Me dirijo al apartamento para cambiarme de ropa he ir al gimnasio, pero al conducir mi energía se va bien lejos. El sueño me empieza a invadir. Pongo la radio para mantenerme despierta y despacito de Luis Fonsi y Daddy Yankee suena. Me muevo y canto al ritmo de la canción, me detengo en una luz roja. Suelto las manos del volante y las muevo al ritmo de la música.
Volteo a la izquierda y un chico muy atractivo me observa con una gran sonrisa. Esto no me puede estar pasando. Siento mis mejillas arder otra vez. Coloco las manos en el volante y miro al frente deseando que la luz cambie ya. Vuelvo a voltear y el chico me sigue observando me hace seña para que baje el cristal. Niego con la cabeza y tan pronto cambia la luz acelero. Al fin veo el apartamento me estaciono. Tan pronto apago el motor rompo en risa. No puedo parar de reír, inclino la cabeza hacia atrás y cierro los ojos. De pronto mi puerta se abre.
¡Aaahhh! - Grito por la sorpresa.
Por un momento pienso que el chico me siguió, pero el rostro de Carlos se asoma por la puerta.
- ¿En qué cosas sucias estás pensando que te asustas tanto querida? - Me dice con picardía.
Lo empujo con fuerza del hombro por haberme asustado.
- ¡Desgraciado! No sabes el susto que has dado. - Me salgo del coche.
- No has contestado a mi pregunta.
- Yo no soy tú que siempre está pensando en cosas sucias. - Le digo con una gran sonrisa.
Le cuento lo que me acaba de pasar y él comienza a reír. Me rio con él parecemos un par de locos en el estacionamiento. De pronto se pone serio y se cruza de brazos.
- Eres una insensible. Tenias que pedirle su número de celular para dármelo a mí. - Me toma del hombro para caminar hasta el apartamento. Yo cierro el coche a distancia. - No ves que estoy muy sólo desde que mi hermanita me abandono para salir con un guapo modelo. Niña mala. - Me dice tocándome la nariz. Nos subimos al elevador.
- ¡Payaso! - Digo y me río. - No creo poder ir al gimnasio hoy. Estoy muy cansada. - Me quejo y hago como si me fuera a caer del cansancio.
- Ni creas que te podrás librar. Es probable que no vayamos a ir mañana. - Las puertas del elevador se abre y caminamos a el departamento.
- ¿Porqué?
- Te apartare de tu modelo por un día. Sera nuestra ultima noche como los hermanos alocados. Tenemos que salir y divertirnos. - Dice y abre la puerta. Tan pronto entramos cierra la puerta.
- Por desgracia mi modelo no podrá interrumpirnos, aunque quisiera. - Carlos frunce el ceño preocupado y me mira con curiosidad.
- Explícate. - Demanda saber.
- Tiene que salir del estado por trabajo.
- ¿A qué estado se va?
- No lo sé. No soy una entrometida.
- ¿Me estas llamando entrometido? - Me pregunta con total dramatismo. Ya empezó.
- Sí. - Se coloca ambas manos en el pecho como si le doliera el pecho.
- Mi corazón. Me has apuñalado. - Ruedo los ojos.
- Dramático. - Me río. - No le pregunte, porque tenia otra cosa en la cabeza. Además, prefiero que me digan las cosas porque quieren decírmelas, no porque se vean obligados a decirme.
- Lo sé, lo sé. Si alguien te hace una pregunta que se prepare para el dolor. - Mi ceño se frunce ahora.
- ¿A qué te refieres?
- Bueno, no tienes mucho tacto. Como el día que me puse esa camisa de rayas. Recuerdas lo que me contestaste. - Sonrío.
- Sí. Te dije que parecías un prófugo y luego te dije que te hacia ver gordo.
- Ves. No tuviste nada de tacto.
- Las rayas engordan. Te hice un favor. - Me defiendo.
- Pudiste tener más tacto.
- Eres mi hermano y no te quejes que te reíste. Querías mi opinión y te la di con toda sinceridad.
- No me estoy quejando. Es solo que con las personas haces lo mismo.
- Pues si no quieren escuchar la verdad que no pregunten. Ya me muerdo mucho la lengua para no decir las cosas como son porque no es mi asunto. Si me meten en el tema que se atengan a las consecuencias. - Me siento un poco molesta. Sé que tiene razón, pero no puedo evitarlo. - Me voy a cambiar tu conduces.
- Espera. - Me detiene. - ¿Qué tenias planeado para tu modelo mañana?
- Le iba a decir la verdad. - Sus ojos se abren exageradamente.
Frunzo el ceño por su expresión.
- ¿Qué soy... - Le interrumpo.
- Por supuesto que no. Solo lo de nuestro compromiso, que es por un favor y que no es real. Quiero seguir viendolo después de casarnos. Me gusta mucho. No quiero que se entere por otra persona y me odie.
- ¿Qué pasa si le dice a la prensa lo que le digas? - Me pregunta preocupado.
- No creo que lo haga. Mi instinto me dice que puedo confiar en él. Sabes muy bien lo que paso la ultima vez que no le hice cazo a mi instinto. - Su rostro refleja algo de tristeza. - Si llega a decir algo a la prensa es su palabra contra la nuestra. La única evidencia que tiene es una foto mía, no nuestra y mucho menos besándonos. No soy idiota.
- ¿Le diste una foto? - Me pregunta con el ceño fruncido.
- Sí. Hoy me la tomé y le escribí de tu gatita. Con un beso, pero eso no prueba nada solo que me dice gatita. Sabes todo lo que hago, porque confiamos el uno en el otro y eso es una ventaja, ya que podemos decir que es un amigo.
- No estoy seguro de que vaya a funcionar, pero es cierto que tenemos ventaja en nuestra confianza. - Se queda pensativo. - Me voy a cambiar. Tú también debes hacerlo. - Le saco la lengua y el también me la saca.
Subo a mi habitación para cambiarme. La preocupación me invade. No conozco a Torres tanto como querría y es muy celoso, sin embargo, no me puedo quedar con la duda del hubiera. Hablare con él y que sea lo que Dios quiera. Ahora lo más que me preocupa es Ángela o más bien lo que le dijo Carlos. Preparo mi mochila y bajo a la cocina para tomar un par de botellas de agua.
- ¿Nos vamos? - Me pregunta Carlos.
- Sí tu conduces.
- De acuerdo. - Esta algo serio.