Jack al final cogió valor en decir lo que llevaba rondando en su cabeza desde que conoció al pequeño, pero nunca creyó que sería capaz de decirlo, de admitirlo. De coger el suficiente valor para declarar indirectamente sus sentimientos. Aunque solo llevasen unos escasos días -más concretamente, medio mes- conociéndose es como si se conocieran de toda la vida.
Christian, al escuchar lo que dijo su hyung* (hermano mayor en coreano), sus mofletes se tornaron de un color carmesí que hacía verlo aún más adorable. Él tenía, además, unas mijitas de Mochi en sus comisuras, y aunque se haya percatado de eso, estaba bloqueado, jugueteando una y otra vez con sus deditos.
No sabía que hacer, ni que decir. Se encontraba con la mente en blanco.
Chim Chim nunca creyó que escuchar decir a alguien que era adorable, le podría causar tales estragos a su corazón. ¿O tal vez era por culpa de Jack? Sentía que estaba en una montaña rusa.
Su respiración se aceleró y sentía una gran felicidad esparcirse por todo su cuerpo. Una parte muy profunda de su ser, tenía esperanzas de que el mayor sintiera lo mismo que él. Un amor inmenso que crece cada día más. Pero tenía miedo, desde que conoció a aquel chico, el miedo a enamorarse crecía considerablemente cada día.
—T-tú también lo eres, hyung —dijo sin mirar a su mayor, con un tono suave y tímido, que a ojos de Jackie, provocó que todos sus pensamientos (o los pocos que quedaban) se pusieran patas arriba.
Jack realmente no entendía lo que sentía en su pecho, no entendía por qué su corazón se aceleraba cada vez que escuchaba la risa de Christian, o cada vez que sentía gran curiosidad en conocer cada momento que ha vivido su amigo. No entendía como una persona lo podía hacer confundir tanto y con tan solo su presencia, darle una felicidad que añoraba desde hacía años. Una paz y serenidad, admiración y respeto inundado en su piel.
Los dos chicos se mantuvieron en silencio más de cinco minutos, hasta que Jack soltó un bufido despertando la curiosidad del menor, que seguía jugando con sus deditos incapaz de alzar la vista para ver a Jeon.
—Nos conocemos desde hace dos semanas y dos días —soltó repentinamente Jungkook, puntualizando con exactitud cuánto tiempo hace que se conocen, provocando que el rubio asintiera dudoso—. Esto debería ser normal.
—¿A... Qué te refieres? —preguntó inseguro Chris, agarrando un pequeño trozo de Mochi. Era lo mejor que se le ocurría hacer.
Seguidamente empezó a darle vueltas en sus dedos mirándolo como si fuera la cosa más exótica que había visto en sus veintiún años de vida.
—Pues eso, debería ser normal... —empezó a hacer círculos en el cielo —. Esto. Es decir, ahg —echó su pelo hacia atrás en signo de frustración, haciendo que Christian riera levemente.
¿Cómo una persona puede ser adorable y sexy al mismo tiempo?
Aunque no entendiera lo que quería trasmitir el pelirrojo, le pareció tierno ese gesto. Además, ver nervioso a su hyung, hacía aún más gracioso y especial este momento. Sin duda, Christian guardará este instante en su memoria.
—Es normal que nos digamos estas cosas. ¿No? —volvió a retomar el habla Jack, intentando explicarse y aclarar la acumulación de sentimientos —. Decirnos lo que pensamos el uno del otro, sin sentir vergüenza. Creo que nos llevamos conociendo bastante tiempo, y no veo nada de extraño decirte que eres tierno —Frunció el ceño, inseguro de si se había aclarado o no.
No tenía que verse extraño que dos chicos trasmitieran sus pensamientos y sentimientos mutuamente. No debería haber miedo entre medias del amor.
—Tienes razón, Jackie. No debería ser extraño —dio la razón, mientras sonreía ampliamente, aliviando a Jack que se veía consternado, dándole un apodo muy tierno que enterneció al mayor.
Christian se sentía reconfortado al escuchar decir eso al pelirrojo; aunque en su interior sabía que lo único extraño era los sentimientos que crecían en su corazón. Y sentir, que, por un casual, el mayor sintiera algo parecido a lo de él lo llevaba a un mundo de arcoíris.
—Así que a partir de ahora, nos contaremos las cosas, ¿vale? —Christian asintió con la cabeza feliz.
—Eso haré, hyung.
Ellos no sabían que su relación empezó a cambiar, ellos no se dieron cuenta que empezaron a aceptarse, y aceptar sus sentimientos. A alejar sus inseguridades y miedos para brindar esperanza y amor en sus vidas.
[...]
Había pasado otra semana más y los chicos ya se conocían desde hace un mes y medio. Por otra parte de la ciudad, se encontraba Tomás trabajando duramente.
—Estoy agotado! —Dijo el peliazabache, cansado de estar horas y horas de trabajo sin poder conseguir nada para una nueva noticia para su periódico.
Decidido, se levantó de su asiento, y cogiendo todas sus cosas, empezó a caminar alrededor de la ciudad para encontrar algún signo de inspiración. Pero era en vano, no había absolutamente nada. Tenía que encontrar algo nuevo, aunque fuera mínimo.
—Disculpe, señor.
Tomás pidió disculpas a un joven malhumorado que pasaba por aquellas calles tan transitadas.
—¿Cómo me has llamado, niñato?
—Disculpe. No fue mi intención, pensé qué eras mayor.
—No importa. Solo quería las disculpas.
—¿Cómo te llamas? —Tomás con una sonrisa cuadrada, preguntó al chico que se encontraba a su lado como era de costumbre para él.
Efectivamente, era demasiado inocente, y para el todas las personas eran sus amigos, aunque no se hayan conocido de nada antes. El joven que tenía el pelo blanco, miró de reojo al más alto, y soltó un bufido.
—Me llamo Yoon. Yoon Min. ¿Satisfecho? —El peli negro sonrió y asintió frenéticamente. Estaba contento de hacer un nuevo amigo.
—¿Y a dónde te diriges? —Sí, definitivamente, era demasiado inocente y curioso.
—Eres muy pesadito, ¿no crees mocoso?
—¡Oye, no creo que nos llevemos tantos años! No me llames mocoso... —Puso un puchero. Se sintió ofendido que su nuevo amigo le insultara.
—Tengo 30 años, creo que es suficiente, ¿no? Dudo que tu llegues a los 23 años.
—Pues tengo 28 años, para tu información. —El peli blanco, abrió los ojos, sorprendido. Realmente no se lo podía creer. Pero en menos de un segundo volvió a su rostro neutral.
Miró el reloj de pulsera que llevaba en su muñeca, y seguidamente miró a Tomás.
—Bueno, debo irme. Hasta luego Kim.
—¡Hasta luego Yooni! —Tomás dio un apodo cariñoso al recién conocido, lo que hizo que se le pusiera los pelos de punta a Yoon, pero prefirió no decir nada más y seguir su camino. Por suerte, no volvería a verlo nunca más.
Al terminar la conversación, Tomás se tranquilizó porque tuvo una corazonada de que se volverían a ver, así que mientras veía como el peli-blanco se iba, el cogió su teléfono móvil y tecleó en su cuaderno de notas “Yoon Min, nuevo amigo. Treinta años”. Tras eso, volvió a guardar el teléfono y siguió su camino en busca de inspiración. Hasta que se paró en una televisión de un escaparate, viendo algo que nunca pensó que pasaría.