Era tres de marzo hacía días que no le dirigía la palabra más de lo estrictamente necesario, se suponía que el ofendido debería ser él, prácticamente lo acusó de ser casi un monstruo, pero Alma seguía molesta por su actitud.
Ese día estaba especialmente distraída, era una fecha importante para ella, toda su vida lo había celebrado con su padre, tenían una tradición, justo ese día Tomás le hacía el desayuno a su hija y le cantaba «Las mañanitas» como si fuera el mejor de los mariachis, Alma se partía de risa por su actuación, después ambos tiraban el desastroso desayuno que el hombre había hecho y bajaban a casa de Luisa a desayunar sus deliciosas tortitas. Se acordó de su último cumpleaños.
«—¿Tu padre lo ha vuelto hacer? Lleva veintitrés años con lo mismo, no sé como lo sigue intentando ¿Acaso no se da cuenta que la cocina le teme cuando lo ve aparecer?
—Luisa que mi padre tiene mucho arte, fuera de la cocina, claro—lo cogió de la mano con cariño—Reconozco que me encanta todo esa parafernalia, sé que le hace ilusión y a mí me gusta mucho que lo haga.
—No me puedo creer que mi niña se me hace mayor—le besó repetidas veces su mano—Si hasta hace ná estaba metida con el Andy en algún lío, recuerdo cuando llegaba al taller con las coletas desechas y toa ella llena de tierra y rasguños ¡Que berrinches me he llevao por culpa de esta granujilla!
—Tomás, tu niña ha crecido, mírala, has hecho un gran trabajo con ella, es una mujer sensacional.
—Y además me ha salido requeteguapa ¿Qué no?—Alma se moría de vergüenza—Está claro que tiene el guapo subío, como su padre.»
—¡Alma, te estoy hablando!—Alina le pasó la mano por delante de los ojos volviendo a la realidad.
—¿Qué pasa, que quieres?—dijo algo exaltada.
—Esta casa es de locos ¿Os habéis puesto de acuerdo todos para perderos en vuestro mundo?
—No estoy en mi mundo, sólo estoy un poco nostálgica eso es todo, voy a dar una vuelta.
—¿Y mi hermano?
—¿Qué pasa con ese?—preguntó malhumorada.
—Todavía os dura el enfado, sois un par de cabezones, pero bueno no era eso lo que quería decir, digo que si tú te vas ¿Quién se quedará con él?
—No lo sé ¿Podrías hacerme el favor?—Alina asintió—Gracias, te debo una.
Alma se fue de la casa, se estaba empezando a plantear romper su promesa, cada día sus esperanzas de que Yahir volviera a ver, se desvanecían pero eso no se lo podía decir, se le veía bastante agobiado con el tema aunque no le hablara nada. Tomó aire y lo soltó con fuerza, tenía que alejar aquellos pensamientos de su cabeza.
Mientras tanto dentro de la casa también había alguien con un humor algo extraño, siempre le sucedía el mismo día, el tres de marzo. Su mente se llenaba de recuerdos de su juventud, era una joven llena de vida con toda la vida por delante, sin embargo todo eso se terminó el día que salió huyendo dejándolo todo, incluida una de sus grandes bendiciones. Se preguntaba qué pudo pasar si hubiera luchado un poco más, tal vez su vida sería muy distinta si hubiese tenido las agallas de quedarse y asumir sus responsabilidades.
—Yahir ¿Estás ahí?—su hermana llegó a la cabaña.
—Estoy escuchando la televisión—le respondió con calma.
—¿Estás bien hermanito? Hace días que no hablas apenas, ni siquiera gruñes.
—¿Tú también piensas que soy un gruñón?—Alina apagó el televisor.
—No es eso, es que…bueno eres un inconformista pero eso no es malo Yahir.
—¿De verdad? Tú querida amiga no opina lo mismo, me ve como un ser odioso y gruñón, ni siquiera me habla y eso que a quién insultó fue a mí.
—No te habla porque no sabe cómo vas a reaccionar, pero es la primera persona que te ha dicho tus verdades y has de sentirte muy mal. Ella se arrepiente pero es muy orgullosa, un rasgo que compartís y créeme no es el único. Hoy está especialmente rara, tanto que se ha ido.
—¿Cómo que se ha ido? ¿Y yo qué?—refunfuñó indignado.
—Te das cuenta que no le falta razón cuando te dice que eres un tulipán gruñón—en ese momento sonó un móvil, el de Alma que se lo había dejado olvidado—Espera un momento ¿Hola?
—Hola rubita ¿Qué te cuentas?—era Andy.
—Em hola, bien y tú—de repente se puso nerviosa y el corazón le latía desbocado.
—Ahora que hablo contigo estoy mejor que nunca—ambos guardaron silencio durante un momento—¿Le puedes decir a Alma que se ponga un momento?
—Alma no está, se ha dejado el móvil en casa, si me dices que quieres le puedo pasar el mensaje.
—¿No sabes qué día es hoy verdad?
—Sí, martes tres de marzo ¿No me equivoco no?
—O sea que no os ha dicho nada ¡Está mujer es increíble! Cuando la veas dile que la he llamado para desearle un feliz cumpleaños. Es la primera vez que no estamos juntos en un día como hoy, y es el primero sin su padre, imagino que estará un poco triste—se oyó un estruendo de fondo y una voz masculina que maldecía—Rubita te tengo que dejar, me alegro de haber podido hablar contigo.