Capítulo 55: UN GRAYSON
—Están bien preparadas, ¿eh? —comentó Anthony cuando Abby le iluminó con la linterna las dobles puertas del instituto para verificar si estas se encontraban con llave o no—. Parece que la suerte está de nuestro lado —dijo corroborando que las puertas se encontraban sin seguro, las abrió, cruzó el umbral y con un asentimiento de cabeza nos invitó a hacer lo mismo.
—Es entendible que se encuentre abierta —razoné, alumbrando con la linterna los pasos que daba—, después de todo parece que nosotros no somos los únicos aquí.
—¿Qué estarán haciendo los demás? —curioseó Abby, observando hacia los lados que la luz de su linterna le proporcionaba.
—Hasta acá puedo percibir el poder que los rodea, a lo que sea que estén haciendo no debemos interferir —sugirió, o más bien, nos pidió el pelinegro, se colocó en el medio de nosotras y miró el amplio lugar en la que nos encontrábamos. Giró su rostro hasta uno de los pasillos y nos indicó ese camino.
—Me dieron una linterna extra por si una fallaba, ¿la quieres? —le preguntó Abby cuando dimos el primer paso a esa dirección, sin la necesidad de detenernos, él le respondió.
—No, gracias, seré más moderno y utilizaré esto —dijo sacando su teléfono del bolsillo delantero de su jean, sonrió de lado y añadió—: y si esto falla —encendió la linterna de su celular—tengo también esta opción —se nos adelantó y se detuvo delante de nosotras para enseñarnos a qué se refería. Sus ojos azules brillaron completamente oscurecidos.
—Guau, me gustaría poder hacer eso —expresó una entusiasta Abby, retomamos nuestro camino, mirando los entornos con precaución, no queríamos que nadie nos pillara.
Anthony iba al frente ya que era él quien nos guiaba, él conocía el camino mientras que Abby y yo, a pesar de que el día anterior recorrimos gran parte de la estancia del castillo no bajamos a ningún sótano al temor de que… volviese a estar hechizado o quién sabe qué clase de magia pudiera tener. Únicamente rogamos para que ese sótano fuese como cualquier casa normal, que tuviera las cosas antiguas que ya no se quieren utilizar pero sí conservar; como los cuadros de la familia Grayson que estábamos buscando.
—¿A qué se debe su interés por los cuadros? —preguntó Anthony—Si se puede saber, por supuesto —agregó con rapidez.
—Uhm —dudé en hablar, Abby iluminó mi rostro con la luz de su linterna lo que ocasionó que instintivamente entrecerrara mis ojos, lanzando una exclamación de protesta en el proceso—, quita eso de mi cara —dije mirando hacia otro lado.
—Es que quería escuchar tu respuesta —se defendió mi amiga.
—Y a la vez dejarme ciega —musité—, de igual modo, la respuesta te corresponde dar a ti, querida amiga.
—Es que me interesé en conocer más a profundidad sobre la familia Grayson —lo dijo sin dudar—, y resulta que las imágenes que Rouse y yo vimos en un libro sobre esta familia en realidad son fotografías encuadradas que deberían de estar aquí, en algún lugar del instituto.
—Si ya vieron las imágenes en ese libro ¿por qué quieren volver a verlas? —Anthony dejó relucir su curiosidad, cruzamos un pasillo hacia uno que llevaba hacia el comedor— ¿no sería lo mismo?
—No —contestó Abby, su voz se oyó seria e intrigante—, conocimos a algunos antepasados de la familia Grayson excepto a uno, varias páginas del libro estaban arrancadas dejando una gran incógnita a mi parecer. Una equis que se necesita resolver.
—Wow —el pelinegro no ocultó su asombro—, entonces espero que esa equis obtenga la respuesta que deseas sino no habrá valido la pena adentrarnos a un oscuro castillo prácticamente de noche, arriesgando nuestras vidas por si de la nada aparece un monstruo, interesante.
—Que imaginación la tuya —Abby lanzó una risita divertida—, pero sí, resultaría más interesante si el coco apareciera.
—Nada de monstruos —objeté, recordando la horrible criatura en la que se convirtió el ser que fingía ser Scott.
Ambos se rieron, como si mi reacción les hubiera resultado graciosa.
Sus risas cesó, bueno por lo menos la de Anthony que se había puesto serio de repente, disminuyendo los pasos de su caminar. Abby al notar que se reía sola dejó de hacerlo y centró su atención en el pelinegro que cada vez se veía más serio, si es que eso era posible.
Nos quedamos quietos y en silencio, con Abby compartimos una mirada de desconcierto y volvimos la vista hacia Anthony, vimos como su expresión concentrada cambiaba a uno de preocupación y horror. No tardamos demasiado en saber el motivo porque escuchamos un gran estruendo del otro lado de la puerta que daba hacia el comedor, la cual se encontraba a escasos metros de nosotros.
Anthony fue el primero en reaccionar, nos tomó a ambas de la mano y tiró de ahí, echándose a correr con nosotras tratando de seguirle su rápido andar.
—¿Qué fue ese ruido? —logró formular la pregunta Abby entre jadeos por la necesidad de respirar sin tener que estar corriendo agitadamente, prácticamente estábamos corriendo a ciegas, no todo era oscuro, se podía ver pero era mucho mejor ver bien para no tropezar ni chocar con cualquier cosa.
Las linternas encendidas en nuestras manos temblorosas no podían quedarse quietas, nos movíamos con prisa intentando huir de…
Un aullido desgarrador parecía hacer eco por todo el lugar, me heló la sangre al igual que casi me paralizó del susto, si Anthony no me estuviera arrastrando lejos de aquellos sonidos desbastadores que hacía estoy segura que me habría quedado quieta, inmóvil.
—Viene para acá, corran, ¡corran! —la voz de nuestro amigo se escuchó autoritaria, nos liberó de su agarre y nos dio un empujón para que siguiéramos corriendo.
—¿Y tú? —preguntó Abby, su respiración estaba entrecortada, elevó la luz de su linterna señalando a Anthony.
—Las alcanzo afuera.
—Es peligroso, no puedes quedarte —expresé como si él no lo supiera ya.
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Editado: 12.07.2021