El tiempo en el hospital le pareció eterno. Al salir, Clara se deslumbró cuando el sol le pegó en los ojos, llevaba horas sin verlo y sus pupilas se habían acostumbrado a la penumbra del hospital.
Lorena la sostenía del brazo, ayudándola a mantener su equilibrio.
Había estado un día entero allí dentro, comiendo de una bandeja, teniendo que pedirle ayuda a su amiga a la hora de ir al baño, y sin poder ducharse ni lavarse la cara sin que el agua fría penetrara en sus heridas como cuchillas de hielo. Le dolía todo, a pesar de que tuviera el antebrazo morado de tantos analgésicos inyectables.
Se había visto en el espejo del baño y había quedado espantada: casi toda su cara estaba morada, sus brazos y otras partes de su cuerpo también. Tenía los ojos rojos e hinchados, su piel pálida, casi translúcida, y ojeras. No se reconoció; se echó a llorar apenas se miró.
Ahora se observaba en la cámara de su teléfono, tenía mejor aspecto. Los moretones seguían vigentes, no se irían por un buen tiempo, pero no estaba pálida ni ojerosa, y sus mejillas tenían un color sonrosado. Y con algo de maquillaje podría tapar las heridas.
A pesar de que ya todos sabían que había sido golpeada.
Por su pareja. Su ex-pareja.
La persona que debería haberla protegido de todo mal.
—Dejaré de pensar en él —susurró, se estaba dando una orden.
—Linda, una amiga sabe de un lugar donde tienen departamentos hermosos a un buen precio —Lorena apareció tras ella y la abrazó—. Si quieres podemos pasar a verlos y me dices que te parece ¿Está bien?
Clara asintió. Necesitaba sentirse a salvo.
—Iremos hoy mismo después del trabajo. Yo... —hizo una pausa, luego continuó— tengo que mudarme cuanto antes.
—Está bien.
—Y por favor no le digas a nadie aún. Prefiero decirlo yo cuando esté lista —Lorena asintió.
Clara sabía que podía hablar con ella sin ningún problema; no tenía problemas con las otras chicas, de hecho también eran sus amigas, y de seguro iban a apoyarla igual. Pero Lorena había pasado por una situación así y comprendía de sobra a Clara. Sería capaz de ponerse completamente en su lugar y brindarle palabras de apoyo y abrazos, en lugar de darle consejos de mala forma o solo correr a la policía.
A pesar de las advertencias de su amiga pelirroja Clara fue al trabajo de todas formas; se vistió, se maquilló un poco para cubrir las marcas, se recogió el cabello y comenzó con su trabajo.
Sus compañeras la miraban como si fuese un fantasma, con los ojos abiertos y cargadas de sorpresa. Pero eso ya no le importó, solo se limitó a cumplir con sus tareas y recibir las propinas —¿De caridad? ¿De lástima?— que le dejaban sus clientes. Algunos también la halagaban, otros le daban el pésame.
Ella solo les agradecía con un gesto de la cabeza y seguía adelante.
El bar estaba lleno, más que de costumbre, y ninguna de las camareras daba a basto. Roy, el cantinero, hacía los tragos y destapaba las botellas lo mas rápido que podía. Lorena y Lucy, su hermana menor, trataban de hacerles de apoyo a las camareras principales como Carly o Alexa.
Clara vio a lo lejos un rostro que le pareció vagamente familiar; rizos oscuros, piel blanca, labios gruesos, mejillas rojizas, ojos verdes. Tardó, pero pudo reconocerlo después de un rato de verlo fijamente.
No le había prestado atención antes a sus rasgos, pero ahora que era capaz de verlo bien le parecía atractivo. Sin embargo su semblante tranquila cargaba con algo oscuro, algo que ella fue incapaz de descifrar.
Con la bandeja vacía en mano se acercó a él lista para tomar su orden, pero mas que nada lista para otra cosa.
—Buenos días, señor ¿Quiere que tome su orden? —preguntó.
Habría querido decir lo demás de inmediato, pero las palabras se atascaron en su garganta por varios segundos.
Él la miró. Clara vio algo que brillaba en sus ojos. No supo qué, pero supo que la puso algo nerviosa.
—Solo una copa de vino —dijo el chico y sonrió. Clara le devolvió el gesto.
Escribió en su libreta el pedido del chico, y se dio la vuelta dispuesta a irse, hasta que unas palabras la detuvieron.
—¿Te encuentras bien? —preguntó aquel hombre.
Clara se dio la vuelta, y sonriente respondió
—Sí. Gracias a...ti.
—No, mas bien gracias a tu amiga la pelirroja que te llevó al hospital.
—Pero eso fue gracias a ti —sintió mas confianza en sí misma al hablar—. Tú...usted me...salvó de morir a golpes, prácticamente.
—Oh eso...no fue nada. Supongo que cualquiera que hubiese podido lo habría hecho.
—Pero no lo hizo cualquiera. Usted lo hizo. Usted me salvó. Usted...le hizo frente a mi novio. Ex-novio.
—No me sorprende haber sido el único. No todos tienen agallas para enfrentarse a un gigante como ese.
—Usted...tiene mucho valor.
Clara se dio cuenta de que sus mejillas estaban enrojeciendo, y no quiso seguir con la plática. Ya le había agradecido, ya había dicho todo lo que tenía que decir. Era momento de irse.