Tu entraste a mi vida igual a como entraste en aquel salón; sin ninguna preocupación.
Tus ojos grises recorrían el salón en busca de un asiento disponible y es que llegaste demasiado tarde y bueno era tu primer día, no conocías a nadie que te hubiese podido guardar un lugar.
Pasaste una mano por tu cabello castaño apartándolo de tu rostro y acomodándolo, justo antes de que el profesor notará tu presencia.
—Tú debes ser Jonás— mencionó revisando la lista de asistencias,
—Si, lo siento— hiciste con tu mano un ademán para señalar detrás de ti —Me han entretenido un poco en...—
—Si, sí, pasa y siéntate— sonreíste a punto de burlarte.
Mencionemos que mientras caminabas al único lugar disponible del salón, no puedes negarlo, sabías que captabas la atención de todas las chicas del salón.
Pasaste a mi lado y sentí cómo contuve la respiración, ibas camino al lugar que estaba al lado de la castaña pecosa que era líder de las porristas.
Y no es como que haya estado siempre desocupado, pero apenas te vio y corrió a su amiga para que tú pudieras sentarte ahí.
Así funcionaban las cosas, todos la obedecían y le temían.
En fin, te sentaste a su lado, le sonreíste y yo; yo seguía mirando atentamente el cómo tus ojos seguían buscando algo en el salón.
Y es que ¿Quién te culparía?
Eras nuevo, no conocías a nadie y apenas entraste ya pertenecías al grupo élite de la preparatoria.
Y era cuestión de tiempo, si no pertenecías realmente a ellos pronto te hartarías.
Buscabas opciones.
Jonás, permíteme decirte algo.
Nuestra historia es incoherente, atrabancada, estúpida y llena de amor.
Por qué desde ese día en que tú llegaste acomodándote tu cabellera castaña; todos mis suspiros fueron tuyos.
Hasta que lo arruinaste.
Bueno, arruinamos.
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Editado: 16.12.2021