Capítulo 50: BELLA FLOR
Esbocé una sonrisa de labios pegados, muy intrigada por su propuesta. Ladeé ligeramente la cabeza sin desconectar mi mirada de la suya.
—¿Aceptas? —preguntó dedicándome un asomo de sonrisa, su mirada ardiente estaba quemándome por dentro, no bajarle la mirada estaba tomando todo de mí.
Di un paso adelante, segura de lo que diría. Sujeté con fuerza el celular en mi mano.
—Acepto —No tenía nada mejor que hacer, y además él y yo teníamos una conversación pendiente y estando a solas iba a poder sacar ese tema.
En una fracción de segundos ya lo tenía delante de mí, tanto que tuve que alzar la mano que tenía libre para guardar distancia entre ambos. Mi mano rozó su pecho. Vi como esta temblaba ante la cercanía de su cuerpo hacia el mío, subí la mirada a la suya al mismo tiempo que procedía a dar un paso atrás quitando el escudo que formé con la mano.
—Esta noche debes confiar en mí —habló, tomando mi barbilla entre sus dedos, el frio del invierno cruzó por mi cuerpo ante su gélido tacto.
—Eso me suena peligroso —admití en un susurro.
—Cada segundo que pasas conmigo es peligro, belleza —afirmó—. Esto no será diferente.
—¿A qué te refieres? —cuestioné al no comprender lo que me acababa de decir. Él se distanció y no me respondió lo que yo esperaba.
—Lo comprenderás con el tiempo, vámonos.
Lancé un pequeño suspiro por la nariz, dejé el celular sobre la cama y después comencé a caminar en dirección a la puerta de la habitación. Sin embargo, ni avancé tres pasos porque Aedus me sujetó por el brazo, deteniéndome.
—Por ahí no —avisó en un susurro, soltando mi brazo con rapidez. Lo noté un poco tenso, pero no dije nada al respecto. Únicamente me concentré en su negación.
—¿Por dónde vamos entonces? —le pregunté y él alzó ligeramente la comisura de sus labios en una sonrisa torcidamente maliciosa, el chispeo divertido en sus ojos se notaba en su forma de mirarme.
Aedus no respondió, simplemente se encaminó hacia los ventanales, lo seguí vacilante, con mis ojos observando lo mismo que él con la duda reflejado en mi cara.
—Uhm, ¿qué estás haciendo? —interrogué cuando lo vi mover el picaporte de la ventana, abrió las dobles ventanas antes de girar a verme.
—Te muestro la salida —contestó con simpleza, él se veía tranquilo mientras que yo ya me había alterado y negaba con rotundidad al ver lo que pretendía. Fui hacia ahí y miré hacia abajo. Imposible.
—Lo lamento, pero por algo inventaron las escaleras.
—Soy un vampiro, puedo saltar y aterrizar sin ningún problema. Te dije que esta noche debes confiar en mí, en todo momento —agregó, apoyando las manos sobre el alféizar de la ventana, rozando las mías con sus dedos a propósito, captando inmediatamente mi atención.
Él se veía seguro y calmado. Yo con las dudas obvias reflejadas en mi rostro y media asustada por lo que él pretendía.
—Solo así pasaremos desapercibido ante todos —quiso convencerme, viéndome de reojo—, y no creo que quieras que los hermanos Collins, que ya comienzan a sospechar, nos vean salir muy tranquilos por la puerta principal. Recuerda que aquí no es obligatorio dormir.
Preferí guardarme lo que pensaba, Sheldon Collins había sido demasiado descuidado cuando soltó que la felicidad de Marisa dependía de mí.
—Está bien, hagámoslo.
—En realidad yo pienso hacer todo el trabajo —murmuró, viéndome, lo miré con el ceño fruncido—. Sube —palmeó el alféizar indicándome que ahí me tenía que subir. Sin réplicas, le obedecí. Luego él hizo lo mismo que yo.
No había nada con qué sostenerme así que me preocupé más. El ventanal era lo suficientemente alto como para que ambos estuviésemos de pie sin ningún problema. Aedus, sin avisarme siquiera, me alzó en sus brazos y sin darme tiempo a procesar muy bien lo que haría se dejó caer dando un paso adelante. No pude evitar soltar el grito por la sorpresa y aferrarme con fuerza de la tela de su ropa, podía sentir como mi corazón palpitaba a una velocidad incontrolable por culpa de la amenaza.
Por un corto segundo me permití no pensar en que podía morir al ser lanzada de una altura que a cualquier ser humano le causaría una muerte instantánea... y disfruté lo rápido que iba descendiendo, y como la fuerza del viento hacía que mi cabello subiera haciendo que la fuerte brisa erizara los vellos de mi nuca.
—¡Qué te pasa! —mascullé cuando sus pies tocaron el suelo a salvo. Dios mío, no podía creérmelo. Me bajé a toda velocidad de sus brazos, mareándome en el proceso.
Escuché su risa y alcé la barbilla para mirarlo con desafío.
—¿Qué es lo que te causa tanta gracia?
—No finjas conmigo —se limitó a responder, aún con una expresión divertida—. Veo en ti lo que nadie más ve, no vas a negarme que no te gusta el riesgo, la sensación de peligro.
Permanecí en silencio ante su afirmación, mi pulso seguía acelerado ante la súbita adrenalina en mi sistema.
—¿Y ahora? Todavía no salimos de los muros —intenté cambiar el tema ni más me recuperé del pequeño pasmo que me dejaron sus palabras.
—Sígueme.
Escuché unos pasos acercándose y no esperé ni un segundo más y me fui detrás de él, él caminaba rápido y yo prácticamente trotaba para avanzar al mismo ritmo que él.
Pasamos al lado de ese laberinto, causándome escalofríos, después de eso había un jardín precioso, lleno de árboles de estatura promedio y unos bien altos. Estos cada vez se iban acumulando más formando un pequeño bosque, y a medida que avanzábamos ya podía apreciar cada vez mejor el gran muro que rodeaba el castillo.
Realmente era alto, el muro parecía ya muy antiguo pero igual de resistente, distinguí varios musgos crecer en él al igual que unas hojas verdes esparcidos en esa pared.
—Esto es gigante, ¿hay una puerta secreta o cómo cruzamos?
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Editado: 12.07.2021