Mi version de ti

8

Miraba a Enzo, luego a mi mi madre, luego al bizcocho y de nuevo a Enzo.

¿Seguiría dormida y eso no era mas que un sueño?

Me froto los ojos pero la imagen no cambia.

-¿Qué haces aquí? -pregunto sin ocultar mi enfado.

Enzo me mira sorprendido ¿Esperaba que me pusiera contenta?

-Hija no seas desagradable, el chico estaba preocupado por ti -le defiende mi madre y tengo ganas de matarla.

-¿Nos disculpa un momento señora Young? -se levanta y se acerca a mi.

-Oh cariño es Díaz, mi marido es Young, pero puedes llamarme Maria.

-Claro, disculpa Maria me llevo un momento a tu hija -le informa y no es una pregunta.

Me coge del brazo disimuladamente y me lleva hasta fuera. Sigo tan paralizada por la escena que ni siquiera me opongo. Además tenía tan pocas ganas de estar allí como él.

Su tacto en mi piel desnuda vuelve a reavivar sentimientos que ignoro por completo.

Cerramos la puerta y me suelto bruscamente.

-No me toques -le ordeno furiosa.

Enzo me mira, entre frustrado y enfadado.

-Vamos a mi coche, allí podemos hablar -sigue con su tono autoritario.

¿No sabía pedir las cosas?

-Yo no voy a ningún sitio contigo.

Enzo se acerca demasiado para mi gusto y echo el cuerpo para atrás.

-Si no quieres que tu querida madre oiga nuestra conversación por detrás de esa puerta ven al puto coche de una vez.

Me muerdo el labio. Tenía razón, mi madre en esos momentos estaría buscando un buen vaso de cristal que apoyar en la puerta y poder oír cada palabra que decíamos. Se pone a caminar y aunque me saca de quicio le sigo.

Su coche no estaba nada mal para ser el de un chico tan joven. Un Audi A6 color azul metálico que consigue que suelte un "uau" en mi cabeza.

Entra dando un portazo y estoy a punto de sentarme delante cuando cambio de opinión. Abro la puerta de atrás y me siento.

Al menos en algo podía tener el control. No era mucho la separación entre los pasajeros y el conductor pero menos lo sería de copiloto.

Al ver donde me había sentado me mira y pone los ojos en blanco. No era el único que sabia sacar a la gente de quicio.

Sale de nuevo del coche y se sienta detrás. Me arrepiento al instante de la estupidez que acabo de cometer. Ahora no había nada que nos separara. So olor ocupaba toda la atmosfera del coche y me encojo hacia un lado. Mis ganas de salir corriendo aumentaban por momentos.

-¿Cómo sabias donde vivo?

-Esta en tu expediente -aclara tranquilamente.

-Pero los expedientes son secretos -recuerdo y al ver su expresión caigo en la cuenta de la estupidez que acabo de soltar.

Eran secretos si no era el hijo de puñetero director. No me gustaba un pelo que hubiera leído cosas sobre mi vida. No tenía derecho alguno.

-Creo que no me expresé de la mejor manera ayer -empieza mientras mira el reposacabezas fijamente.

-¿Y? -le animo a que siga.

-Pues eso.

Reprimo una carcajada. Eran tan pocas las veces que ese chico se había disculpado que ni siquiera sabía como se hacía.

-¿Me estas pidiendo perdón?

Apoya todo su cuerpo en el asiento y se deja caer. Parecía cansado, como si no hubiera dormido mucho. Aunque claro, después de la paliza que le habría dado Maria Díaz cualquiera estaría sin fuerzas.

-Yo no me disculpo Kate -su tono sigue siendo igual de prepotente que siempre-. ¿Dónde estabas? -cambia bruscamente de tema al ver que no pensaba responderle.

-A ti que te importa.

-Como novio creo que mucho.

-¿Pero no era todo una farsa, un engaño y una mentira? -le recuerdo cada una de sus palabras y por su expresión sé que le molesta.

-El rencor te hace parecer menos guapa ¿lo sabías?

-¿Qué has venido a hacer aquí? -le reprocho.

La verdad es que no lo entendía. Se había metido en mi casa, con mi familia solo ¿para qué? Si no pensaba disculparse era una tontería todo ese paripé.

-¿Has visto la foto que circula por ahí? -pregunta.

Sus cambios de tema hacían difícil seguir el hilo de la conversación.

-Si piensas que voy a disculparme lo llevas claro.

-No es eso -me interrumpe bracamente -. Cuando la vi me di cuenta de una cosa.

Le miro desconcertada esperando a que siga.

-No me importa meterme en líos o no, lo único que quiero es que ese gilipollas no se acerque mas a ti -suelta y sigue mirando a la nada.

Su confesión me deja helada. Al parecer tampoco le daba tan igual. Intento buscar algo que decirle pero no encuentro las palabras. Sigo dolida por lo mal que me trató y las palabras de Marina dan vueltas en mi cabeza. Un ciervo. ¿Eso estaba siendo?

Enzo se pone recto y se acerca a mi, acorralándome contra la puerta. Todo mi cuerpo se tensa al notar su calor y sus ojos recorriendo mi cuerpo. Me sujeta la cara con las manos y me derrito ante su tacto pero sigo sin moverme.

-No me voy a disculpar porque tenía mis razones para hacer lo que hice, pero sí te aseguro que nadie volverá a hablarte así estando yo delante -me promete y sus palabras consiguen llegar hasta mi maltratado corazoncito.

Le miro y sus ojos se posan en mi boca. Pasa la lengua por su labio superior sin quitar la vista de los míos.

-Tengo una condición -trago saliva e intento no mirar esa boca.

Cojo sus manos y las aparto con suavidad de mi cara. Necesitaba toda su atención para lo que quería decirle.

-Quiero que lo pongas por escrito -le suelto y me mira sin entender nada -. Lo del trato, me refiero. Quiero que tu y tu padre firmes un contrato en el que quede claro que esto no es mas que un acuerdo.

Enzo se echa un poco mas para atrás y el frío vuelve a rodearme.

-¿Por qué?

-Porque no sé si dentro de dos días te cansaras de mi y me mandaras a tomar por culo, cosa que ni tu padre ni el espíritu santo podrán impedir. En ese caso habré echo todo esto para nada y me quedare con una mano delante y otra detrás otra vez.




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