—Señorita, Sabrina — escucho la voz de mi jefe de área — tarde otra vez — observo mi reloj de muñeca.
—Son los dos minutos que tardo en ponerme el uniforme — quiero poner mis ojos de huevo pero no puedo, que mujer tan estresante.
—Esos dos minutos le sirven para adelantarse a las demás camaristas — apunta algo en su libreta, me entrega la hoja de las habitaciones que limpiare hoy y me voy a la bodega.
Saco el carrito de la bodega y tomo el ascensor de empleados para empezar desde el sexto piso, aliso mi uniforme para quitar pequeñas arrugas. Muevo mi carrito por el pasillo hasta quedar frente a la puerta de la habitación 520 es la única que tengo que limpiar en este piso pues está reservada y todo tiene que estar impecable.
Abro con y entro con mi inseparable kit de limpieza, limpio el cristal del baño y todo en su interior, sacudo la cama, los dos floreros, la pantalla plana y todo en la habitación mientras escucho musica con mis auriculares conectados en el teléfono.
Me doy el lujo de acostarme un momento en la cama, es lo más cerca que estaré de algo así de cómodo en toda mi vida, suspiro ante la comodidad, después me levanto y me quito los auriculares para guardarlos en el bolsillo de mi pantalón.
Lo único bueno en este trabajo es que puedo usar pantalón un poco suelto y no falda o vestido, al salir cierro la puerta y tomo de nuevo el ascensor, me cuesta trabajo como siempre meter el carrito, pues pesa mucho.
Cuando llego al quinto piso tacho de la lista el cuarto que ya limpie y avanzo hacia el 402, mientras los huéspedes no están arreglo y limpio el cuarto, coloco toallas limpias, jabones y sobre la cama dejo dos chocolates y así lo hago con el 403 y 404.
Muevo mi carro hasta la habitación 410, tacho en mi lista los cuarto que ya limpie, solo espero que esta vez mi jefa no se le ocurra decirme que una habitación está mal limpiada porque yo podre ser pobre pero limpia.
Tomo mi kit de limpieza y se me hace raro que la puerta de este cuarto este entre abierta, quizás al cliente salió con prisa y no se fijó, termino de abrirla y mis pies se quedan pegados al suelo ante lo que estoy viendo.
—Por favor — suplica un hombre que esta golpeado en el suelo — te prometo que tendrás la droga de vuelta.
"Tonta no te quedes mirando, vete" me grita mi subconsciente. Dos hombres están frente al sujeto que está en el suelo, el que le punta con una pistola, sonríe y le dispara.
Un pequeño grito sale de mi boca, la tapó con mi mano, pero ya es tarde, me han descubierto. Poco a poco comienzo a retroceder, los hombres me miran amenazadoramente, comienzo a correr y tomo las escaleras de servicio, bajo cada escalón hasta que llego a la oficina de mi jefe.
—Lo mataron — digo tratando de recuperar el aire — mataron a alguien en la 410.
La mujer que cada día me regaña por llegar dos minutos tarde me mira como si fuera una locura lo que digo, vuelve a poner su atención a unos papeles que tiene frente a ella.
—¡MATARON AUN HOMBRE EN LA 410! — Golpeo su escritorio para llamar su atención — llame a seguridad y que vea la cámara de ese piso para que vea como me persiguen dos hombres.
La mujer me mira furiosa por mi altanería, jamás le había gritado ni siquiera cuando me trataba con la punta del pie
—Sabrina, esta despedida — le acabo decir que hubo un asesinato y me despide.
Furiosa, salgo de su oficina y ni siquiera me molesto en quitarme el uniforme, tomo mi bolsa y salgo de ese lugar, apresuro el paso para refugiarme en mi casa, tengo que largarme de la ciudad, irme a una isla desierta o la cueva más alejada de los curiosos, no me importa tengo que irme.
En cuanto llego a mi casa, tomo una mochila grande color chocolate, guardo casi toda mi ropa e ella, mis cosas personales, tomo el poco dinero que tenía guardado.
Pero antes de salir entran a la fuerza a mi casa, son los mismos hombres que vi en el hotel. Uno de ellos me toma del cabello jalándome, me quejo pero no sirve de nada.