Miedo a la venganza [1º parte]

Capítulo 4

Ashley

—Ash, despierta—las manos de Isa zarandean mi cuerpo y me levanto con un humor de perros.

—¿Qué pasa?—le pregunto mientras me siento en el filo de la cama. Me froto los ojos.

—Mira las noticias—me tiende su portátil y veo que hay una chica hablando de la desaparición de una niña de dieciséis años—. Hoy hace dos años que desapareció. Qué pena.

—Seguramente esté muerta.

—No seas negativa, Ashley. Pobrecita, no se merecía eso.

—Eso pasó por algo, y te aseguro que nada bueno.

—¿Por qué tanto reproche? ¿Sabes lo qué pasó o algo?

—No, no lo sé. Pero lo que sí sé es que esa chica está muerta y no hizo nada bueno para desaparecer.

—Puede que se haya ido sola.

—No se ha fugado, además, dijeron que fue un secuestro. Está muerta y punto. Como toda la gente que desaparece, siempre los encuentran muertos.

—Dios Ashley…

—Además, esa chica tenía antecedentes o algo así. No van a buscar a una criminal, eso te lo aseguro.

—¿Cómo estás tan segura?

—Porque lo sé, es evidente. Hasta el más tonto lo piensa, joder. Es de cajón—me levanto y voy a mi armario para vestirme.

—Yo creo que la encontrarán—dice Isa muy segura.

—Puede ser, pero muerta.

—Que cabezona eres, joder. No tiene porqué aparecer muerta.

—Dos años sin dar señales de vida. Piénsalo bien.

—Por una parte, tienes razón, pero la otra… Sus padres tendrán esperanzas.

—Seguramente.

***

Voy a todas las clases del día y cuando llego al cuarto me tiro de cabeza a la cama. Estoy muy cansada de estudiar, no me extraña que le dé pereza a la gente, esto se empieza a poner chungo. Me siento en la cama para hacer la tarea y a repasar, porque hoy me han puesto un examen para mañana. ¿Eso es legal? Y si lo fuera, los cogía del cuello y los estrangulaba hasta dejarlos sin oxígeno.

No, no soy tan cruel. No soy una asesina. Tengo mi carácter, nada más.

Cuando no entra más información en mi cabeza ya es de noche. Isa no está, como siempre. Me calzo las zapatillas y salgo del apartamento. Necesito dar una vuelta, necesito despejarme y me pongo a pensar en lo que dijo mi compañera de habitación. ¿Y si es verdad que la encuentran con vida? ¿Qué le pasará? ¿Estará asustada? ¿Dónde estará? ¿En realidad está muerta? Demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Eso me enfurece. Me tumbo en el césped y miro las estrellas. Me quedo un buen rato así, pensando en la pobre chica criminal, pero sigue siendo una menor o quizá ahora tenga dieciocho años. A mí no me hubiera gustado nada vivirlo, me niego.

—¿Qué haces?—la voz de Dash suena y su cabeza se presenta en mi cara.

—Nada.

—¿Por qué estás aquí?—se tumba a mi lado y me mira, yo sigo con la mirada en el cielo.

—Te podría hacer la misma pregunta.

—Ah, bueno, yo… Vine porque Isa me llamó, quiere que quedemos todos.

—Joder—susurro para mí.

—Sé que no te hace mucha gracia que estemos ocupando tu habitación todos los días.

—Que se le va a hacer. No soy quien para meterme con las amistades de mi compañera de habitación. Si quiere quedar pues que lo haga, no se lo voy a impedir.

—Que generosa, creo que me gusta más tu lado borde—dice y se le forma una sonrisa socarrona en los labios.

—Oh, no creas—niego con la cabeza.

Mejor que no sepa nada. Su mirada se muestra sincera. Como si estuviera muy seguro.

—Tú no eres así.

—¿Crees que soy una asesina en serie en busca y captura? Soy una persona inofensiva.

—Pues no lo parecía cuando me cogiste de la camiseta y me tiraste al suelo en el bar. Se puede decir que tienes agallas.

—Mi carácter, como todo el mundo.

No sé adónde quería llegar, pero estaba claro que no le iba a dar la razón. Jamás se la daría.

—Cuéntame algo de tu infancia—me dice—. O de tu adolescencia, me da igual.

No quería hablar de mi pasado en ese momento. Ni en ese momento ni nunca. Era una etapa que quería dejar atrás.

—Nada en especial.

Mentía como una perra. Nada en especial no se consideró mi adolescencia.

—Algo, aunque sea, mira empiezo yo—se puso a pensar—. En sexto le tiré el libro de historia, que era enorme, al profesor y castigaron a otro.

—Oh, que malote. Qué locura.

—Pues cuenta tú, lista. Vamos, Heidi. Tan mala no sería tu adolescencia.

Ni te imaginas.

—A ver… Una vez mis amigos y yo pusimos chocolate fundido en la silla de la profesora de mates, que era muy mala. Siempre llevaba faldas blancas, y se me ocurrió echarle a la silla un poco, pero que acabó siendo mucho de chocolate fundido. Cuando se sentó… Jamás me he reído tanto en la vida. Y luego cuando se fue, se lo quedó una mancha enorme—me rio al recordar como mis amigos y yo lo hicimos. Éramos un equipo.

—Que emocionante. Eras un poco mala, ¿no crees?

—Pues no has visto nada.

—Cuenta, cuenta.

—Otro día te lo contaré, ¿vale? Vamos con los demás, nos estarán esperando impactantes—bromeo y Dash rueda los ojos.

—O podríamos dar una vuelta. ¿Hace cuánto que llegaste aquí?

—Casi tres años.

—Emocionante. Entonces estás acabando, ¿no?

—Sí. Me falta muy poquito para acabar.

—¿Qué quieres hacer en un futuro?—preguntó y yo dudé si contestarle.

Las personas cotillas, no me gustan ni un pelo, en cualquier situación te sacan demasiada información.

—Encontrar trabajo en una empresa o algo que surja—me encojo de hombros sin darle importancia. Aunque la tenga.

—Bien, ¿a dónde vamos, Heidi?

—Primero: no me llames Heidi. Segundo: me da igual. Has sido tú el que quería dar un paseo.

—¡Vale! ¡Vale!—levanta las manos en son de paz y se pone de pie—¿Has ido alguna vez a la laguna?

—¿Hay aquí una laguna?

—Está claro que no. Venga, te la enseñaré—hace un gesto con la mano y yo me levanto.



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En el texto hay: misterio, secretos, amor

Editado: 15.10.2022

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