Una situación que remediar, guerras y venganzas.
No podía negar que el interior de la cabaña era todo lo contrario a su exterior, una vez puse un pie dentro el calor golpeo mi frio y rígido cuerpo que aun no procesaba que estaba fuera de peligro. Era aún más grande de lo que aparentaba, paredes coloridas, un gran desorden, muebles con cojines cómodos, una chimenea, un ambiente muy cálido y familiar que me incitaban a entrar y no irme nunca, ya había olvidado el susto, quien era y porque estaba ahí solo quería tomar una manta, tirarme en ese mueble cómodo frente a la chimenea, y dormirme, nada más que eso.
Y alimentarme claro, no podía darme el gusto de debilitarme, no ahora.
─Pónganse cómodos muchachos, les traeré chocolate caliente ─anunció amablemente aquella mujer que aparentaba unos treinta y tantos, no era vampiro eso se notaba, tenía el cabello rubio y ojos verdes, emanaba mucha calidez, me sentía muy a gusto ahí, a pesar de haber juzgado la portada de su hogar.
─Ni se les ocurra avergonzarme delante de mi suegra ─habló entre dientes, lanzándole una mirada acusatoria a Klaus.
Espera, había dicho suegra.
─Y porque me miras así, yo sería incapaz de hacerte pasar una vergüenza ─frunció el ceño y paso a sentarse a mi lado, frente a la chimenea.
─¿Suegra? ─mencioné al aire, procesando lo dicho por el pelinegro hace un momento─. Vaya que si me perdí de mucho.
Había perdido muchos años de vida y confianza de mi hermano, debía de volver a ganarme mi puesto como hermana para él, ansiaba que volviéramos a ser uno solo, como antes, recuperar el tiempo y sanar sus heridas para que sea capaz de abrirse a mí, como antes.
─Bueno, más o menos ─revolvió su cabello nervioso, al tiempo que desviaba su atención a la puerta por la que desapareció la mujer.
Nos quedamos algunos minutos en silencio, cada cual en lo suyo, yo aún trataba de normalizar los latidos de mi corazón, me había llevado un buen susto. Más porque los hombres lobo han sido un tema del que hablar por años, desaparecieron hace mucho, así sin más, pero estaba completamente segura de que esos aullidos no eran solo de un lobo, eran más, muchos más.
Me puse de pie y trate de olvidar esos pensamientos al sentir la presencia de la mujer en la sala nuevamente
─Aquí tienen muchachos.
─Oh gracias...
─Mara querido ─refutó con una gran sonrisa.
Luego de eso todos nos dispusimos a beber nuestro chocolate, mientras Aro y la mujer, Mara charlaban muy a gusto. Parecía que se conocieran hace mucho tiempo y por un breve instante desee estar en el lugar de la mujer, desee que mi hermano hablara así conmigo, feliz y abiertamente.
No sabía nada de lo que paso en todos estos años que estuve lejos de ellos, pero sí que algo les había ocurrido, y ese algo había sido lo suficientemente malo como para arrebatar la felicidad de mi hermano y de Klaus también.
Desde que llegué había notado por mucho que ellos lo disimularan, que ellos no eran felices, que sus sonrisas no eran genuinas, que algo, que todo estaba mal en su vida y yo tan solo deseaba saber qué y remediarlo, remediar e tiempo que me alejé y los abandoné.
Tenía mucho por hacer, ya no solo era intentar vivir una vida común y tranquila. Debía arreglar la situación con mi padre y descubrir que estaba sucediendo con Aro y Klaus, que más que familia eran mis mejores amigos.
─Y que hacen por acá a estas horas queridos ─indagó Mara.
─Vinimos a pedirte un pequeño favor ─respondió Aro con una pequeña y tímida sonrisa, pero se sentía real.
─Lo que sea querido ─alentó.
─Están colocando unos dispositivos de altavoz por el pueblo y unos de ellos está ubicado en la escuela, cualquier criatura sobrenatural que escuche el ruido que este provee, se delataría al instante convirtiéndose inconscientemente o desmayándose ─se detuvo para observarnos a Klaus y a mí, para luego volverla hacia Mara─. Lo vivimos en carne propia hoy y necesitamos tu ayuda.
Noté de reojo que Klaus se tensó un poco, Aro acababa de contarle a esa mujer, una que ni mi primo ni yo conocemos en lo absoluto, sobre lo que nos sucedió hoy, revelando que no somos solo chicos, quien sabe que podría hacer esa mujer porque, a pesar de su calidez al hablar o sonreír, no me sentía en confianza.
─Oh cierto ─pareció recordar algo─ Mara es una bruja.
Luego de escuchar esas palabras sentí alivio, y noté que Klaus igual. Por un momento pasaron muchas teorías conspirativas por mi cabeza pero me quedaba tranquila al saber que Mara era una bruja y podría ayudarnos a burlar el peligro en que nos encontramos, al menos una parte.
─Hablaré con el aquelarre de inmediato, encontraremos una solución para ese problema hoy mismo y mañana todos podrán caminar despreocupados y sin correr riesgo alguno ─anunció liberando el nudo que se atoró en mi garganta, desde la mañana no dejaba de atormentarme con esas imágenes que llegaban a mi, estaba en un grave peligro, todos lo estábamos─ pero eso no quita que todo vaya a pasar, quien sabe que más harán, deben cuidarse y no confiar en nadie.
Se marchó avisándonos que iría a contactar con el aquelarre para solicitar apoyo en un hechizo protector.
Aro y Klaus se quedaron charlando sobre nimiedades a las cuales no quise prestar atención, esto estaba completamente fuera de mi control, no sabía que haría pero no podía contarle a mis padres, porque quien sabe que podrían...