - Ahora se dirige a Torres.

- 12. - Le dan un par de tenis verde chillón. Hace una cara de asco. Me rio de su expresión. - ¿No tiene otro color?

- En ese tamaño no.

- Son lindos. - Le digo y me río.

- Sí claro. - Dice sarcástico. - Vamos.

Me dirige a nuestra área de juego. Nos sentamos y nos ponemos los tenis.

Le observo un momento.

- ¿Cómo se te ocurrió? -Le preguntó.

- ¿Qué?

- Traerme aquí. - Su mirada se pierde un momento y sonríe un poco.

- Hace años cuando era niño mi abuelo me trajo a una de sus competencias de su equipo los tornados. Perdieron, pero mi abuelo vio mi interés en el juego y me enseñó a jugar. Me divertí tanto con mi abuelo, que cuando dijiste que te gustaría una cita divertida, lo relacione al instante. Creí que te gustaría. - Me mira sonriente.

- Me gusta. - Le sonrío. - ¿Comenzamos el juego?

- Las damas primero.

- No quiero ver como juegas primero.

- Estoy un poco oxidado. - No es el único oxidado.

- Tu idea. - Me recuesto en el asiento. - Tu demostración.

- De acuerdo. - Se levanta y va a tomar una de las bolas. Se acerca a el área y lanza. Tiro todos, menos tres. Es bueno. Vuelve a lanzar y tira todos los pinos que quedaron.

- Buen tiro. - Le digo.

- Si quieres te enseño. Igual que Pedro Pica piedra y Vilma Pica piedra. - Me dice con sonrisa coqueta. Me cruzo de brazos.

- Ya salió el peine. Por eso me trajiste aquí. A mí se me hace que todo lo que me contaste era puro cuento.

- Claro que no. Todo lo que te dije es verdad, pero eso no quita que tenga beneficios traerte aquí.

- Veremos cómo me va. Si necesito ayuda te la pido. - Me levanto y voy por una bola. Me posiciono y disparo strike. Doy un pequeño baile de celebración. Me volteo y lo veo con la boca abierta. Me rio de su expresión. - Creo que yo debería enseñarte a ti.

- Solo es suerte de principiante. - Se levanta. Alzo una ceja y le sonrió con superioridad.

- ¿Qué te hace pensar que soy principiante?

- ¿Has jugado otras veces?

- Claro, también estoy un poco oxidada, ya que llevo mucho tiempo sin jugar, pero por lo que veo no he perdido el toque.

- ¿Desde cuándo juegas?- Me acerco a él.

- Desde niña, a mi padre le encantaban los deportes y al ser hija única me enseñaba todo deporte. Por eso me decían marimacha, cuando era niña, pero no salían bien librados como mínimo les dejaba un ojo morado para que tuvieran verdaderos motivos para llamarme así. - Agito mi brazo con el puño.



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En el texto hay: #drama

Editado: 08.08.2020

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