—Se nos muere. ¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor! Se nos muere— dijo, quejándose, un enfermero debido a no encontrar ningún instrumento para atender a un paciente que se encontraba en terapia intensiva—Se nos está muriendo.
Uno que, sentando sobre el piso a las afueras del hospital, corrió al portón, apretó la metalizada reja y gritó:
—Y que esperabas, somos perros enfermos sin amos que nos cuide.
El enfermero lo miró y entendió por las llagas en su piel que no tenía recursos para ser atendido. Entristeció su corazón y continuó, gritando:
—¡Ayuda! ¡Ayuda! Todos en el hospital se nos muere.