Miedo Al Amor

Mochi, dulce

—Entiendo... —Dijo Chris, mirando de reojo a Jack, que no dejaba de mirar a Tomás.

Y la primera vez sintió miedo de perder a una persona. Sintió celos. Y eso que solo lo acaba de conocer. Tenía muchísimo miedo, ¿por qué?
Él no dijo nada más y se fue con Jack a su lado. Sentía que debía proteger lo que era suyo. Pero ni siquiera era de él.
—Bueno chicos, ha sido un placer, otro día nos veremos. —Tomás, al sentir la incomodidad que se había creado, decidió irse.
....
Desde aquel encuentro tan extraño y peculiar que tuvieron los tres chicos, la relación entre Jack y Christian se había vuelto cada vez más estrecha. Y eso a Jack, aunque no lo demostrarse casi nunca, lo hacía muy feliz. Por primera vez en la vida, podía decir sin dudar, que tenía un amigo verdadero.
Por otra parte, Christian se sentía afortunado por haber hecho una relación mas estrecha con el pelirrojo, aunque le inquietaba ese tal Tomás. Sentía que algo iba a suceder. Lo sentía cada vez que acariciaba a Mochi.
Christian se sentía realizado al ver la felicidad y un brillo lleno de vida en las orbes oscuras del mayor. Porque eso significaba que Jackie empezaba a tener más amor en su vida. Y se sentía aún mejor, al saber que uno de los motivos de su cambio, es gracias a él.
Mochi, el elefantito, poco a poco se empezó a sentir mucho mejor. Y aunque a veces no comía, ni hacía caso a Jeon, siempre que veía venir a Cristian se levantaba en donde reposaba y asomaba la trompa a través de las vallas para saludarlo. A pesar de los celos de Jack al ver tal imagen, no podía evitar que se le escapase una sonrisa cada vez que Chris venía y Mochi lo saludaba de una forma muy particular: aspirando parte de su cabello.
Tomás no volvió a aparecer por el lugar de los elefantes, pero Chris si que lo había visto alguna vez por el Zoo. Tampoco entendía por qué no se acercaba a donde estaban ellos, pero lo mismo no quería molestar la relación entre ellos dos, bueno, o eso quería pensar Chris.
El miedo que presenciaba el menor al ver los ojos del animal aún persistía, pero pudo notar, que cuando Christian y Jack estaban juntos, ese pavor se iba y aparecía un brillo en sus pupilas. El menor aún no comprendía por qué pasaba eso, pero algún día lo iba a comprender.
Habían pasado dos semanas, y casi todos los días, Jack y ChimChim quedaban en la jaula de Mochi para conocerse mejor, hablar de lo que había sucedido en el día y, por supuesto, dar mucho amor a su querido elefante; olvidando todas las preocupaciones que recorrían en la vida de ambos.
Aunque ellos no se dieran cuenta, un fuerte vínculo, más allá de la amistad, iba creciendo dentro de ellos. Una conexión fuerte y lleno de respeto entre ambos.
—¡Hola, hermanito! —saludó alegremente el menor, mientras iba corriendo en dirección a Jack.
Jackie al ver llegar a su nuevo amigo, no pudo evitar sonreír y saludar. En ese instante, se encontraba al lado de Mochi. Lo estaba limpiando y aseando, así que ahora mismo estaba prácticamente cubierto de un traje verde, que, para Christian, parecía ser muy gracioso.
—¿Qué llevas puesto? —rió, cuando llegó al lado del mayor, hinchando sus mofletes haciendo que sus ojos se volvieran una línea fija y adorable—. Tengo que poner una queja a tu estilista. O sea, ¡no estás a la moda!
Christian intentó poner la voz aguda imitando a una chica que salió en el telediario y que, anteriormente, tomó helio. Pero no salió como esperaba, provocando que este pusiera un mohín y que Jungkook riera mostrando sus preciosos dientes. Chris al ver que hizo reír a su hermanito, sintió como su corazón se calmaba.
Sin duda, la risa de Jeon era la cura para un mal día.
Porque como era de esperar, el día de hoy también había estado cargado de estrés, agobio y de noticias inesperadas para Min. La universidad, aunque solo estuviera en primer año de carrera, lo estaba matando poco a poco. La tensión hacía que tuviera menos fuerzas. Jake era consciente de lo que pasaba Christian en los estudios, pero tampoco quiso adentrarse mucho. Siempre que hablaban de ello, a su amigo se le palidecía la cara. Y lo menos que quería era recordarle a Christian sus problemas.
Así que, evitando el tema, dijo:
—Tal vez tú podrías ser mi estilista —añadió a la conversación, viendo que ChimChim se vestía bien, y elegante todos los días. Todo lo contrario a él.
—Bueno, si me pagas no hay problema. Quiero comprarme un nuevo portátil; pero ando más seco que una pasa —dramatizó Chris, intentando olvidar todo el estrés, aunque fuera difícil.
La tarde pasó así, con conversaciones triviales y alguna que otra broma, mientras que el mayor seguía trabajando y cuidando a los animales. Hasta que llegó las siete de la tarde: la hora que tenían para comer un poco.
Christian, tenía más hambre de lo normal, y repetidas veces le sonaba el estómago, creando que este se sonrojara notablemente y agachara la cabeza. Pero esa vergüenza no se incrementó hasta que, una de las veces, Jackie escuchó el rugido del estómago de su compañero aclamando comida.
Por alguna extraña razón, ChimChim, estaba impaciente. Estaba ansioso y no entendía el porqué. Sentía que dentro de poco iba a pasar algo, algo que cambiaría la vida de ambos.
—Vamos Christian, hora de almorzar —habló dulcemente Jeon, mientras revoloteaba el pelo de su amigo. Ante eso, el del pelo dorado empezó a quejarse. Ya tenía suficiente con el estropicio que le suele hacer Mochi a su cabello como “saludo”, como para que su dueño lo hiciera también.
Se sentaron en una mesa de madera, parecida a una de picnic. Christian, nada más sentarse cogió su mochila fugazmente, para agarrar la merienda. Eran unas bolitas Mochi caseras que hizo su abuela, rellenas de crema de alubia roja y de té verde. ¡Sus favoritos!
Aunque de pequeño no le gustaran nada esos dulces, a medida que observaba como estos eran preparados por su abuela, un amor fraternal se agarró al corazón de Chris, amando cada sabor y textura de las diferentes clases de Mochis que había. Incluso, meses atrás pensó si debía dedicarse a vender Mochis como su abuela en vez de ir a la Universidad y estudiar Ciencias Políticas.
Sonrió al recordar todos los momentos que vivió gracias a esas bolitas esponjosas y dio unas pequeñas palmadas mientras decía: «qué aproveche».
Empezó a comer como si su vida dependiera de ello, ante la atenta mirada de Jake.
—¿Eso no son Mochis? —abrió el paquete de un sándwich de pavo que compró con anterioridad en una máquina expendedora, mirándolo con cierto desagrado.
—Shi qie lo zon. Me encanfan y son de me abuila —habló con la boca llena, degustando, saboreando y masticando esa textura única de su plato favorito, dejando que desear en su pronunciación.
Esa masa blandita, esponjosa, con una textura corriente, pero a la vez única. Con ese relleno que crea un mundo de sabores. ¡Único!
—¿Qué dijiste? No te entendí. —Argumentó confuso Jk.
—Dije que "si que lo son". Me encantan y son de mi abuela".
—¿Te gustan mucho? —Christian asintió.
Al terminar de masticar, habló.
—De hecho, es mi platillo favorito. Por eso también me apodan Mochi.
Al decir esto, recordó cuando conoció al mayor y se sorprendió al saber que su elefantito se llamaba igual.
—A parte de que dicen que soy adorable —frunció el ceño, mirando a la nada, recordando la primera vez que su madre lo apodó así. Ese fue uno de los motivos por los cuales, a Christian, no le gustaban esos dulces—. Pero en realidad, no lo creo así. No creo que sea adorable.
—Nunca me dijiste que te apodaran así, enano —dio una mordida a su triste sándwich.
—Nunca llegó la conversación —se encogió de hombros restándole importancia.
—Nunca llegó la conversación —se encogió de hombros restándole importancia.
—Ya... Pero.... —Jeon prefirió no seguir hablando de ese tema. Pero tras mirar con atención cada detalle del rostro de Christian, no pudo evitar callar—. Yo sí creo que eres adorable, Christian.
El pelirrojo, tras analizar la barbaridad que dejó salir por su boca, abrió los ojos impresionado, fijando su mirada al menor, que dejó de comer para mirarlo fijamente también. El corazón de Jungkook se aceleró y mordió su labio inferior. Nunca creyó que fuera capaz de decir lo que estaba pensando hace mucho tiempo, pero lo hizo. Dijo que Christian era adorable.
Un silencio se hizo presente en ambos, hasta que el carraspeo de la garganta del menor, los sacó de su trance.
—Bu-bueno, sí. Tal vez sí. Emh... Tal vez sea un poco adorable —rió con timidez, mientras se manoseaba la nuca en signo de nerviosismo. La declaración de Jake fue de imprevisto y nadie, a parte de su familia, le habían dicho que era adorable.
Jake suspiró, y tras tomar aire, lo repitió de nuevo, cogiendo todo el valor que tenía. Dejando a parte el miedo.
—Eres la cosa más adorable que he visto, Christian.




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