Michael se puso de pie nuevamente para apagar la luz y dejar sólo la tenue luminosidad de la lámpara de noche que había en la mesa. Guardó las cosas del botiquín dejando todo en su lugar y fue hacia el lado del armario que le pertenecía a ella.
Se detuvo un momento observando algunas prendas que ella había dejado cuando se marchó siete años atrás, él no había movido nada, todo estaba tal y como Sophia lo había dejado.
Con las manos temblorosas tomó un pijama de su ex esposa volteandose para verla un momento, se sentía algo nervioso y quizás un poco atrevido al pensar lo que haría, pero eso no lo detuvo en lo absoluto.
Con cuidado volteó un poco el cuerpo de la castaña bajando lentamente el cierre de su vestido, tragando grueso al divisar su espalda blanquecina desnuda. Volvió a recostarla y bajó las tiras del vestido por sus hombros hasta quitarlo por completo deslizandolo por sus piernas hasta sus pies.
Dejó la fina tela estirada a los pies de la cama conteniendo la respiración cuando se giró nuevamente encontrándose con el cuerpo de la mujer que amaba semidesnudo en su cama. Sintió como sus mejillas se sonrojaron al instante, sentía que había sido una completa eternidad la última vez que la vio de esa forma.
Pasó una mano por su cabello intentando controlar su respiración y apartó la vista tomando el pijama que antes había sacado de closet y evitando hacer el mayor contacto posible, se lo puso tomando delicadamente sus brazos primero para pasarlos por la prenda, finalmente su cabeza deslizando la tela hasta que la cubrió hasta un poco más arriba de las rodillas.
con delicadeza metió su cuerpo debajo de las sábanas para taparla hasta los hombros como sabía que le gustaba dormir. Sophia se removió un poco, más no se despertó, en cambio sólo formó una leve sonrisa en sus labios, misma sonrisa que no pasó desapercibida para Michael.
Besó su frente suavemente antes de volver a sentarse a un lado de la cama contemplando su rostro y tomando una de las bolsas de hielo para posarla con cuidado en la mejilla enrojecida e incluso ya casi morada de su bella mujer. Volvió a tomar su mano y así se quedó un par de horas más velando el sueño hasta que el cansancio lo venció y cayó dormido en aquel lugar, sosteniendo su mano como lo habían prometido el día de su boda, en las buenas y en las malas.
Los rayos del sol comenzaron a filtrarse por la ventana, Sophia abrió lentamente sus ojos asustandose un poco al no ver el techo de su habitación, se sentó rápidamente haciendo que la bolsa que contenía hielo durante la noche cayera en su regazo.
El agarre de su mano impidió que se moviera y al girar su rostro divisó esa rubia cabellera que reposaba tranquilamente en el borde de la cama.
—¿Michael?.— preguntó en un susurro sin comprender que sucedía, hasta que su mirada se encontró aquel relicario roto en la mesa de luz.
En ese momento recordó todo lo que había pasado con Edward y la preocupación que se había instalado en su pecho aumentó al ver los nudillos lastimados Michael.
—Michael.— su voz se quebró en un susurro al notar que estuvo toda la noche cuidándola, sin moverse de su lado, tal y como lo prometió.
Contempló su rostro con las lágrimas en los ojos reconociendo al fin donde se encontraba.
—Buenos días, mi princesa.— saludó con una sonrisa llevando la mano de Sophi a sus labios
Sophia no vio nada más que no fueran esos hermosos ojos verdes llenos de ternura y amor, con los cuales soñó casi todas las noches que estuvieron lejos el uno del otro. La calidez de sus dedos y su sonrisa la cautivaron de una manera inexplicable.
Estaba donde debía estar y con quien debía estar
—¿Quieres desayunar?.— su voz la sacó de la ensoñación en la que estaba sumergida.
Sin pensarlo un segundo lo tomó de sus mejillas atrayendo a sus labios para poder besarlo como quería hacerlo desde el momento que lo vio entrando a la iglesia del brazo con su hija
Michael abrió un poco sus ojos por la sorpresa pero jamás negándose esos labios que siempre lo enamoraron.
Sophia lo atrajo aún más acostándose hacia atrás y él quedando encima suyo. Era un beso desesperado por parte de ambos, querían devorarse el uno al otro con todo el deseo reprimido que compartían.
El rubio subió la mano apartando algunos cabellos de ella mientras la acariciaba con suavidad. El beso se fue tornando más delicado, pausado y lento, pudiendo disfrutar por completo los labios del contrario, al mismo tiempo que sus respiraciones se mezclaban. Tenían los ojos cerrados e inevitablemente ambos soltaron lágrimas sin dejar de besarse y es que estaban tan felices que no había otra forma de expresarlo, las palabras sobraban y los sentimientos simplemente estaban ahí, imposibles de describir con letras y los latidos de sus corazones eran los delatores de ese amor.
Cuando ya no podían contener más el aire en sus pulmones se separaron unos centímetros conectando sus miradas y sonriendose mutuamente a la vez que reían juntando sus frentes y chocando sus narices.
—Te extrañé.— dijo él intentando recuperar el aliento.
—Yo también.— respondió ella de la misma forma.
Michael volvió a besar sus labios para convencerse que era real, que ella realmente estaba entre sus brazos, sintiendo su calidez y dulce sabor mezclado con el olor de su piel.
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Editado: 14.02.2023