Compro el pollo y voy al parque. Me estaciono y Torres se estaciona al lado mío. Le entrego el pollo, refresco y la sábana. Me mira extrañado.
- ¿Qué no te gusta la idea de hacer un picnic?
- No es eso.
- Entonces ¿Por qué me miras así? - Pongo mis brazos en mi cadera.
Duda por un momento, pero finalmente pregunta.
- ¿Para que tienes una sábana en el carro?
- Para dormir en el carro. Hay ocasiones que necesito una siesta para despertar mi modo creativo y... - Frunzo el ceño. - ¿Por qué lo preguntas? ¿Qué es lo que estabas pensando?
Se pone rojo es la primera vez que lo veo rojo. Me mantengo seria, pero me muero por reír.
- Este yo...eh...eh...pues...- No sabe que contestar, pero se perfectamente lo que pensaba. - ¿Vamos a comer? - Cambia de tema.
- Pervertido. - Le digo y me volteo para sacar a los cachorros y aprovecho para reírme. Tomo a los cachorros y juguetes. Camino junto a Torres.
- ¿De dónde sacaste los juguetes?
- De la oficina son los que estaba promocionando con ellos. Se suponía que se los entregaría al dueño, pues ya no se pueden vender porque están usados. Hice una travesura. - Lo miro picara. - Me lleve el disco que esta nuevo, cuando vallamos a buscar su comida de los perros compro uno para remplazar este, es solo que pensé que podríamos jugar con este para rescatar esta cita. - Le guiño un ojo.
- Eso no es muy ético de tu parte. - Me reprende.
- Ni te quejes que lo hice por ti. Tengo uno de estos en casa, pero no iba a estar brincando de un sitio a otro. De por si esta no era la cita que tenía planeada. - Le pongo cara triste. Me da un beso rápido en los labios.
- Mejor así tendré la certeza de una tercera cita. - Ruedo los ojos.
- Por todos los cielos. Apenas inicia esta y ya estas pensando en la próxima. Disfruta el momento, que no sabes si llegaremos a mañana.
Sonríe acomoda todo lo que tiene en una mano y con la libre me rodea la cintura. Buscamos un lugar con sobra para sentarnos. Encontramos el lugar perfecto al lado de un gran árbol. Pongo a los cachorros y juguetes en el suelo. Le quito la sábana de las manos y la acomodo en el suelo. Me siento sobre ella y palmeo al lado mío para que se siente. Acerco la caja con los perritos, no quiero sacarlos mientras comemos. Los miro con ternura.
- Como quisiera poder llevármelos a casa. - Les susurro. - Me recuerdan tanto a Rey.
- Lo mencionaste hace rato. ¿Es tu perro o el de tu amiga?
Abro los ojos como platos, no creía que me hubiera escuchado. Lo miro está al lado mío y está sacando los platos. Deja lo que esta haciendo y me mira a la espera de una respuesta. Respiro profundo y vuelvo a mirar a los cachorros.
- Mío. - Respiro profundo otra vez. - Era mío. - Digo desganada de hablar del tema.
- ¿Una pata? - Me ofrece. Lo miro y me esta extendiendo una pata de pollo. Le sonrío y la tomo.
- Gracias. - Me enderesco y comienzo a comer. - Buen provecho.
- Buen provecho. - Me devuelve la sonrisa. Miramos el paisaje, es muy lindo a la distancia hay unos juegos infantiles y niños jugando, pero estamos lo suficientemente alejados como para no escuchar la algarabía. Apenas se escuchan unas risitas. Tomo unos pedazos de mi pata y se las doy a los cachorros.
- Tomen bonitos. - Siento como Torres se acerca a mí. Recuesta su cara en mi hombro derecho, me rodea el estómago con su brazo izquierdo y mira a los cachorros.
- Nunca tuve una mascota.
- ¿En serio? - Lo miro y asiente. - Ahora entiendo porque eres tan irresponsable. - Le sonrió picara. Me mira sorprendido por mi respuesta.
- ¿Cómo es eso? - Inclina su cabeza a la derecha para verme mejor.
- Se supone que los padres le dan una mascota a sus hijos para que los cuiden y sean responsables de su seguridad. Por su puesto que los padres ayudan mucho, pero aun así es parte vital de ser niño. - Le acaricio el cabello y le doy un pequeño beso en los labios. - Solo falta que ahora me digas que nunca habías tenido un picnic.
- Eso sí lo tuve una vez. Yo tenía 8 años y mi hermano 3 años. Fue un día espectacular todos jugamos y convivimos como una gran familia. Es de los pocos recuerdos buenos que tengo.
- ¿Cómo que pocos?
- Me enviaron a un colegio en Inglaterra. Solo regresaba para las vacaciones.
- Lo siento. ¿A tu hermano también lo enviaron haya?
- No. Él sufre de fisis de atención y decidieron darle clases particulares en casa para que no se quedara atrás en las clases. El verano antes de que entrara a la superior lo enviaron de campamento como una especie de prueba, si salía bien en sus clases le darían la oportunidad de asistir a la superior, ya que él deseaba estar en una escuela normal. En cambio, yo deseaba estar en su lugar cerca de mis padres, en mi país y no tan lejos de mi hogar.
Me giro en sus brazos y lo abrazo con brazos y piernas. Lo abrazo lo más fuerte que puedo. Él esconde su cara en mi cuello, como si pudiera ocultar su dolor del mundo. Me aprieta muy fuerte, tanto que duele, pero no digo nada solo lo abrazo y comienzo a acariciarle el cabello. Le susurro al oído. De manera suave y pausada como si le estuviese hablando a un niño.
- Creo que deberías hablar con tus padres y recuperar el tiempo perdido. Debes aprender de sus errores y evitar cometer los mismo.
No dice nada, pero me da un pequeño beso en mi cuello que hace estremecer todo mi cuerpo. Poco a poco sus brazos van perdiendo fuerza, llegando al punto de que solo tiene posada las manos en mi cintura, mis manos están en sus hombros y nos miramos directo a los ojos. Antes de perderme en sus ojos intento separarme, pero lo evita. Voy a protestar cuando estampa sus labios en los míos y vuelve a intensificar el abrazo. El beso es muy apasional, a penas puedo seguirle. Siento su erección en mi trasero, abro los ojos como plato y me alejo abruptamente de él.
¡Ay! - Me quejo cuando mi espalda choca con el piso, siento mi cara arder. Me tapo la cara por la vergüenza.