Mid [#2 Aberrantes]

Capítulo 4 - Tenemos que terminar esto

Ella no, Scorpion la había tomado por el borde de su vestido. Nunca tocó su piel.

—Entonces ¿Quieres que te lleve a casa? —preguntó Twyla.

Alan asintió.

Twyla tomó su brazo de nuevo guiándolo hasta su coche. Le costaba bajar los peldaños sin tropezarse.

Alan vio a Twyla a los ojos. Por más angelical que fuera su rostro podía notar las arrugas en su frente dando señales de aturdimiento y estrés. Sentía que era su responsabilidad como amiga llevarlo a un lugar seguro, por la manera en como caminaba con determinación lo hacía sospechar más. Una parte de él conocía lo terca que era Twyla y reconocía que no lo llevaría a casa, a no ser que su cama estuviera en un edificio enorme con una cruz roja encima.

—Twyla —murmuró Alan y señaló a su derecha—, mira. Es el velocista.

Ya estaban en la acera, al final de los peldaños. Twyla giró su cabeza para ver al hombre veloz.

— ¡¿Qué?! —preguntó ella sorprendida.

Al girar no observó nada más que una calle rodeada por peatones. Intentaba ver algo más detrás de esos rostros comunes, pero ninguno acapara su atención, sin embargo, el azote de la briza la hizo estremecer, sentía el cuerpo más ligero, volteó para ver a su mejor amigo, pero no había nadie. Estaba sola en la vía y su brazo continuaba en la misma posición en la que había sostenido a Alan.

Observaba la calle donde suponía que habían desaparecido el velocista y su amigo. No había nada más que un camino de hojas secas cayendo al suelo, al igual que pedazos de basura. Bajó su brazo con suavidad tratando de asimilar lo que había ocurrido.

El velocista había estado debajo de sus narices, no importaba que fueran unos cinco segundos o menos de un milisegundo, estuvo frente al hombre que toda la ciudad amaba, el hombre que salvaba vidas y era considerado un influencer. Estaba tan cerca que podía tocarlo.

El coche de policía corría a una velocidad moderada. Scorpion se hallaba en el asiento trasero jugando con sus dedos mientras fijaba su mirada en la ventana. Las esposas comenzaban a calentarse gracias a su tacto con la piel, una de sus uñas largas se había quebrado en la escena del crimen, pero eso no era lo que le importaba si no el hecho de haber estado tan cerca del velocista. Nadie sabía su nombre, ni quién era, pero todos lo admiraban.

Los ojos verdes de Scorpion danzaban mientras observaba a cada persona pasar. Su frente estaba adherida al cristal, agregándole más monotonía a su aspecto. Alzó una de sus cejas perfectamente curvadas y maquilladas sin ninguna razón aparente. Mientras sus ojos se enfocaban en lo que estuviera fuera, su oído estaba más al tanto de lo que ocurría en los asientos delanteros.

Los dos policías discutían sin prestar atención a nada, Scorpion los vio de reojo, no estaban ni siquiera concentrados en ella. Ella suspiró y una vez que el coche se detuvo por una luz roja en un semáforo, Scorpion provocó que un portal se creara en la cabina, justo debajo de su asiento. No elaboraba ningún sonido, así que era fácil abrir un portal.

Una vez que su cuerpo logró atravesar el portal, extendió las piernas en el aire y cayó de pie con la misma gracia de un gato. Estaba en un callejón. El olor a putrefacción azotó su nariz, el bote de basura estaba frente a ella, sin contar con el aspecto de la calle. Graffitis marcados en todas las paredes, basura por doquier, ratas corriendo de un lado a otro tratando de comer basura.

Scorpion vio al final de la calle como el coche en donde estaba anteriormente acelera y se dirigía a la comisaría, ni siquiera se habían percatado de que ella no estaba allí. Colocó los ojos en blanco.

—Idiotas —murmura.

Scorpion creó otro portal. Esta vez un óvalo que se encontraba adherido a la pared dejando a la vista una hermosa sala de estar con las paredes blancas y enormes vidrieras que dejan a la vista una hermosa ciudad. Scorpion caminó hasta el portal y una vez dentro este se cerró.

El apartamento en el que ella vivía era una de las residencias más codiciadas de Acrisea. Tenía una hermosa vista; los rascacielos casi tocaban las nubes, los autos corriendo de un lado a otro y las calles limpias a su alrededor. Delante de ella solo había un muro de mármol blanco donde se revelaba un dibujo de una flor. Las escaleras estaban iluminadas debajo de cada peldaño para subir hasta la segunda planta. Rayos, era el apartamento más lujoso que existía.

En uno de los sofás de piel color hueso se hallaba sentada la misma niña que Scorpion había amenazado con lanzar al vacío.

—Sabes que eso no era parte del plan —dijo la niña cruzada de piernas.

Era totalmente diferente a como estaba en el banco. Su voz era segura de sí misma, ni siquiera aparentaba lo que su edad indicaba. Seguía siendo una niña, pero esta vez había amarrado sus cabellos dorados en una coleta de caballo alta. Sus ojos verdes ya no eran dulces, expresan deseo y malicia, decepción y rencor. A pesar de ser una niña de solo 11 años.

—Pero hicimos lo que teníamos que hacer, ¿verdad? —preguntó Scorpion encogiéndose de hombros.

— ¿Y tú coqueteando con él? —La niña se levantó de su asiento.

—Lo siento, Shaper, pero era parte del plan.

—Siento que no me cuentas todos los planes, Scorpion —intervino Shaper y se dirigió a la cocina.




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