Mid [#2 Aberrantes]

Capítulo 30 - ¡Ella quería matarme!

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—No sé quién es tu madre y te aseguro que no me importa, pero sí una cosa, niño —exclamó Headley y dio un paso al frente haciendo que Andron retrocediera un poco más—, y es que no existen ataúdes de tu tamaño aún.

— ¿Y los hay del tuyo? —respondió Andron.

Sentía el nudo en su garganta, era su subconsciencia pidiéndole que parara, sabía quién tenía la ventaja en esta situación, pero no iba a parar hasta tener respuestas.

—Peleas por estas personas que te pondrían en el infierno sin pensarlo y tú lo llamas amor —Headley dio un paso al frente—. Crees que porque eres dulce con ellos te pagarán con la misma moneda, pero no es así, sabes bien que no. Las personas pelean para eliminarnos y tú estás a su lado.

—Quiero demostrarles que no todos somos malos —Andron se detuvo—. Quiero que sepan que aunque haya maldad siempre habrá un bien que se interponga. Para un hombre como tú eso debe ser intimidante ¿No?

Headley se rió entre dientes, parecía más un gruñido que una risa. Headley era tan grande que el techo rozaba su cabeza escamosa.

—Niño, en este mundo hay un grupo de personas que buscan personas como tú —murmuró—, es de ConAbe pero…

—Sé que es eso —respondió Andron aún con sus manos empuñadas—, sé que son un grupo de Aberrantes siendo tomados por ConAbe y los usan como armas, son marionetas y dejan que ellos guíen las riendas.

—Si mi dueño me alimenta, no hay de qué preocuparse —Headley se acercó más haciendo que Andron retrocediera un poco más.

—Soy una persona, no una mascota, gracias por la invitación de igual forma.

—Niño…

—No me digas niño —dilucidó Andron.

—Andron. Es tu última oportunidad —continuó—, ¿Vienes o mueres?

— ¿Dónde está mi madre? —preguntó Andron más decidido que nunca.

Headley dio un paso tan estruendoso que hizo temblar la planta. Este movimiento captó a Andron de sorpresa haciendo que retrocediera un poco más. Andron no solo había escuchado el fuerte pisar de sus pies descalzos, sino el quebrar de una ventana. Giró su cabeza para ver de dónde provenía el ruido y lo último que logró ver fue una bala impactando contra su cuello.

Él era rápido, la persona más veloz de todo el mundo, pero igual podía ser tomado por sorpresa, no percatarse de sus alrededores y ser quebrado tan fácilmente. Sus párpados comenzaban a pesar y sus piernas dejaron de responder. Estaba luchando porque las palabras salieron de sus labios pero era imposible. Lo último que logró recordar era como Headley se acercaba a su cuerpo inconsciente y como trataba de articular la palabra «mamá».

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El coche las había dejado en el borde del domo, puesto que había dejado de funcionar. Le explicaron lo que había ocurrido, una clase de campo electromagnético. Los tres continuaron su camino a pie. Habían tardado media hora en llegar hasta el apartamento de Brown. Comenzaba a oscurecer y las calles estaban desoladas, no se escuchaba ni un murmullo en toda la cuadra.

Los tres entraron al apartamento y comenzaron a subir los peldaños. Esta vez lograban escuchar las voces detrás de las puertas. Al menos había vida en este lugar.

Subieron hasta el piso 9 y se dirigieron a la puerta más cercana a los peldaños.

Twyla tocó la puerta, pero los nudillos al hacer el impacto hicieron que la puerta se abriera. Ya estaba abierta, alguien entró primero que ellos. Al notar esta acción, Lissa tomó a Twyla por su hombro y la arrastró detrás de ella. Lissa aún conservaba el arma que les había arrebatado a los trabajadores de ConAbe en el apartamento de Enrique. La había guardado en sus pechos, pues era un buen bolsillo.

—Detrás de mí —murmuró Lissa y ambos asintieron.

Lissa abrió la puerta de una patada y apuntó con su arma lo que fuera que vieran sus ojos. No había nada, ni nadie. Estaba vacío.

Lissa escondió el arma de nuevo en sus pechos. Sin embargo, eso no significaba que no hubiera peligro. El apartamento era un desastre. Los sofás estaban desgarrados como si un tigre se hubiera pasado por allí, las librerías estaban en el suelo al igual que los libros guardados en él, diversos platos estaban quebrados y esparcidos al igual que el televisor.

— ¿Tu tío es así de sucio? —preguntó Lissa sobre su hombro a Twyla.

—Lo es, pero tampoco tan extremista.

Twyla escudriñaba el lugar sin saber qué más decir. Su tío estaba muy mal como para haber dejado el lugar en un desastre. Se acercó a la cocina y se colocó de cuclillas tomando un trozo de plato.

—Hubo forcejeo por aquí —sentenció Twyla.

—Revisaré las habitaciones —exclamó Enrique y abrió la primera puerta que había.

—Fue una buena pelea —admitió Lissa y se acercó al televisor.

Twyla se fue acercando cada vez más a la cocina hasta perderse de vista, mientras que Lissa continuaba preguntándose qué carajos había pasado. Vio a su alrededor y no había una pizca de sangre, ni siquiera muestras de una pelea a mano armada, podía ser de puños, pero, repetía, no había sangre. Se acercó al librero e intentaba adivinar cómo podía tumbar un librero, una pelea. Un televisor de pantalla chica era aceptable, pero el librero había caído de frente, no de costado, por lo que en su batalla campal no pudo haber caído, ni siquiera como distracción, el apartamento era enorme.




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