La alarma sonó efectivamente a las 7:56 de la mañana. Corrió al armario y lo primero que se colocó fue el conjunto de una camisa negra ceñida junto con unos pantalones ajustados negros Para encima colocarse una camiseta blanca y unos vaqueros junto con unos tenis negros. No había pasado menos de un minuto cuando ya se estaba cepillando los dientes y escudriñó la sala. El ambiente estaba limpio, parecía que nadie había entrado más que él, lo único era la pequeña persona que estaba recostada en el sofá, echa un ovillo.
Estaba dormida por la manera en que su respiración era tan fuerte. Salió del departamento y corrió, casi no tocaba el suelo cuando bajaba los peldaños, se dirigió a la carretera y era lo mismo de cada mañana. Las personas desprendiéndose de la corriente de aire que aparecía tan repentinamente haciendo volar los periódicos y hojas que caían de los árboles, la basura de las alcantarillas, el cabello de las mujeres siendo agitadas a causa de él.
Una vez cerca de la cafetería, el Tablero Blanco, al abrir la puerta, dirigió su mirada con sorpresa frente a él. No era el único sorprendido ya que todos los peatones que estaban a sus espaldas también estaban alarmados porque Andron estuviera cerca.
Alan entró al local.
Vio a su jefe y padrino Shawn Brown sentado en una de las sillas cerca de la ventana. Su mirada estaba fija en lo que sea que estuviera fuera, sin pensarlo más, Alan se sentó frente a él.
— ¿Puedes creer que Andron está por aquí? —Mintió Alan con asombro—. Estaba viniendo para acá y de la nada sentí una corriente de aire, una silueta y puf. Desapareció.
—Sí, lo sé —respondió con sequedad. Shawn Brown no había girado para verlo ni un segundo—. Mira allá.
Frente al local, unos metros más a la izquierda, estaba la central de ConAbe, una de las sedes más grandes. El departamento estaba hecho trizas, no quedaba más que bloques y escombros, por una parte; mientras que más al fondo parecía intacto, la pintura permanecía blanca y limpia como siempre.
—Solo volaron la entrada —habló Shawn Brown—, ¿por qué volarían solamente la entrada si no hay nada de riquezas, ni siquiera hay un solo Aberrante cautivo allí?
—Pero había guardias en su mayoría —respondió Alan.
Alan ocultó sus manos dentro de sus bolsillos, no podía dejar que su padrino viera que estaba temblando, su corazón volvió a golpear con fuerza y su color de su rostro había desaparecido. Tragó saliva.
—Buenos días, bienvenidos al Tablero Blanco —interrumpió un camarero. Traía una camisa blanca cubierta por un mantel negro—, aquí les dejo el menú para que logren elegir. Si necesitan algo me avisan.
El hombre se fue con una sonrisa a repartir los menos que traía en mano.
—Que bien porque muero de hambre —respondió Alan con una sonrisa nerviosa.
Tomó el menú y comenzó a leer todos los alimentos que servían desde postre hasta desayunos, incluso cervezas a estas horas de la mañana.
—Entonces si destruyen la entrada, quiere decir que ingresaron, pero no ha habido ningún otro revuelo desde entonces, solamente esta bomba.
—Pero ¿Qué importa? —Respondió Alan—, no ha pasado más nada y supuestamente no ha salido ningún otro Aberrante ¿No?
—Pero a nuestro cliente sí que le importa mucho —Brown escudriñaba a las fuerzas armadas que se encontraban en el lugar.
— ¿Quién es el cliente?
—Tú sabes muy bien que nuestros clientes son anónimos.
—Pero para alguien que quiere saber algo tan… confidencial, debe ser alguien importante.
—Puede ser —Shawn Brown se encogió de hombros.
— ¿Ya saben que van a ordenar, caballeros? —Preguntó el mesero.
—Sí —respondió Alán y le entregó su carta al igual que la que se encontraba encima de la mesa—, quiero un cheesecake de oreo, por favor, y un café con leche.
—Perfecto —respondió el hombre con una sonrisa y se marchó con la carta en brazos.
—Dicen que el velocista apareció aquí —murmuró Shawn Brown lo suficiente para ser únicamente escuchado por Alan.
El olor a café impregnaba la cafetería cuyo aspecto era rústico. La mayoría de las tiendas donde vendían cafés tenían un aspecto similar. Las paredes de madera, al igual que los taburetes, las cartas, servían siempre los postres junto con el desayuno continental o los asientos cerca de la ventana. La mayoría de los asientos cerca de los ventanales estaban siendo ocupados, puesto que también estaban observando lo que había sucedido en la central de ConAbe.
Las lámparas pendían del techo con cierta forma de campana y las paredes de madera castaña tenían enmarcados pequeños dibujos de tazas junto con granos de café, entre otras cosas.
— ¿Quién lo sabe? —preguntó Alan cruzándose de brazos.
Quería aparentar su monotonía, pero la verdad era que el sudor en su frente lo delataba un poco, estaba agradecido porque su padrino/jefe estuviera más al tanto de lo que ocurría fuera que adentro.
—Ellos —Shawn Brown mantenía una mirada seria, no apartaba su mirada de los hombres que vigilaban la entrada.
Shawn Brown era capaz de leer los labios, con lo cerca que estaban podía descifrar gran parte de las palabras. Alan sabía que su padrino había estado alguna vez en las Fuerzas Armadas, servía para el gobierno hasta que descubrió lo que ellos eran capaces de hacer con los Aberrantes. No podía traicionar a su mejor amigo que en ese tiempo era el padre de Alan. Lo abandonó todo para poder ser un detective.
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Editado: 19.11.2024