Mi Única Inspiración.

5

2:37pm

 

—Es lo mínimo que puedes recibir —dijo Alex, a mi lado—. Eres una estrellita en ascenso.

Arqueé una ceja. Estaba en la oficina de Christian Morgan, dueño de Space Records, mejor amigo de mis papás, papá del chico del cual estoy enamorada desde siempre y, ahora, mi propio jefe, para firmar contrato con su disquera.

 Oh, Dios, esto es una completa locura.

—Pensé que era Missy —jugueteé con el apodo que me había dado desde mis siete años por decir error cuando él preguntó si yo era Alana.

Había odiado ese maldito apodo por once largos años, pero cuando salió de su boca en cuanto me saludó hoy… Nunca había amado más ese ridículo apodo tanto como hoy.

—Siempre serás mi Missy, estrellita —Una risa sexy y ronca salió de él. Malditas hormonas—. Pero es en serio, lo que está haciendo Christian es lo mínimo que mereces. Tienes un don, Missy. Un increíble don —sonreí—. Además de tener esas piernas asesinas, un culo que todas las mujeres querrían tener y unos ojos matadores, tienes una increíble voz —mi sonrisa fue borrada y sustituida por un furioso rubor. Podía sentir mis mejillas ardiendo. Imbécil—. Te ves adorable cuando te sonrojas.

Para mi pesar, mis cachetes se pusieron más calientes.

—Alana tiene razón —señalé. El alzó una de sus cejas, interrogándome—. Eres un cabrón —expliqué.

Rió.

—No deberías estar sacando palabras tan sucias por tu boca —se acercó un poco más a mí quedando a escasos centímetros de mi boca—. No es propio de ti.

Su aliento se mezclaba con el mío y me hacía sentir cosas que yo no debería.

—Alex —susurré, desviando mis ojos a sus labios y luego a sus ojos color azules.

—Missy, pídeme que me aleje —murmuró roncamente cortando lentamente la distancia que quedaba entre nosotros. No. ¿Estás loco? ¿Por qué diría eso?—. Khalanie, pídelo.

La manija de la oficina empezó a moverse y eso le dio a Alex una razón para alejarse y sentarse en una de las sillas de cuero de su papá, además me dio a mí aire fresco para pensar en la maldita locura que iba a cometer.

Oh, por Dios, iba a besar a Alex Morgan, ¿qué mierda?

—Bien, siéntate, Nee —pidió Christian, posicionándose detrás de su gran escritorio, con unos papeles en la mano. Observó a Alex mientras yo tomaba asiento—. ¿No tuviste suficiente con oírla cantar? —Le preguntó, burlón.

Alex hizo una mueca.

—Volveré para cuando hayan terminado —respondió secamente y salió sin dirigirme una segunda mirada.

Fruncí el ceño. ¿Y ahora qué demonios pasaba con el chico?

—No te preocupes por él, desde que volvió ha estado un poco más cascarrabias de lo usual —sonrió Christian—. La denuncia de Halland Records lo tiene así —asentí inconscientemente y admito que me preocupé un poco. Había oído hablar del tema de la disquera, pero no me atrevía a preguntar—. Pero bueno, ¿firmarás o te arrepentiste? —Señaló el contrato que tenía enfrente de mí, sacando de mi cabeza momentáneamente mis preguntas—. Nee, lo que estas a punto de firmar es una gran responsabilidad. No es solo ser parte de mi disquera sino que también eres la cara de ella. La representas —lo miré—. No quiero que te sientas obligada a nada, pero sí quiero que entiendas que tendrás en tus hombros una gran responsabilidad con la que deberás cargar.

Exhalé una gran cantidad de aire de mis pulmones. Era cierto. Ser miembro de una disquera era una cosa, pero, ¿representarla? ¿Ser la cara de ésta? Mierda.

“Pero confío en ti, Nee —continuó Christian—. Eres responsable. Por eso estoy rogando esto. Sabrás que hacer y estarás bien —volvió a señalar los papeles y me tendió su bolígrafo elegante—. Harás esto bien.

Pasé mi mano derecha por mis vaqueros, tratando de quitar el sudor que se había acumulado en ella debido a los nervios y tomé el bolígrafo que me tendía.

¿Y qué si no lo hago bien? ¿Qué si termino como mamá a causa de las presiones que una decisión así conlleva?

Oí el suspiro de Christian y temí haber dicho mis temores en voz alta.

“No lo harás, Nee.

—¿No haré qué? —Murmuré sin despegar la mirada del contrato.

—Mírame —pidió Christian con voz dulce. Lentamente levanté mi mirada para chocar con sus ojos azules—. No terminaras como Grace, Khalanie. No permitiré que lo hagas.

—¿Por el bien de su disquera o por el mío? —Me escuché decir, monótona.

Christian sonrió con dulzura.

—Por el tuyo —respondió sinceramente—. Nee, por Dios, puede que la disquera sea mi trabajo de casi toda la vida, pero tú… A ti te conozco antes de que siquiera dijeras agua como tu primera palabra. No dejaré que nada te tumbe, preciosa. Ni siquiera tus inseguridades —prometió.

—Por lo que sé, el trabajo y el amor nunca funcionan bien juntos —repliqué.

¿Qué demonios, Lanie? Cierra el pico.

Christian frunció el ceño.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.