Los meses fueron pasando y todo se iba tornando estable, Alma estaba contenta con su trabajo, hacía una de las cosas que más le gustaba hacer en este mundo, cuidaba y mimaba cada moto como si fuera suya. Los clientes estaban muy satisfechos con el servicio y los recomendaban a sus amigos, el taller iba viento en popa.
Una mañana de Junio, estaba metida de lleno con una 250cc, se le resistía un poco pero al final consiguió echarla a andar, Andy llegó hasta ella sin que ella se diera cuenta.
—Alma, fuera hay una niña que te busca, no la he visto nunca, sal a ver quién es.
—Pues no sé—se levantó y se limpió las manos de grasa en sus pantalones de trabajo—Iré a ver.
Salió al exterior del taller y el sol la deslumbró, no podía ver nada. Cuando sus ojos se acostumbraron, vio una silueta de una muchacha joven, al acercarse supo perfectamente de quién se trataba.
—¿Qué haces aquí?—tragó el nudo que tenía en la garganta.
—Pensaba que te alegrarías de verme…pero creo que me he equivocado—la chica agachó la cabeza.
—¡Melissa, me alegro mucho de verte!—la joven neerlandesa corrió en su dirección y Alma la recibió con los brazos abiertos—¡Te voy a manchar! ¡Estás loca! Aún no me has dicho que haces aquí.
—La ropa es lo de menos. He venido a verte, al fin y al cabo eres mi hermana…Yo sé que no quieres saber nada de nosotros pero yo quiero conocerte y que me conozcas, siempre quise tener una hermana mayor.
—¿Saben tus padres que estás aquí?—preguntó preocupada.
—Alma, tengo dieciocho años, puedo ir y venir cuando me venga en gana. De hecho, no he venido antes por eso, la semana pasada fue mi cumpleaños, y aquí estoy.
—¡Estás como una cabra Mel! Anda pasa dentro—las hermanas entraron en el taller y los jóvenes aprendices se quedaron embobados mirando a Melissa—¡Menos mirar y más trabajar!—les gritó Alma. Llegaron hasta la posición de Andy.
—¿Es esta la niña que me buscaba?—le preguntó.
—Sí, es ella ¿La conoces?
—Un poco—sonrió—Andy te presento a mi hermana Melissa. Mel este es Andy, mi mejor amigo y posiblemente tu futuro primo político.
—¡¿Tu hermana?!—la miró de arriba abajo—Encantado de conocerte…
—Lo mismo digo ¿Eres el mismo Andy del que mi prima Alina me ha hablado?
—Sí, el mismo que viste y calza—respondió su hermana porque Andy seguía en shock—Voy a acompañarla a casa, no tardo.
Las dos chicas subieron al piso y Alma se lo enseñó en un minuto, la verdad es que la vivienda no daba para más.
—Estás en tu casa, si tienes hambre, coge lo que quieras si tienes sueño puedes acostarte donde quieras, si necesitas algo baja al taller ¿De acuerdo?
—Sí, no te preocupes, no soy un bebé—respondió enfurruñada.
—Me gusta mucho que hayas venido, pero sería mejor que avisaras a tus padres para que no se preocupen, volveré a las dos. Sé buena.
Alma se fue y la joven Melissa se alegraba de que su hermana la aceptara tan rápidamente. Era verdad que quería conocerla, quizá una vez que hubieran pasado tiempo juntas le propondría la idea de irse a vivir con ella para siempre.
—No esperaba que tu hermanita fuera tan mayor—bromeó Andy.
—¡Ni se te ocurra acercarte! Una guerra familiar no es lo que necesito ahora, además me sé de cierta rubia que te mataría.
—¡Qué va! No creo que siga interesada, ha pasado mucho tiempo y hay muchos peces en el mar—sentenció el malagueño.
—¿Eso significa que tú has ido de pesca últimamente o qué?—preguntó dándole un codazo.
—La verdad es que no—respondió con sinceridad—¡Pero no es por Alina! Simplemente no me llama nadie la atención.
—Ya me imagino…—se quedó mirándolo fijamente con las manos en la cintura—Andrés Jiménez Durillo ¡Estás enamorado hasta las trancas! A mí no me puedes mentir, te conozco como si te hubiera parido. ¡Pero qué mono eres!—lo cogió de las mejillas y se las pellizco como si fuera un bebé.
—¡Déjame en paz!—se alejó de ella porque lo había pillado de lleno—Puedes subir con tu hermana, no vuelvas esta tarde no hay mucho que hacer.
—¡Andy no te enfades! Todo lo que te digo es por tu bien, no tiene nada de malo estar enamorado. Estamos de acuerdo que jamás me hubiera imaginado que fueras más blandito que Winnie de Pooh—le dijo mientras lo abrazaba.
—¡No soy un blandito!—se soltó—Ese puñetero oso era rarito y yo no lo soy en absoluto. Además en tema de enamoramientos no creo que seas una experta, no pienso que hayas estado enamorada nunca, ni siquiera del gilipollas del Eric ese.
—Hablando de gilipollas ¡Tú serías el líder destacado de todos ellos!—le dio un empujón y se fue a casa, Andy se había pasado de la raya.
Eso sacaba por intentar ayudar a los demás ¿Es que no había aprendido la lección en Volendam?
Subió los tres pisos refunfuñando pero al llegar a su rellano intentó cambiar el chip, Melissa estaba allí y no se merecía su mal humor.