Mi Querida Amanda

PARTE 08

 

—No puedo hacerlo, juro que no puedo.

 

—Debes despedirte de tu hermana, te juro que lo siento mucho, pero hace ocho meses que lo sabes.

 

Una cosa es saberlo y otra muy distinta hacerlo, no podía, sus lágrimas se detenían porque el nudo en su garganta se lo impedían, era un dolor tan grande que no le daba las fuerzas necesarias para decir “Háganlo” ¿Cómo hacerlo? Si al momento de hacerlo, una parte de su vida se iría para siempre, Amelia, acariciaba el rostro de su hermana, con tanto amor, con tanta delicadeza, tocaba sus cabellos, pasaba las yemas de sus dedos por sus ojos, su nariz, a cada segundo, millones de imágenes venían a su mente, tantos recuerdos, su niñez, su risa, sus travesuras, las veces que la reconfortaba con alguna pesadilla o ella hacia alguna broma, no podía despedirse de su niña bonita, de su pequeña hermana, Amalia había sido durante mucho tiempo su vida entera, si la desconectaban, le iban a arrancar el corazón de una manera desgarradora, pero también sabía que debía hacerlo, pero antes pidió que la dejaran a solas unos momentos.

 

—Amalia, hermanita bonita, mi niña. Recuerdo que te molestaba, que te dijera así, porque solo te llevaba seis años, yo te enseñé a atarte los zapatos, con tu primer periodo, pero nunca estuve cuando más me necesitabas, no estuve ahí cuando ese malnacido arruinaba tu vida y tus sueños, tú querías ser contadora, eras muy buena con los números. Mi niña, pudiste ser grande, ¿Cómo dejarte ir?  Eres mi vida mi cielo, quisiera estar en tu lugar y que tú vivieras, que tú disfrutaras a NUESTRA QUERIDA AMANDA en tus brazos, que la amamantaras, que vieras lo perfecta que ella es, te lo juro, es rubia como tú y estoy segura de que tiene tus hermosos ojos, la vi sonreír en la incubadora, ahí estará hasta que sus pulmones respondan al cien por ciento, pero es prácticamente tu copia, cuando la vea correr, saltar y hacer mil preguntas, será como verte a ti, pero sé que debo dejarte ir, no quiero, pero es hora que dejes de sufrir, mi niña bonita te amo y siempre te amaré, te aseguro que nunca dejaré de hacerlo, juro que tu muerte no quedara impune, te juro que ella sabrá la madre que tuvo, juro que quien dude del tipo persona que eres se comerá las palabras tú eras buena y nadie podrá decir lo contrario, te amo y espero que vayas donde vayas seas nuestro ángel— Beso su frente y se marchó, acento confirmando que hicieran lo que tenían que hacer.

 

 

—Señor, lo están haciendo.

 

—No sé de qué hablas, debo ver las estadísticas de la bolsa,

 

—La están desconectando en este instante.

 

—¡¿De qué hablas?!

 

—Cuando la niña naciera, a la señorita Fernández la iban a desconectar, esa fue la condición para mantenerla con soporte vital por tanto tiempo.

 

Una luz de culpa se despertó en su interior, eso era algo que él desconocía, no se había preocupado en saber qué pasaría después, pero luego recordó que se trataba de la mujer que seguramente había provocado la muerte de su único hermano, la que lo había llevado a la ruina y a transformar su forma de ser, gracias a ella, su madre sufría en el limbo, no podía darle la alegría de tener a su hijo más querido de vuelta.

 

—Supongo que así tenía que ser.

 

—¿Quiere estar ahí?  Podría hacerlo.

 

Lo pensó una y otra vez, dejo lo que estaba haciendo y regreso sus pasos, solo había ido a verificar que la niña hubiera nacido y no tenga ningún defecto, además de confirmar también que tuviera algo de su familia y así era, el mismo lunar que su hermano debajo de su mentón, porque por el resto, era una copia de aquella tipa.

 

—¡Amalia! ¡Amalia! — Gritaba ella de manera desesperada, desgarradora y sumida en el dolor, ahí estaba Amelia mirando a través del espejo, como desconectaban a su hermanita, a su niña bonita, su sufrimiento era indescriptible, era algo que le helaba la sangre a cualquiera, Alejandro retrocedió los pasos, chocando con su asistente, quien se sorprendió por el semblante de su jefe, estaba como asustado y hasta podía divisar una gota de sudor sobre su frente.

 

—Señor.

 

—No quiero estar aquí — Busco la puerta de las escaleras de emergencia y salió por ahí, sentía que el nudo de la corbata le estorbaba, de alguna manera era como si el aire le faltaba, era imposible no poder sentirse afectado ante esa escena digna de un drama de esos que daban en televisión.

 

Necesito varios minutos para poder recuperarse, debía y necesitaba recobrar la compostura y ser el tipo frío de siempre, uno que no sentía culpa, uno que no sentía remordimientos y mucho menos se compadecía de una Fernández.

 

—Vamos al cunero, pero antes tengo que ir al baño— Se fue al baño de hombres, se lavó el rostro, necesitaba recuperar la compostura por completo.

 

Se dirigió al cunero, con su asistente prácticamente respirándole la nuca.

 

—¡Puedes tomar distancia! Me estás exasperando, sabes que mejor retírate, ya no te necesito.

 

—Pero señor, tal vez me

 

—Es una orden. — Se giró sobre sus pies y se fue, cuando un Winston alzaba la voz, no tenía otra opción, aunque moría por ver la pequeña Winston, ya se encargaría de verla sin que nadie se interponga.

 

Cuando Alejandro, se acercó a la sección de cuneros, mejor dicho, en el área de terapia intermedia, lo que vio lo volvió a sacar de su zona de confort, una donde mantenía el control de todo, una donde las emociones estaban más que controladas, era Amelia sosteniendo a la pequeña Amanda sobre su pecho, llena de pequeñas canaletas que llevaban el aire hasta sus pulmones, las lágrimas caían sobre el pequeño cuerpecito, se notaba que le estaba con cantando sin que las lágrimas se detuvieran.   

 

—Almohada de oro, peine de cristal, mamila de perlas para descansar, si te duermes ya, Dios te premiará y con las estrellas tú soñarás, tú soñarás—Le cantaba al mismo tiempo que las lágrimas salían por montones, casi como una cascada, su dolor, su pena, el sentimiento que le estaba destrozando el alma solo la pequeña Amanda lo podía amilanar, sola su QUERIDA AMANDA era capaz de curar su corazón lastimado, era la copia de su niña bonita, era lo único que le quedaba de ella.



#14388 en Novela romántica
#2678 en Joven Adulto

En el texto hay: perdon, amor, odio

Editado: 06.07.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.