Capítulo - 26
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Killian recibió a los padres de William, se sorprendió por la visita. Elaine y los demás estaban cenando, el mayordomo hizo pasar a la pareja al salón y fue a avisar al joven Campbell.
—Señor William, sus padres están aquí, lo esperan en el salón —informó Killian.
Así como el mayordomo se sorprendió, también lo hizo William. ¿Cómo sabían que estaba aquí?, él no les había contado nada.
—Gracias, Killian. —Sostuvo la servilleta con fuerza y la dejó sobre la mesa—. Iré a hablar con ellos —manifestó y se puso de pie.
Elaine todavía no conocía los Campbell, le intrigaba saber qué vinieron a hacer, aunque ya tenía una idea de su inesperada visita. Era cuestión de tiempo para que esto suceda. Sintió compasión por William, él no podía decirles la verdad, lo tomarían por loco, ella misma todavía no le había confesado a su amiga lo que hacían con Alistair y William todas las mañanas y las noches en el salón de armas.
Aunque, River ya la había interrogado de muchas formas, pero su amiga, a pesar de ser un poco alocada, era discreta y sabía que si Elaine, hasta ahora no le dijo nada, tenía un motivo muy importante. La guardiana observó a William mientras se marchaba. Rob y River se miraron, pero no dijeron nada, decidieron seguir con la charla para desviar la atención y evitar poner nerviosa a Elaine.
William aspiró hondo y profundo, llenó de aire sus pulmones y, antes de tocar el pomo de la puerta soltó todo el aire.
—Buenas noches —saludó al entrar.
Su padre estaba mirando por la ventana con los brazos cruzados en la espalda, su mamá sentada en uno de los sofás individuales con las manos sobre el regazo y la cabeza agachada. Estaba en serios problemas, al verlos recordó momentos de su adolescencia, y sabía que esta estampa era la previa a un regaño o castigo.
—Hijo —dijo su mamá y se puso de pie.
—William —gruñó su padre.
—Por favor, querido, no asustes al muchacho. Recuerda que vinimos a hablar, no a juzgar…
—Pero, mujer, todavía no comencé y ya me interrumpes.
—Está bien, disculpa —dijo ella, caminó hasta su hijo, lo abrazó y murmuró en su oído—: No discutan, por favor. —Besó y acarició su mejilla.
—No te preocupes, mamá. —La tranquilizó William.
—Jamás, pero nunca, imaginé que te podrías comportar peor que Gregor, lo que haz hecho con Emma es imperdonable y venimos para ayudarte a recapacitar…
—Padre, es que…
—Ella está dispuesta a olvidar todo si regresas a casa con nosotros. ¿Cómo se te ocurrió venir a vivir con dos mujeres? ¿Qué significa esto, William?
—Es complicado, no puedo explicarles, mis razones son muy poderosas.
—No hemos venido hasta aquí para recibir excusas vagas y sin sentido —gritó su padre—. Es que no te das cuenta, todo estaba listo para tu casamiento con Emma, la dejaste por una desconocida.
—Eso no es así, padre, no la dejé por nadie… —Hizo silencio, en un principio no era así, pero ahora... ahora estaba metido con Elaine, aunque su relación era un tanto peculiar, no podía negar que existía un lazo entre ellos y, quizás más fuerte de lo que pudiera unirlo a Emma.
—¿Qué hice mal con ustedes? —indagó su madre y volvió a sentarse.
—Mamá —dijo William y se arrodilló frente a ella—, nada malo, nos diste amor, esto no tiene que ver con como fui criado, va más allá, pero no es momento de que les cuente, solo deben saber que no quiero defraudarlos, sin embargo, es imposible que vaya a casa con ustedes y mucho menos que regrese con Emma, ya lo hablé con ella, tiene que comprender que las cosas cambiaron.
—Nos estás decepcionando, y mucho —dijo su padre y se acercó a ellos.
—Siempre fui muy responsable y, créanme, ahora lo estoy siendo, aunque no parezca —murmuró entre dientes y se puso de pie para enfrentar a su padre—, confía en mí, papá, no vas a arrepentirte.
—Para colmo todo lo que está sucediendo con la destilería…
—Eso lo tengo bajo control.
—Según Gregor, no, hasta él está demostrando más madurez que tú —arremetió el hombre mayor.
—¿Alguna vez les he fallado o dado algún problema? —inquirió William con tranquilidad.
Comprendía a sus padres, él mismo estaba confundido, e imaginaba que ellos, sin tener idea de lo que en realidad sucedía estarían sacando conclusiones erradas.
—Ese es el problema, hijo —intervino su madre y lo miró con el rostro compungido—, actúas como otra persona, tú no serías capaz de hacer esto. Si en realidad descubriste que no amas a Emma, lo entenderemos…
—No, no lo entenderemos, como puede alguien de la noche a la mañana cambiar de sentimientos, es imposible —interrumpió el marido.