Mid [#2 Aberrantes]

Capítulo 1 - El velocista

Cooper sacó su teléfono de su bolsillo solo para ver nuevamente las notificaciones vacías. Su pierna se agitaba con rapidez. Estaba nervioso, pero no por lo que iba a hacer en ese momento, sino porque no había sabido nada de Lissa desde hace 3 días.

Guardó el teléfono dentro de su bolsillo.

Cooper usaba zapatos, mocasines, una camisa blanca de botones y unos pantalones de vestir. Miró a la recepcionista que lo tenía esperando desde hace media hora. Esperaba que la misión de Lissa no fuera tan aburrida como la suya.

Jeff le había comentado su objetivo, era una chica. Jeff afirmaba que esta chica era esencial para ellos, era una aberrante, pero no había ni una pizca de maldad, lo sabía porque la había vigilado hasta que ConAbe la atrapó antes que ellos. No podían apreciar bien la imagen de la chica, ya que traía una capucha cubriendo su cabeza, se mantenía cabizbaja entre las personas que pasaban de ella por la calle.

Ella era tímida y especial. La necesitaban.

Cooper logró dar con su paradero, estaba en Grifell dentro de una de las sucursales de ConAbe, allí encerraban a los Aberrantes clase D o C. Debía mantenerse al margen, no llamar mucho la atención. Así que tenía esta loca idea de pedir un empleo en ConAbe para filtrarse y sacarla de allí ¿Cómo lo haría? Eso lo iría ideando con el tiempo.

—Joder —murmuró Cooper y juntó sus manos.

Bajó su cabeza viendo cómo su pierna no paraba de agitarse de arriba a abajo.

El lobby era lo opuesto a lo que ConAbe representaba para los aberrantes y los vigilantes. Era limpio, iluminaba cada zona del lugar. La puerta de entrada era de cristal y sus lados la rodeaban grandes paneles de cristal, las paredes eran doradas y los asientos blancos como el techo. Un gran tragaluz reflejaba el cielo despejado de Horifell. Cada esquina era adornada por plantas de plástico, dándole un tono fresco al lugar.

Varios hombres en trajes entraban y salían de la sucursal, ya era hora del almuerzo.

Cooper no podía esperar más. Se levantó de su asiento y se dirigió nuevamente a la recepcionista.

—Hola, de nuevo —Cooper sonrió—, ¿Cuánto puede tardar esto? Tengo otras entrevistas de trabajo y de verdad no quiero llegar tarde.

—Lo siento, señor Miller —la chica apartó la mirada del monitor para ver a sus hipnotizadores ojos celestes—, recursos humanos aún me han dado luz verde para dejarlo entrar, ¿puede esperar un poco más?

—Está bien —Cooper dirigió su mirada al elevador cuyas puertas comenzaron a abrirse.

Esta era su oportunidad.

Se dirigió a uno de los hombres que charlaba con otro y extendió su mano en forma de saludo.

—¡Amigo! —exclamó Cooper, el hombre lo observó y sabía que no lo reconocía—, ¿Cómo estás? ¿Te acuerdas de mi verdad?

El sujeto que hablaba con el chico se alejó de ambos, mientras que el chico recibía el abrazo de Cooper con recelo.

—¡Hola! —exclamó él.

Claro que no lo conocía, ninguno se había visto antes.

—¿Listo para trabajar? —preguntó Cooper.

La recepcionista lo escudriñaba y notaba como poco a poco se iba adentrando al elevador. Estaba a punto de detenerlo, pero uno de los empleados de ConAbe se interpuso para tener una conversación amistosa.

—Oye, amigo, una pregunta —Cooper sostuvo la puerta del elevador para que no se cerrara, se adentró a la pequeña caja de metal—, ¿Sabes dónde está el departamento de vigilancia? Es que soy nuevo, entré hoy

—¿En serio? —el hombre sonrió— felicidades. Están en el piso 7, es todo lo que puedo decirte, hermano.

—Está bien, es todo lo que necesito —asintió Cooper—, saludo a los muchachos de mi parte.

—Claro —Sonrió y se marchó.

Cooper presionó el botón 7 y las puertas se cerraron.

Cooper inclinó su cabeza en el espejo del elevador. El plan estaba resultando, pero no por mucho. Sabía que la chica llamaría a seguridad, lo buscarían y lo sacarían de allí. Solo debía darse prisa antes de que lograran dar con él.

Al cabo de unos minutos las puertas se abrieron de par en par. Cooper salió de la pequeña caja de espejos para encontrarse en un extenso corredor de paredes blancas. Se dirigió al final del corredor, cada paso era un tiempo perdido, debía darse prisa. Una chica de lentes redondos iba caminando por el extenso corredor, Cooper la detuvo.

—¡Hola! —le sonrió amablemente. La chica tuvo que subir su cabeza para lograr verlo a los ojos, Cooper notó como sus mejillas se enrojecen—, una pregunta, ¿Cómo puedo llegar a la sala de cámaras? Es que soy nuevo.

—Hola —la chica sonrió de vuelta y le señaló una puerta de madera negra—, es allí.

—Perfecto —Cooper asintió—, muchas gracias.

Cooper se retiró y tocó la puerta de madera negra. Esperó unos segundos y alguien abrió la puerta. Era un hombre de piel tostada y ojos cafés con largas pestañas.

—¿Sí? —preguntó el hombre con recelo.

—Hola —saludó Cooper—, soy el chico nuevo, me dijeron que esta era mi sección.

—¿A sí? —el hombre frunció el ceño—, bueno.




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