Mid [#2 Aberrantes]

Capítulo 3 - Seré tu nueva amiga

—Mira, una chica hermosa —señaló Alan a un lugar en la ventana.

— ¿Dónde? —preguntó Enrique viendo las calles pobladas.

—Allí.

— ¿Cuál?

Antes de que pudiera decir algo más, Alan se movió con una increíble velocidad y se dirigió a la computadora de la cafetería. Allí debían de tener registrados a todos los comensales de aquella tarde, era un gusto que la computadora fuera rápida, pero igual debía de cargar todos los nombres, así que regresó a su puesto como si nada hubiera pasado.

—Esa rubia de allí —respondió Alan.

— ¿Cuál de todas? Casi todas son rubias, Alan.

—La única linda —Alan fijó su mirada al monitor y luego a la puerta donde marcaba «solo personal»

—Alan, solo hay…

Corrió de nuevo, Enrique no lo observaba. Los nombres ya estaban en la pantalla y Alan comenzó a usar su teléfono celular tomando fotos de cada nombre que aparecía, a su lado mostraba también cuánto habían pagado y a qué hora había llegado. Era perfecto, todo iba a la perfección.

Se sentó de nuevo en su asiento.

—Pero igual no lo sé —Enrique lo vio a los ojos. Alan parecía aturdido—, ¿Escuchaste lo que te acabo de decir?

—En ese caso no importa —respondió Alan—, yo siempre como buen amigo tratando de apoyarte en tu cacería y tú me niegas, Qué injusticia.

Alan colocó una mano en su pecho fingiendo dolor con exageración.

—Es decir, no me refería a…

— ¿Sabes qué? Me iré —contestó Alan mientras se levantaba de su taburete—, tengo que salvar vidas, lo cual es más importante que fastidiarte.

—Sabes que eso es muy gay de tu parte ¿Cierto? —Enrique comenzó a rebuscar en su teléfono.

—Pero ya en serio debería ir a trabajar, tengo que irme.

— ¿Entonces qué viniste a hacer aquí?

—Solamente quería comer un poco —dijo Alan encogiéndose de hombros.

No podía decirle a Enrique que venía por unas notas, se lo diría, pero no sabía cómo hacerlo sin usar sus poderes, y no podía permitir que él supiera la verdad, saldría herido. Sería algo impactante para la vida que lo rodea y prefería que lo viera como amigo que como un héroe, sin contar con que podía usar eso a su favor para cazar chicas.

—Desayunaste magdalenas como loco —dijo Enrique sin apartar su mirada de la pantalla. Liberó una bocanada de aire—. Mira lo que está pasando en el Banco de Acrisea.

Enrique alzó su teléfono para que Alan alcanzara a ver su pantalla. Era una grabación desde un teléfono móvil como una chica con cola de escorpión amenazaba a los cajeros con darle el dinero en efectivo. Todos los visitantes se hallaban en el suelo con las manos detrás de la cabeza o el mármol. El teléfono se agitaba por el temor. Los Aberrantes nunca iban a dejar de ser crueles y creyentes que eran la raza dominante.

A Alan le era difícil mantener la compostura, no sabía cómo actuar. Era preocupante, pero no tan chocante y no quería lucir desesperado por marcharse. Rayos, todo esto era tan complicado. Alan asintió y tragó saliva.

—Qué horrible —dijo Alan a su vez que caminaba de espaldas a la puerta de salida—, no puede ser que los Aberrantes hagan este tipo de cosas a nosotros.

—Realmente no lo sé —Enrique continuaba viendo su teléfono celular—, no creo que todos los Aberrantes sean…

—Me tengo que ir, Enrique —dijo Alan y casi se tropieza con una mesa, pidió disculpas y tomó el pobo de la puerta—, hablamos esta tarde ¿Vale? Adiós.

Alan no pudo esperar una respuesta. Continuó su camino y tomó su teléfono, en su GPS tuvo que localizar el lugar exacto donde estaba ocurriendo el robo. Alan continuaba caminando a grandes zancadas, no estaba al tanto de las personas que estaban frente a él esquivando, algunas lograron su cometido, otras tropezaban con él mientras esperaba que su teléfono reaccionara. Listo. No estaba tan lejos a solo unos minutos trotando, pero corriendo…

Alan corrió y mientras lo hacía comenzó a despojarse de sus prendas. De su suéter, de sus pantalones y mocasines, los guardó en su mochila. Era tan veloz que las cámaras no lograban filmarlo y menos a simple vista. Dejó su bolso dentro de un contenedor de basura y siguió con su trayecto, una vez en el banco se detuvo en seco. Estaba en el centro del precinto.

Giró a su derecha para que su mirada se encontrara la mujer de cola de escorpión. Era tan diferente a lo que pensaba en el video. Era alta para su edad, pero su rostro era muy juvenil, quizás era una adolescente o prácticamente 20, era demasiado joven para hacer tal fechoría.

Todo el personal que se hallaba en ese banco se mantuvieron inmóviles, los empleados y los clientes se vieron alterados por la aparición de Alan, la chica parecía estar confusa ante tal situación, como si no esperaba su presencia, mientras que él no sabía qué hacer. No era su primera vez salvando a los ciudadanos, solamente esperaba decir algunas frases motivacionales y detener a la chica, pero ¿Qué iba a decir con el reflector debajo de él?

—Tú eres el hombre veloz —dijo la chica finalmente.

De una manera poco usual, una sonrisa se dibujó en su rostro. No era malicia, era más como admiración. Esto lo aturdió más, no entendía qué estaba pasando.




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