Mi Única Inspiración.

8

Alex

7:36pm

 

—Ella canta espectacularmente —murmuró Doris, un chico de audiovisual, viendo embobado como Khalanie cantaba una de las canciones favoritas de Ashton.

El chico tenía una seria obsesión con Ariana, y ahora, como de seguro había descubierto que a Missy también le gustaba aquella chica...

Dios mío.

Había sido un placer escuchar a Missy cantando a todo pulmón y llegando sin ningún esfuerzo a las altas notas de Ariana, pero Doris tenía razón. Missy, por primera vez en años, sentía el escenario y la música como su territorio y emitía el sentimiento de estar cómoda y segura, cosa que pocos artistas lograban dejar ver. Me encantaba que estuviese siendo ella con el escenario y ya. Ella hacía que nadie le prestase la atención requerida a su vestuario sino a su voz, era increíble.

Aunque, para mi malestar interno, todos y cada uno de los chicos con los que ya me había cruzado con anterioridad estaban babeando por como ella lucía. No es que estuviera en contra, Missy lucía aún más asombrosamente sexy de lo que creía posible después de verla esta mañana.

Solté inconscientemente una maldición. Esta mañana, recordé. Las cosas no habían terminado muy bien con Missy. Después de que casi la terminara besando, la insultara, la defendiera de la maldita de Danielle y del imbécil de Jonas, ella salió echando chispas del lugar sin darme un pequeño lapso para disculparme por ser un completo idiota.

Tampoco tenía tiempo de sobra porque mi papá me arrastró nuevamente a su oficina para darme noticias sobre la denuncia de Max. Irrelevantes o no, tenía la intención de saltarme esa parte, salir corriendo de la disquera, llegar a donde estuviese Missy y pedirle perdón así fuese de rodillas, pero mi papá tenía otros planes.

No suavizó la noticia de que yo ahora contaba, si quería, con su disquera para que empezara a sacar música nuevamente. No iba a presionar en el tema y quería que le dijera cuando estuviera listo. No tuve que tener el tiempo suficiente para darle el . Él tampoco perdió tiempo en decirme que podía estar en el concierto de esta noche con la banda Push y unírmele a ellos con, por lo menos, dos canciones, para darme la bienvenida nuevamente.

—¿No es ilegal? —Había preguntado en ese momento.

Mi papá esbozó una sonrisa.

—¿Te preocupa lo que sea ilegal ahora? —Cuestionó, dándome una mirada burlona.

Puse los ojos en blanco.

—Christian —repliqué.

—Alexander —respondió él, divertido—. Pero no, Tobías revisó los papeles de la demanda y a ti solo te denuncia por la falta de responsabilidad que tuviste en la disquera de Max al desaparecer dos años y dejar tu proyecto a la mitad —el gruñó—. El bastardo quiere que todas tus canciones nuevas en cualquier disquera le pertenezcan a él así como las viejas, así que por ahora tendrás que cantar algunos covers de las canciones de la banda hasta que Tobías y yo podamos resolver este desastre.

Suspiré, frustrado.

—Si yo no me hubiese ido...

—No empieces —cortó él—. Maldita sea, Alex, si tú no te hubieses ido, yo nunca hubiese apreciado realmente tu trabajo y no hubiese entendido la presión por la cual estabas pasando —me dio una mirada triste—. Lo siento, hijo.

—No es tu culpa, papá —le espeté con cariño.

—Parte de ella la cargo a mis espaldas —respondió—. Ahora vete. Trey te está esperando afuera para prepararte para la noche de hoy —señaló la puerta—. Tengo que hacer muchos cambios.

Le lancé una mirada divertida.

—¿No que no ibas a presionar en el tema? —Cuestioné entretenido.

—No puedes matar las esperanzas de tu viejo, hijo —se rió.

Con eso, me incorporé y sí, ya Trey estaba esperándome en cuanto salí de su oficina, entusiasmada.

—Hola, preciosa —la saludé.

Trey soltó un pequeño gritito y saltó a abrazarme.

—No te dejaré desaparecer nunca más, Morgan —sentenció ella, soltándome.

—También te extrañé, Trey.

Ella negó con su cabeza.

—No, nada de sentimentalismos, tenemos que movernos en una agenda apretada. Mueve tu trasero, amigo.

—Cómo desees, preciosa —reí.

—Ah, me agradan las sorpresas —anunció mi papá, recostado en una silla enfrente de unas pantallas distribuidas sutilmente por toda la habitación, trayéndome de vuelta al presente, admirando como la voz de Bree, la pequeña castaña y amiga de Missy, empezaba a llenar la sala, soltando una voz sorprendentemente cálida. Mi papá me miró—. ¿Sabías que ella cantaba?

Negué con la cabeza.

—Tú realmente tienes que parar de esconderte aquí para espiarlos y darles la patética excusa de que estás pendiente de todo —advertí, irónico—. Ya todos saben que tu excusa es solo eso.

Papá me lanzó una mirada mortal. Estábamos en el espacio del equipo de audiovisual. Lugar en donde mi papá se escondía en cada concierto para espiar a los chicos quienes, de vez en cuando, según él, sacaban temas jugosos para un viejo como él.

Riendo, cambié de tema.

—El grupo de Missy siempre trae consigo sorpresas agradables —le dije a mi papá.

—¿Missy, eh? —Cuestionó él con una sonrisa plasmada en su estúpida cara—. Tenías años sin llamar a nadie tan cariñosamente, Alex.

Resoplé.

—Las he llamado...

Cariñopreciosa y bebé no cuentan como apodos cariñosos si se los das a cada mujer con la que follas, hijo —bufó él, interrumpiéndome.

Rodé mis ojos.

—Cómo tú digas, viejo —mascullé.

—Le propondré a esa pequeña un contrato —anunció papá, feliz—. Su voz es sorprendentemente dulce para esa chica.




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