Cuando tenía cuatro años vivía con mis padres y mis hermanos en casa de mi abuela, un día yo estaba viendo la televisión, Bob esponja para ser exactos, mi caricatura favorita por cierto, de pronto llegó un señor y tocó la puerta, tenía cara de malo, parecía vagabundo, sinceramente me daba miedo. Pero me habló y entonces fui hacia el y entablamos una conversación.
- ¿Qué tal pequeña, quieres una paleta? Preguntó el señor.
- Mamá no me deja aceptar detalles de extraños, le respondí.
- Pero no pasará nada, sólo es una paleta, dijo el señor. - Está bien, pero no le digas a mamá, le dije al señor.
De repente sentí una mano muy gruesa, robusta y grande tocando mi pierna, me espanté, nunca había sentido algo así, comencé a sentir como tocaba mis partes íntimas, me dió mucho miedo así que sólo me aparte de ahí porque mamá siempre me decía que nadie podía tocarme ahí, sólo yo. Regresé corriendo a ver Bob esponja y no le dije a nadie porque si no él mataría a mamá y papá, vamos entendiendo, ¿cierto?.
Desde ese momento viví atemorizada, mamá y papá corrían peligro, pero desde esa vez no volví a ver a ese tipo.