Hoy me siento tan lejos de todo que hasta mi propio nombre me suena ajeno.
No sé en qué momento perdí las fuerzas. Solo sé que, de a poco, como quien deja caer las piedras de su bolsillo sin darse cuenta, fui soltando todo lo que me mantenía en pie.
Ahora solo me queda el vacío, este inmenso eco que responde a cada grito con un silencio aún más feroz.
Quisiera llorar, pero hasta eso me resulta difícil. Hay una tristeza tan profunda en mi pecho que ha apagado hasta las lágrimas. Solo queda este nudo en la garganta, esta pesadez que ni el llanto logra aliviar.
Me siento abandonado no solo por quienes alguna vez prometieron quedarse, sino también por mí mismo.
No sé cómo seguir caminando cuando cada paso pesa como si llevara el mundo entero sobre los hombros.
Me pierdo en pensamientos que duelen, en recuerdos que suplican ser olvidados, en sueños que se han marchitado antes de florecer.
Todo parece estar tan lejos de mí. Y yo… yo estoy tan lejos de quien fui.
Si pudiera, dormiría por días, por años, hasta que el dolor se cansara de buscarme. Pero aquí sigo, respirando apenas, sin encontrar motivos, sosteniéndome en nada.
Hoy escribo para decir que ya no sé cómo seguir. Que estoy cansado, roto, perdido.
Que ojalá alguien, en alguna parte, aún recordara quien fui, cuando yo mismo ya no puedo hacerlo.
Pero sé que el mundo no se detiene, ni siquiera por los que ya no tienen fuerza para caminar.
Así que cierro esta carta, no con esperanza, sino con resignación.
Si alguien la lee alguna vez, solo pido que no me olvide del todo.
Que sepan que, en algún momento, quise seguir. Que luché hasta que ya no pude más.
Y que, aunque terminé en el suelo, en algún lugar muy dentro de mí, aún brillaba una chispa pequeña, casi invisible, que nunca dejó de llamar a la vida.
Aunque nadie viniera. Aunque nadie escuchara.
#3306 en Otros
#866 en Relatos cortos
#208 en No ficción
amor, amor juvenil rencuentros de la vida, poemas cartas y un poco de tristeza
Editado: 03.05.2025