Cuando era pequeña, tendría más o menos 6 o 7 años, fui con mi madre a visitar a una tía suya. Estaba aburrida como cualquier niña visitando a gente mayor, así que decidí ir a la segunda planta por mi cuenta y jugar por allí. Subí y me encontré ese gran balcón, con altas puertas corredizas de vidrio, y unas cortinas flotantes y frágiles sobre ellas. Decidí que sería divertido girar debajo de ellas, y luego caminar para que recorrieran mi cara como un velo. Cosas de niños pequeños. El problema era que esas cortinas estaban pegadas a las escaleras y no había barandilla. No había nada que hacer, una dura caída por esas escaleras hubiera sido más que doloroso, pero no pensé en ello mientras jugaba.
sentí una mano que me agarraba la parte de atrás de la camiseta, lo suficientemente fuerte para que yo dejase de caminar, de repente sentí otra mano muy diferente a la otra que tiraba hacia atrás de la cortina que tenía puesta sobre la cara, dejando ver que yo estaba justo en el borde de las escaleras, a punto de caer.
Cuando me giré, pensando en que había sido mi madre o su tía las que me habían agarrado, vi que estaba yo sols en aquella habitación, que no había nadie, nada. Así que me asusté tanto que bajé las escaleras gritando. Fue entonces cuando la tía de mi madre decidió contarme que hacía unos 80 años, una mujer, a pocos días de su boda, perdió la vida en el segundo piso. Nunca le hacía daño a nadie, pero a veces la veían junto a la ventana mirando hacia fuera, o paseando por la planta de arriba. La verdad que le doy las gracias por ayudarme y no dejar que me rompiese la cabeza por las escaleras, pero recuerdo que siendo una niña me asusté mucho.