Quedé paralizada apenas la puerta de la camioneta se abrió sorpresivamente.
Apareció un chico delante de mis ojos, inclinado mirando el interior del coche, con sus ojos sobre una persona en especial. Tenía la cabeza ligeramente ladeada, mantenía un semblante serio, pero de pronto sus comisuras se extendieron en una sonrisa y sus ojos cafés atisbaron algo que no pude interpretar de qué, pero sí pude darme cuenta que estaba mirando algo que le estaba gustando mucho.
Entonces, habló.
—Al fin te encontré —dijo con voz áspera y en un perfecto inglés, aunque denotaba un acento diferente, su rostro era joven y no creí que pasara los veintidós años, tenía el cabello de un castaño oscuro y bien peinado hacia atrás. De por sí tenía el aspecto de chico serio, más bien de un hombre al que le gustaba el orden y que no admitía errores. Era apuesto, tenía que admitirlo.
—¿Qué está pasando?
—Estas sintiendo lo que está pasando... —respondió el chico. Los ojos de mi amiga se abrieron exageradamente a la vez que se encogía en su asiento cuando el chico se inclinó más, acercando su rostro al de ella.
¿Qué estaba pasando?
¿Por qué un desconocido se le estaba acercando así a Abby?
—Eres mía y debes venir conmigo —Le informó el chico, invadiendo su espacio, Abby volteó su rostro en mi dirección y cerró los ojos al sentir la presión de la punta de la nariz del chico rozar su mejilla.
El sonido de la puerta de la camioneta cerrándose me hizo dirigir la vista hacia mi madre que bajaba para acompañar a mi padre y enfrentar a ese extraño tipo.
—¡Oye, apártese de ella! —exigió mi padre en tono exigente, alargando su mano para alejar al desconocido de Abby, este se volvió hacia mi padre expresando su repentino enfado.
Cuando este se alejó, Abby inmediatamente saltó hacia la puerta cerrándola de golpe.
—No vuelva a tocarme —amenazó él—. Entiendo su desconcierto, pero no vuelva a apartarme de ella —dijo con una nota advertencia en su tono de voz, su expresión facial se tornó peligrosa al pronunciar esas palabras—, es mía. Y por ese mismo motivo me la llevaré.
—Si no se retira ahora mismo llamaré a la policía —avisó mi padre conservando una admirable calma, mientras tanto Abby y yo nos encontrábamos pegadas una a la otra, temerosas—. La forma en la que nos hicieron detener pudo haber provocado un accidente, y más esto. Así que váyanse y dejemos esto como está.
Pude ver como unos hombres, seguramente guardaespaldas, llegaban para completar la escena, se colocaron por detrás del chico dándole respaldo. Sus posturas amenazantes me advirtió que las cosas podrían salirse de control. Eran seis, mierda.
—Por favor, mantengamos la calma, no hay que meter a más personas en esto —intercedió Eleonor, mi madre—. Solo déjenos ir, si esto es una clase de asalto, están perdiendo el tiempo, no llevamos mucho dinero y no tenemos nada de valor en los equipajes.
El extraño esbozó una media sonrisa burlesca antes de hablar.
—Esto no es un asalto, solo estoy reclamando lo que me pertenece, pero ustedes no entenderían eso, solo son unos simples humanos —soltó despectivo, uno de sus hombres se le acercó y le informó sobre algo al oído—. Existe una explicación para esta intercepción, pero ahora mismo lo único que me apetece es estar con ella así que si dejan, mis hombres pueden iluminarlos.
Él regresó la mirada hacia Abby, mi amiga se puso rígida inmediatamente.
—¿Qué está pasando, Rouse?
—Me pregunto lo mismo, pero mis padres lo arreglaran.
—Insisto, váyanse o llamaré a la policía —volvió a decir mi padre, mi madre a su lado, le acarició el brazo y entonces intercambiaron una mirada.
—¿Quieren que esto sea por las malas, eh? —Preguntó él—, así será. Humanos estúpidos —farfulló por lo bajo mientras regresaba su atención hacia las personas dentro del vehículo, nosotras.
Entonces, nuevamente él abrió la puerta provocando un sobresalto tanto en Abby como en mí.
—El seguro, maldición —se reprendió Abby.
—Vendrás conmigo, bonita —dijo él después inclinarse hacia el interior del vehículo, con sus ojos fijos en mi amiga que se mantenía muy cerca de mí. Abby negó con la cabeza—. Vamos, no tengo tiempo para explicar nada en estos momentos pero por favor, ven conmigo —le habló con voz aterciopelada, alargando su mano hasta alcanzar la mejilla de Abby. Sentí como ella se estremecía y la vi cerrar los ojos durante un momento.
—No —susurró ella.
—Entiéndelo, bonita, te necesito tanto como tú me vas a necesitar a mí desde ahora —Le respondió en el mismo tono. Ella giró el rostro a verme dedicándome una mirada que decía: ayúdame, protégeme.
Hundí mis cejas al no comprender nada. Solo los miré, y al percibir cómo el semblante tan demandante del chico había decaído me agarró pena por él.
—No te conozco y no puedo ir...
—Tendremos mucho tiempo para conocernos —Se adelantó a decir él—. Ahora, vendrás conmigo —levantó el rostro para después girarlo hacia afuera y hacer una seña con la mano, logrando que sus hombres se interpusieran por completo delante de mis padres, cerrándoles el paso. Mi padre se había quedado discutiendo con uno, pero al ver lo que hacían, se quedó callado y dirigió la vista hacia el vehículo, preocupado.
—Ya le dije que ella no se va a ninguna parte —la seriedad en el tono de voz de mi padre produjo una amarga sensación en mí.
—Peter, sabes que esto se puede descontrolar si... —intentó decirle algo mi madre. Pero dejó de hablar al darse cuenta de algo.
—¡No! ¡Suéltame! —gritó Abby tratando de quitar la mano del chico de su brazo. Instintivamente, agarré su otro brazo para sostenerla de ahí y evitar que el chico la sacara del vehículo.
—No quiere irse contigo, déjala —espeté, haciendo fuerza.
—¡Me van a romper en dos! —Nos avisó en un grito Abby. Él la soltó de inmediato por el cual ella se estampó contra mí.
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Editado: 12.07.2021