Eterna melancolía había en mi alma, pasaban días, semanas, meses y años, mi trastorno depresivo empeoraba cada vez más, me consumía lentamente de manera letal; padezco depresión desde los 6 años de edad, mis padres me llevaron a un psiquiátra debido a mis constantes crisis, cuando apenas era una niña. Traté de quitarme la vida un total de 8 veces, la melancolía era como un ángel del inframundo que consume las almas en pena pausadamente, haciéndolas retrocer del dolor y de desesperación. Mi ser se nagaba dejar el hoyo de eterna miséria y tristeza, cada día empeorando yo estaba, el psiquiátra me dio un nuevo diagnóstico, tenía ahora depresión psicótica; me alejé de mi familia, dejé mis estudios, amigos nunca tuve y los que me hablaban ya no supieron más de mí, siempre fui distante pero ahora lo era más.
Mi dolor, desesperación y mis crisis eran tantas que despertaba en medio de la madrugada llorando y gritando. Una fría y nublada noche, desperté entre lamentos como alma en pena que vaga entre el oscuro limbo, caminé hasta el baño donde había pastillas, había decidido acabar con mi dolor, con mi vida; tomé 100 pastillas, estas eran muy fuertes en unos minutos mis fuerzas se fuero sin embargo casi agonizando caminé con dificultad dirigiéndome a la cocina con un espejo en la mano; estando en la cocina tomé un cuchillo acaricié mi rostro con éste mientras me miraba en el espejo, vi lo horrible que era y me corté el rostro para luego arrancar la piel, dejé llevarme por mi falta de cordura y seguí arrancando la piel de el resto de mi cuerpo hasta más no poder; caí al suelo moribunda, miré que todo estaba manchado de sangre, no sentí dolor porque solo pensé en dejar de vivir; me sentía enojada, deprimida y cansada de todo, lloré y finalmente cerré mis ojos entrando en el lúgubre sueño eterno al que todos llaman "muerte".
Mi cuerpo que yacía sin vida en el suelo de la cocina, fue encontrado por mi madre, derramó varias lágrimas pero ella sabía que mi muerte era algo que pasaría tarde o temprano; era una constante lucha que nunca mejoraba, no había buenas noticias, ni esperanzas. Mi alma ahora vaga sin rumbo, ni descanso en el mundo de los que no tienen vida, realmente no estoy feliz pero me siento más calmada desde mi muerte, ya no soy más una carga.