El edificio Wildesage estaba lejos de su departamento, era el extremo de la ciudad, cerca de la única salida de Acrisea. Alan había aparecido incluso más rápido que los hombres que constaban custodiando.
Las luces estaban encendidas y el sol estaba más bajo. Los guardias que se encargaban de celar la empresa estaban en el suelo inconsciente, esperaba que estuvieran inconscientes. Revisó la planta baja en menos de un segundo con solo correr y no había nada, decidió escudriñar cada planta, cada lugar y nada a excepción del último piso, era la única planta que no poseía luz.
Alan abrió la puerta del paradero.
Ningún bombillo iluminaba la habitación, lo único eran las luces de los edificios y el sol atravesando los enormes ventanales. No lograba observar con detalle, pero podía identificar las siluetas. No había nada en el departamento más que sillas en el centro y mesas fijadas a las paredes tratando de hacer espacio. El lugar era enorme.
Alan dio un paso y notó como una de las ventanas estaba quebrada, allí se encontraba una niña, alguien que de seguro estaría a la altura de su cintura, esta niña sostenía una silla en la cual se encontraba sentada una señora. Los ojos de Alan se abrieron como platos.
Después de eso logró notar como el resto de las sillas también estaban siendo ocupadas por personas, todas atadas con cinta adhesiva desde las manos hasta los tobillos. Un trozo de tela cubría los ojos de todos, al igual que sus bocas.
Alan estaba listo para correr.
—Espera —lo detuvo la niña y dejó que la silla se inclinara un poco más fuera de la ventana—, no queremos que la recepcionista caiga por el abismo ¿O sí?
Alan logró escuchar los gemidos de la chica y como el resto estaba sollozando.
—Yo te conozco —dijo Alan frunciendo el ceño—, eres la chica del banco, a quien salvé.
—No me salvaste —dijo ella con una sonrisa—, yo era solamente una espectadora, al igual que una buena actriz.
—Entonces ya sabes lo que puedo hacer —dijo Alan.
—De hecho sí, como verás, si veo mueves un pie, haré que esta mujer caiga —dijo la niña rubia cuyo cabello estaba siendo sujetado por una coleta de caballo—, si percibo una corriente de aire, la dejo caer, si estoy en la cárcel una amiga mía presionará un botón que hará que este lugar explote.
—Quizás sea más veloz de lo que tú piensas —dijo Alan con una sonrisa de superioridad.
—Pruébame —la niña se encogió de hombros.
Su sonrisa comenzó a desaparecer. La habitación estaba iluminada de naranja por la puesta de sol, incluso el cabello dorado de la niña parecía un poco blanco de claridad que irradiaba, sin contar con las lágrimas de las personas que parecían gotas de cristal.
Eso explicaba el porqué las personas estaban rodeadas en círculo dándole la espalda a un objeto, era la bomba.
— ¿Quién eres? —preguntó Alan.
Tenía que ganar tiempo, la policía debía de estar por llegar, mientras ella se ocupaba de ellos, esperaba que él podría sacar a los rehenes antes de que ocurriera la explosión.
—Me llamo Shaper —dijo ella sin mostrar un atisbo de importancia—, escuché que a ti te apodaron Andron.
—No lo decidí yo —dijo él y dio un paso encima de la baldosa de terracota.
Shaper se percató y dejó que la silla se balanceara un poco más. El clamor de la chica se volvió más agudo y más fuerte.
— ¿Crees que estoy jugando contigo?
—Quiero que me cuentes por qué una niña tan linda y dulce está haciendo esto —comentó Alan.
—Porque esta niña está cansada de que estos hombres y mujeres con traje nos traten como plebeyos. Se supone que Acrisea es la ciudad de las oportunidades, el lugar donde cualquiera puede ser lo que uno quiera. Pero yo no veo eso.
—Lo entiendo, escucha…
— ¡Tú no entiendes! —interrumpió Shaper y la silla se inclinó un poco más. Sentía que un grado más de inclinación haría que la mujer cayera a la autopista.
Alan resistió el impulso de correr, de tomar a la chica, pero era más complicado cada vez.
—Yo solamente quiero una vida donde pueda ser feliz. No puedo estudiar porque no tengo derechos, una Aberrante no tiene derecho a ser feliz.
—Escúchame, le estás dando más razones a esas personas para pensar que los Aberrantes somos tan malos como piensan. Mírate.
—Ellos decidieron convertirme en esto y me cansé de fingir que no es así, que puedo ser alguien, pero me convertí en lo que ellos querían, un monstruo.
—Podemos hacer algo al respecto, sé que si podemos cambiar su forma de pensar —Alan extendió su mano—. A menudo nosotros queremos tanto algo que lo arruinamos antes de que llegue a nosotros. Hay que actuar, pensar en positivo.
Shaper negó con su cabeza. La luz lograba reflejar una parte de su rostro, esa parte que no dejaba a la vista sus lágrimas de dolor.
—Eso solo lo dices porque ellos te quieren, porque eres un héroe para ellos.
—Los dos podemos serlo.
Shaper entornó los ojos.
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Editado: 19.11.2024