— ¿Por qué debemos compartir el auto con él? — Markus preguntó, mientras Keid se subía a la camioneta de Dante con ellos.
— Mi primo… está de visita y no tiene donde alojarse, así que se quedará unos días conmigo— El pelirrojo explicó nervioso, encendiendo el motor.
— ¿Algún problema? — El chico de cabellos oscuros lo enfrentó.
Markus no respondió, y solo atino a subir detrás de él. Había algo en aquel chico que no le daba demasiada confianza, además, Dante jamás había mencionado la existencia de un primo lejano con sus características. Todo el asunto le parecía extraño.
El lugar era estrecho, tras acomodar los instrumentos musicales, pero de alguna forma los tres pasajeros restantes lograron amoldarse.
— Entonces Keid ¿Vas a hacer la audición para ser nuestro vocalista? — Diana preguntó mientras se movían por la carretera.
— Claro, solo díganme cuando.
— El lunes, a las 15:00— Markus informó— Si llegas tarde te eliminamos de la lista.
— Ignóralo, es un amargado, te esperaremos si algún imprevisto ocurre— Diana le aclaró— Aunque dudo que eso pase si vives con Dante, aparte de guapo, es un chico muy responsable, siempre llega a tiempo.
Dante no pudo evitar colocarse nervioso ante aquel cumplido.
— Arrendamos un pequeño teatro en el centro, hay otros diez chicos más aparte de ti, contigo serán once candidatos— El pelirrojo explicó.
— Me parece bien.
Keid sonrió, los demás no eran competencia para él.
Dante estacionó la camioneta, se habían despedido de los hermanos unas casas más allá, al parecer vivían en el mismo vecindario, aquello era conveniente si quería conocer de mejor forma a los demás miembros de la banda. En su formación como demonio, le habían enseñado que quien triunfaba era el ser con más información, tanto de sus aliados como de enemigos.
Esta vez pudo ver mejor la casa del pelirrojo por dentro, dado que hasta ese momento solo conocía su habitación, llena de velas y con el símbolo de invocación en el centro. Arcaico.
— Esta es la sala de estar… el comedor… el baño… la cocina… mi habitación… y esta será la tuya, la habitación de invitados— Dante terminó de dar su recorrido.
La casa no era muy grande, pero era suficiente para los dos. Aunque, el demonio, arrugó la nariz disgustado al ver lo pequeña y poco vivas que era aquella habitación.
— Tu habitación es más grande, me quedaré con ella, tú puedes irte a la de huéspedes.
Entonces el chico decidió y se instaló en el cuarto de Dante, ahora menos lúgubre sin las velas. Se dejó caer en la mullida cama, incluso aquel mueble se veía mejor que el que estaba en el cuarto de huéspedes. Sí, aquí se quedaría.
Dante suspiró ante esto, no es como si pudiera protestar, y tampoco quería averiguar cómo se veía un demonio enojado ¿En qué se había metido?
Los siguientes días, antes de la audición, de alguna forma trató de enseñarle cosas y comportamientos básicos de los humanos a Keid, aunque para su sorpresa no fue algo difícil, el demonio parecía estar muy bien informado, respecto a la conducta de los mortales, aun sin haber hecho mucho viajes en el pasado a Terra.
— Nos enseñan sus comportamientos en la escuela— Explicó, mientras comía de un bol con yogur y cereal.
Su nuevo pasatiempo era degustar la comida humana.
— ¿Tienen escuelas? Digo, suena cool.
— Eres un idiota, Dante. Pero me agradas— Él respondió al considerar tonta la pregunta— Pero, sí, tenemos escuela, no somos bárbaros, en ella tuve que aprender sus conductas para tentarlos a vender sus almas a cambio de deseos vanos. Aunque en los últimos años ha sido más fácil, son codiciosos, e impacientes gracias a sus avances tecnológicos, siempre tienen deseos oscuros que quieren ver hechos realidad, la tentación ya no es necesaria.
— ¿Últimos años? ¿Cuántos años tienes?
— ¿Yo? Diecinueve, quizás te sorprenda, pero no soy mayor que tú, aunque si viviré más tiempo, solemos llegar a la edad ideal y luego envejecemos más lento.
— ¿Cuánto pueden vivir? — A Dante se le hacían curiosos estos datos. No siempre podías tener un demonio en tu sofá.
— Quinientos años, si no te cortan la cabeza antes, tenemos algunos enemigos por ahí.
— ¿Quién se atrevería a querer hacer algo así?
— Bueno, los ángeles en su mayoría nos odian por alguna razón y nos dan caza, aunque son unos hipócritas, ellos tienen las manos más sucias que nosotros, al menos nosotros damos un trato justo. Ellos esperan que los humanos los veneren a cambio de nada, y no me hables de la fe devota, eso es una tontería— Él bufó.
— Entonces lo que dice las religiones ¿Es real? ¿Ellos existen?
— ¿Qué? No, bueno ellos sí existen, pero no son como los describen en sus libros fantasiosos, al menos no por completo, creo que aquellas cosas son puras patrañas que gente bajo sustancias extrañas, seguramente, escribieron. O tal vez el miedo a lo desconocido los llevó a crear una serie de reglas y moralejas a seguir para no desmoronarse en una sociedad decadente. Quien sabe, no me interesa. El ser humano debe aprender que no existe el destino, todo es azar y caos, darle sentido a la vida a través de profesar una religión solo es un consuelo para no pensar en que son seres inferiores sin un propósito mayor, que es el vivir sus vidas y morir.
— ¿Somos inferiores?
— Si hablamos de su desarrollo sí, son la raza más lenta en comparación a las demás dimensiones. Aunque a veces ustedes me parecen más interesantes que otras especies, tienen su no sé qué, que los hace especiales— Keid confesó.
— Supongo que eso es bueno… ¿Y qué hay de las almas? ¿No existe un cielo o un infierno, donde te vas luego de morir?
— Si y no, si existe el cielo y el infierno, pero no son lugares como los que imaginas, sus almas no irán a esos lugares a menos que las vendan. En nuestro caso, cuando mueren humanos bajo contratos, recolectamos su alma, que no es nada más que una batería, esencia vital que sirve para hacernos más fuertes, pero ya no eres tú ¿Me explicó?