Miedo a la verdad

Capítulo 24

Manuel estaba en su departamento leyendo el diario le gustaba hacerlo por la mañana

temprano antes de ir a su estudio, prefería sentír el papel en sus manos, dar vuelta

las páginas, y no leer las noticias por internet, mientras tomaba su desayuno, un café

con leche, y unas sabrosas tostadas a las que untaba manteca y dulce de leche, era

bastante goloso, recordó que era una de las discusiones con su madre cuando vivía

con sus padres, ella lo reprendía por abusar de los dulces y lo quitaba de la mesa, a

pesar de las protestas de Manuel y de su marido, quien también era adicto al dulce de

leche. El padre replicaba

_ pero, mujer, traé el  dulce, cada día estás más mezquina, por qué no nos dejas desa-

yunar tranquilos

_ mirá, Adolfo _ gritaba ella_ si seguís comiendo de esa manera te vas a convertir en un

obeso y tal vez diabético, y te aclaro que si te enfermás por no hacerme caso, no seré yo

quien te cuide, tendrás que pagarte una enfermera

_ de acuerdo, si me enfermo por disfrutar de unas tostadas con dulce, no te molestaré, yo

mismo me voy al geriátrico, y desde ya te digo que si me tengo que morir, prefiero hacerlo

sin privarme de comer lo que me gusta

Juana movía la cabeza como diciendo, que equivocado estás

_ mamá, dejálo comer, igual lo va a hacer cuando no lo estés vigilando

_ además _agrega Adolfo_ me hice los estudios y el médico me dijo que salieron bien,

estoy sano, es más dijo que estoy diez puntos, podés preguntarle si querés

Manuel se rie de las triviales discusiones de sus padres

Juana se arrepiente de haberle gritado a su marido

_ vos no entendés, Adolfito, yo te cuido porque te quiero, y no me gustaría que te

enfermes

_ ya lo sé Juanita, ya lo sé pero, devolveme el dulce de leche, por favor

_ mamá, entiendo que quieras cuidar a papá, pero, si quitas el dulce de leche de

la mesa, me estás privando a mí también de comerlo, te prometo que no permi-

tiré que mi padre coma más de la cuenta

_ así, vos vas a controlar a tu papá y a vos quien lo hace, tampoco te hace bien

ser tan glotón

_ mamá por favor, te aburriste de regañar a papá y ahora me toca el turno a mí,

podés darme el dulce y dejarnos terminar el desayuno

Juana como siempre, después de sermonear un rato, trataba de suavizar la situa-

ción, jugueteaba un rato con el pote, hasta que por fin lo entregaba, también les

decía que no se lo tomaran tan en serio, que ella solo quería fastidiarlos un poco

y luego se reia, con una risa forzada, ellos también terminaban riéndose divertí-

dos, pero, ambos sabían que Juana, de verdad quería cuidarlos.

Manuel sonreía agradecido a la vida, de tener a sus padres con él, cuando escu-

chó el timbre de su celular, lo había dejado en la habitación, así, que se levantó

para ir a buscarlo, atendió era Isabella

_ Manuel te enteraste?

_ no, contáme que pasó

_ estoy muy apenada, necesitaba hablar con alguien y pensé en vos

_ sabés que siempre podés contar conmigo, se trata de Andy?

_ sí, me dijo el doctor Ocampo que el juez le negó la excarcelación y que pronto lo lle-

varán detenido a un penal

_ no, por favor! no te puedo creer, sabía que existía esa posibilidad, pero, estaba con-

vencido que le otorgarían la libertad, en espera del juicio

_ estoy desesperada, Manuel, no sé que hacer

_ tratá de tranquilizarte, sabés donde lo trasladan?

_ no, el abogado me dijo que en cuanto lo supiera me lo iba a comunicar

_ está bien, yo voy a tratar de averiguar por mi cuenta, cualquier cosa te aviso

_ de acuerdo gracias, chau

_ chau, Isabella

Manuel sabía que esto podía pasar, pero, al escuchar la voz tan acongojada de Isabella,

se sintió triste e impotente, quería ayudarla, darle su protección, pero, no podía, al menos

por ahora, no debía mostrarle el amor que sentía por ella.

Tomó la agenda y llamó a un secretario del juzgado, con quien tenía buena relación, el

hombre atendió después de varios llamados infructuosos, se disculpó, dijo que estaba

atendiendo otro llamado, Manuel le preguntó si sabia donde sería trasladado Andrés, el

secretario le dijo que consultaría el expediente y luego lo llamaría para informarle.

Era un sábado esplendoroso, el sol había asomado con toda su fuerza, el cielo estaba

de un azul intenso, pero, el ánimo de Manuel contrastaba, porque estaba molesto por

como se estaban dando las cosas, Andrés hacía ya un mes que estaba alojado en

un penal, ese día iría a visitarlo, y deseaba poder estar de mejor humor, para conso-

lar a su amigo, aunque estaba seguro que cuando lo viera, dejaría de lado su enojo

y le transmitiría a Andy, ideas positivas y esperanzadoras, sentía cierto temor porque

las últimas veces que lo visitó lo encontró desmejorado, a pesar de que él bromeaba

no pudo sacarle una sonrisa.

Subió a su automóvil y se dirigió al establecimiento penitenciario, una vez allí fue con-

ducido por esos lúgubres pasillos, ya conocidos de cuando visitaba a algún cliente de-

tenido, pero esta vez era distinto, venía a ver a su amigo y se le oprimió el corazón.

En la sala de visitas, esperó que trajeran a Andrés, lo vio llegar estaba pálido y dema-

crado, pero, cuando vio a Manuel intentó sonreir, era muy posible que no hubiera dor-

mido en toda la noche.

Se estrecharon en un fuerte abrazo, había lágrimas en los ojos de Andrés, las que tra-

tó de borrar de un manotazo, no es que le importara mostrarse vulnerable ante su amigo,

ya que sabían todo uno del otro, pero, no quería causarle más dolor.



#5870 en Thriller
#3200 en Misterio
#2325 en Suspenso

En el texto hay: intriga y romance, suspenso

Editado: 19.03.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.