“Mantén la calma y empieza a retroceder lentamente” murmuró Káel, mientras daba unos pequeños pasos hacia atrás, observando cuidadosamente al enorme oso de pelaje rojo que se posaba frente a él.
Este feroz oso rojo medía más de 3 metros de largo y tenía una visible cicatriz en su entrecerrado ojo izquierdo, posiblemente producto de un combate contra otro gran oso del bosque.
Estos animales solían ser bastante territoriales a veces, y eran los reyes en este lugar.
“¡Mantén la calma tú! ¡Yo me largo ahora!” chilló Killian, en pánico, mientras se alejaba a toda velocidad por el denso bosque.
Killian era el más rápido del grupo y Káel lo sabía. Por lo cual, si ambos corrían al mismo tiempo, lo más probable era que sea Káel quien acabe siendo alcanzado por las garras del oso primero.
Viendo que su compañero tomó la decisión fácil y se echó a correr solo de inmediato, sin siquiera tomar en cuenta las consecuencias de esto, Káel se vio forzado a escoger la única decisión posible que tenía y decidió confrontar al oso, mientras buscaba la forma de escapar.
Primero, cargó con su maná el búmeran y lo lanzó contra la bestia con toda su fuerza.
Este búmeran mágico tenía dos diferencias importantes en comparación con un búmeran normal. La primera, era que podía ser rellenado con el maná de uno, haciendo que se vuelva mucho más pesado y potente en sus golpes. Y la segunda, era que volvería hacia su portador incluso si el viento o las condiciones del ambiente no eran favorables. De hecho, mientras el maná en su interior no se agotara, y no hubiera ningún objeto excesivamente grande en el medio del recorrido, el bumerang regresaría a las manos de su dueño siempre.
El arma impactó contra el ojo derecho del oso, cegándolo ligeramente durante un breve instante. Después de todo, este era su único ojo útil, debido a que parecía no tener visión alguna en el otro ojo, en el cual tenía la enorme cicatriz vertical.
Káel atrapó el bumerang cuando regresó, y aprovechó que el oso parecía aturdido, para esconderse detrás de un enorme árbol cercano. De inmediato, comenzó a recitar un conjuro a toda prisa.
“Coctis Vallisque Terram” (Estacas de Tierra)
Una gran cantidad de estacas puntiagudas se levantaron alrededor del árbol; volviendo al terreno bastante peligroso, para cualquiera que lo pisara sin cuidado.
Káel arrancó del suelo algunas estacas del montón y, estirando su pequeño cuerpo infantil al máximo, clavó la primera estaca lo más alto que pudo, para poder formar su primera viga de soporte. Luego, trepó rápidamente el árbol hasta pararse encima de esta estaca clavada, e hizo lo mismo otra vez.
Debido a su pequeño tamaño, su peso total era muy bajo y desproporcionado, en comparación a su fuerza real. Esto le permitió realizar esta acción con mucha más facilidad que si fuera un adulto normal.
Después de ayudarse todo lo que pudo con las estacas para trepar este enorme árbol lo más rápido posible, cuyo ancho superaba por mucho sus cortos brazos, Káel descubrió que apenas había llegado hasta menos de la mitad de su altura máxima, y ya había agotado todas las estacas que arrancó del suelo.
Pero, igualmente, suspiró con alivio. Sería muy difícil que el enorme oso rojo, con su gran peso, alcanzar esta altura.
El oso se recuperó rápido y usando su olfato super desarrollado, no tardó demasiado en detectar a su presa. Este oso tenía una mirada astuta, y levantó su cabeza para observar mejor a Káel. Luego, como si estuviera analizando el asunto con cuidado, comenzó a dar vueltas alrededor del árbol con cautela; siempre lo suficientemente lejos del mismo, como para que sus enormes patas no toquen las estacas que Káel había creado en el suelo, alrededor de su árbol salvador.
Finalmente, olfateó otra vez y se echó a correr en dirección hacia donde se había escapado Killian antes.
« A veces ser pequeño no es una mala cosa. Para este oso solo soy un aperitivo difícil de conseguir, mientras que Killian con su gran altura debe parecer un delicioso almuerzo lleno de proteínas » analizó Káel, con alivio, mientras observaba al oso marcharse. Su fuerza todavía estaba lejos de alcanzar el nivel donde podría derrotar a un oponente salvaje tan formidable como este. De hecho, tan solo escapar, le sería algo muy difícil de lograr actualmente.
A pesar de que los osos rojos no eran considerados como criaturas mágicas, todavía eran muy fuertes y resistentes debido a su grueso pelaje. Además, eran sumamente inteligentes y los principales depredadores en este bosque, por lo cual, no podían ser subestimados.
Káel decidió bajar del árbol, luego de esperar algunos minutos para asegurarse de que el oso no regresara, y finalmente continuó con su recorrido hacia el pabellón de aprendices; mientras marcaba algunos árboles al pasar.
« Espero que Killian sea verdaderamente rápido esta vez, de lo contrario, ese astuto oso tendrá un sabroso almuerzo hoy. » pensó Káel, con ligereza.
En realidad, a él le importaba muy poco el cobarde de Killian.
Káel se había quedado mosqueado porque la otra parte salió corriendo de inmediato, en lugar de pensar en un plan que pudiera beneficiarlos a ambos.
Si Káel no hubiera tenido el bumerang mágico o no hubiera podido trepar el árbol, sería él quien estuviera en problemas ahora.
« Killian es muy poco fiable… » pensó Káel, negando con la cabeza.
¿Cómo podría confiarle la espalda en un futuro a alguien que salía corriendo como gallina ante cualquier peligro al azar? ¡El valor de Killian como aliado había caído en picada para Káel!
Un tiempo después, llegó hasta la zona del bosque que bordeaba al pabellón de aprendices, esta zona era fácil de detectar debido a que había muchos sauces rojos plantados en este lugar. Tullido anteriormente les había explicado que ver este tipo de árbol significaba que estaban cerca de la entrada a la Gran Biblioteca.
Editado: 11.05.2020