El agua comenzaba a desaparecer, estaba vaciándose. El corazón de Alan comenzó a palpitar con fuerza, luchando por salir de su tórax.
Scorpion se cruzó de brazos observando con desdén como la criatura comenzaba a descender.
—Nononono ¡No! —Regañó Alan—. ¿Tienes idea de lo que has hecho?
—No, pero por algo la estabas viendo demasiado. Me da tantos celos que te pongas así por otras chicas y no por mí.
— ¡Esto jamás va a funcionar! ¡Entiéndelo!
Mientras la alarma seguía sonando, detrás se podían escuchar pisadas viniendo hacia ellos. Ya era la policía, o las fuerzas armadas. Era la ley.
—Veamos qué tiene esto de monstruo —dijo Scorpion a su vez que Alan corría en torno a uno de los monitores, comenzaba a teclear desesperadamente para encontrar una respuesta—. Espero que te guste tu nueva amiguita. Yo me largo.
— ¡¿Qué?! —preguntó Alan y sobre su hombro vio como un portal se abría bajo los pies de Scorpion.
Había desaparecido.
Las tropas estaban detrás de la puerta, lo podía sentir y ya no había vuelta atrás, el domo ya se había vaciado. Se apartó de la computadora y el frasco giró para poder liberar a la niña. Ella cayó en el suelo con delicadeza y era de hecho una niña con piel blanca como la nieve y su cabello azul cubriendo su rostro. No quería analizar su anatomía, y menos en estos momentos.
Alan se acercó a ella y se colocó de rodillas. Apartó su cabellera azul y varias chispas se desprendieron del cuerpo de la chica, una de ellas había tocado a Alan, era doloroso pero soportable. Sin dudarlo le retiró la mascarilla.
— ¡Listo! —Gritaron los hombres detrás de la puerta.
Alan vio la puerta de metal, tenía suficiente grosor como para soportar los martillazos de una patrulla, quizás hasta de un tanque. Bajó la mirada de nuevo, viendo a la niña, estaba luchando por abrir sus ojos. Estaba hablando, tratando de comunicarse.
— ¿Qué dices? —murmuró Alan y acercó su oído.
—… cable… —la chica extendió su mano.
Alan observó que era lo que ella trataba de alcanzar y en efecto era un cable que se había desprendido del tubo de cristal. Alan tomó el filamento con una mano y lo acercó con desdén, no estaba seguro si hacerlo, su cuerpo estaba brotando chispas azules, se veía adolorida, pero por alguna razón la tenían encerrada allí. Estaba dudando en ayudarla.
—1… —Gritó uno de los hombres detrás de la puerta.
Debía hacerlo rápido, le dio el cable a la chica y esta se aferró a él como si de su vida se tratara. Al simple tacto las luces comenzaron a parpadear, el sonido de la alarma se escuchaba con dificultad, el volumen subía y bajaba. Los monitores a su alrededor parpadeaban, la electricidad estaba afectada.
Alan se colocó de pie sin apartar la mirada de la chica.
Su cabello azul estaba más colorido, más celeste, algo comenzó a cubrir su cuerpo, era ropa. Una especie de traje de baño en una pieza cubría su torso al igual que las mangas extensas cubrían sus brazos color níveo, las chispas que brotaban de su cuerpo se volvían cada vez más cegadoras, ya no estaba descalza, unas botas negras de tacón alto protegían sus pies, las botas daban hasta la altura de sus rodillas.
—2…
Las luces se apagaron. Detrás de la puerta se escucharon murmullos.
La única luz que resplandecía en la habitación eran las manos de la niña. Se colocó en pie con dificultad, dio un paso y estaba a punto de caer; sin embargo, Alan corrió para atraparla, fue lo peor que pudo haber hecho.
Al tocarle una punzada comenzó a atravesar su traje hasta llegar a su piel. Parecían varias agujas ardiendo pinchando su piel. El dolor era inmensurable. Sin embargo, él no fue el único. Los dos se apartaron del dolor que recibieron.
Ambos gruñeron al unísono. Alan pasó su mano por las zonas donde estaba afectado, levantó su camisa, pero no había nada allí, ni una quemadura, pero el dolor permanecía.
La chica de azul había caído en el suelo, pero eso no la detuvo, se reclinó de la pared tratando de recuperar el equilibrio y observó sus manos con detenimiento. Los destellos continuaban rodeando su brazo. Alan conocía esa mirada, esa mirada de añoranza y amor.
— ¿Quién eres? —preguntó Alan.
—… ¿Alan? —susurró ella.
— ¿Cómo sabes…?
— ¡3! —Exclamaron detrás de la puerta y a su vez un fuerte golpe retumbó en la habitación provocando que partículas del polvo que se hallaban en el techo cayeran.
—No hay tiempo —dijo ella alarmada.
Se acercó a la puerta con dificultad, pero luchaba por hacerlo. Las chispas no cesaban y aumentaron cuando la luz volvió a la planta. Alan no sabía qué hacer, cómo reaccionar, estaba inmóvil apoyándose en uno de los escritorios.
—Te conozco —murmuró Alan y volvió su mirada en ella—, eres la chica de la que todo el mundo habla. Los fantasmas de Pestrom, nunca existieron, siempre fuiste tú. Eres Blue…
— ¡De nuevo! —Grito el hombre de voz gruesa.
—Corazón, realmente no hay tiempo para esto —sentenció ella—. Necesito más energía y las únicas que puedo tomar son las de ellos. Así que mantente detrás de mí —Blue Velvet giró para verle y sonrió—, por favor.
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Editado: 19.11.2024