“Estoy harta de cubrir tus espaldas, tu padre se enterará de esto, y te aseguro que no estará contento”. Eso fue lo último que oír decir a mi madre antes de ponerme los audífonos y subir a tope el volumen de la música, no estaba de ánimos para seguir escuchando su sermón, además, estábamos encerrados en un espacio demasiado pequeño como para sentirme cómodo, por lo que decidí dejarla hablar sola mientras manejaba camino a casa.
Me habían suspendido por una semana, y si tuviera que volver el tiempo atrás y evitar todo esto, juro que volvería a hacer lo mismo, y peor, no hay nada más gratificante que ser el centro de atención, y en mi escuela vaya que sí lo era, sobre todo ahora que había conseguido viralizar las fotografías del equipo de natación femenino mientras se cambiaban en los camerinos, era el puto amo del instituto, y nadie podía quitarme aquello….
Bien, quizás afirmé eso muy pronto, porque la bofetada que me dio mi padre y lo que dijo a continuación hicieron que todo mi mundo se desmoronara… “nos vamos a Seúl, estás llegando demasiado lejos y no voy a consentir que sigas por ese camino, tienes suerte que el director de tu escuela sea un antiguo cliente, de lo contrario la expulsión que te merecías habría sido el menor de tus problemas”, y así, sin darme oportunidad a ninguna replica, me vi empacando toda la vida que había conseguido en Busan y trasladándome a Seúl, sí, esa misma Seúl, la cuna de nuestra civilización!! ehh soy super feliz! Mátenme ahora.
Decir que no estaba sorprendido con la velocidad que mis padres consiguieron solucionar todos sus asuntos y partir rumbo a esa maldita ciudad, sería mentira, aunque claramente no les di la satisfacción de demostrar aquello, ni mucho menos de exponer la inseguridad que me estaba carcomiendo vivo desde que todo esto comenzó, he trabajado duro para ser quien soy, tengo amigos que me admiran, chicas que sueñan conmigo y una fila de idiotas que solo aspira a ser como yo…simplemente me aterra estar perdiendo todo eso, y no poder recuperarlo…
Y cuatro semanas bastaron, en solo un mes mi papá gestionó su traslado, mi madre me consiguió plaza en un instituto, y me vi instalado en mi nueva habitación en Seúl. Todo es tan frustrante, y más el hecho de que mis padres estén cada día sobre mi intentando “enderezarme”, hacerme un buen chico, es absurdo, soy el mejor chico que podrían desear, soy fuerte y con eso debería bastarles.
—Jungkook, ¿te puedes bajar ya del maldito auto?
No sé qué me estaba desquiciando más, si la maldición que acababa de decir mi madre, o el hecho que me llame Jungkook desde el día que me suspendieron en mi antiguo instituto, ok, puede que sea todo un hombre, ya tengo 17, estoy en mi penúltimo año de instituto y todo, pero extraño sus Kookie, o Bebé, no lo sé, digo es mi madre, si ella no me llama por apodos cariñosos quién lo hará.
—No tenías que traerme, me estás avergonzando —exclamo frustrado, aun sin salir del auto.
—Claro que debía traerte, además pasaré por la oficina del director para agradecerle que permitiera tu ingreso con el curso tan avanzado.
—¡Mamá! No quiero que piensen que soy un nerd el primer día —grité, y es que ahí estaba, en el estacionamiento del instituto, comenzando esta nueva aventura, y mi madre no encontró nada mejor que ir a dejarme, ¡como niño pequeño!
—Cariño, por favor, esto no es un juego, prométeme que intentarás concentrarte solo en tus estudios, tu padre y yo estamos muy preocupados por ti, y aunque sabemos por qué te comportas así, no puedes…
—No, no sigas, sabes que no me gusta hablar de eso…no es justo… —le digo antes de salir del auto dando un portazo.
Ellos creen que lo entienden todo, pero no entienden una mierda, y aunque amo a mis padres, con la bofetada de papá y todo incluida, no puedo lidiar con sus intentos por ayudarme, a veces me asfixian, y yo solo quiero olvidar…
Casi sin darme cuenta, llegué a la oficina de la secretaria del director para buscar mis clases, estaba tan perdido en mis mierdas, que no había caído en cuenta que logré deshacerme de mi madre, y por lo menos eso me hizo sonreír.
Al cabo de unos minutos, y luego de oír las palabras de bienvenida de una señora regordeta con lápiz labial en los dientes, por fin salí de ese lugar y me concentré por primera vez en todo lo que había a mi alrededor. Si quería hacer las cosas bien, tenía que comenzar de inmediato a trabajar en ello, y por lo tanto había ciertas reglas que seguir para encajar tal como debía hacerlo.
El instituto era enorme, con varias torres esparcidas por el gigantesco campus, y justo cuando comenzaba a orientarme en el mar de alumnos que se movían como hormigas por todos lados, el timbre que avisaba el inicio de clases sonó y todos fueron moviéndose con rapidez por los distintos recovecos de este lugar.