Isa
Desperté en el hospital. ¿Qué había pasado?
Ashley estaba sentada en el asiento de al lado de mi cama. Su pierna temblaba sin parar. ¿Qué hacía yo aquí?
Me miró de repente y un suspiro de alivio salió por su boca.
—Isa, estás bien.
Se sentó a mi lado y me estrujó entre sus brazos. Vale… Había pasado algo.
Un fuerte pinchazo en la espalda me atizó con fuerza. Solté un quejido de dolor. Ash se dio cuenta y se apartó, preguntándome si estaba bien. Asentí con la cabeza porque el dolor se fue con rapidez.
—Ha venido Marc. Me dijo que quería entrar y verte, pero le dije que no ya que no te hizo mucha ilusión verlo en la discoteca. No sé si la he cagado.
—No te preocupes, Ash. ¿Qué ha pasado?
—Te encontré medio muerta en la cama. Los médicos dicen que ha sido como un ataque de ansiedad.
—¿Enserio? ¿Cómo fue?
—No lo sé. Me asomé a tu cuarto porque estabas haciendo ruidos muy raros y como no te despertabas te traje aquí.
—Gracias, Ashley.
—El doctor me dijo que solo tenías que reposar unas semanas para tranquilizarte.
—Bien—dije sin pensar. Llamaron a la puerta—. No digas nada.
Le puse la mano en la boca porque tenía intención de decir algo. Los golpes seguían sonando, hasta que escuché un “Joder” y unos pasos se alejaron cada vez más y más. Pero no, el picaporte de la puerta se giró y mi primo entró de una mala hostia flipante.
—¡Joder, Isy! ¡Que susto me has dado! ¿Cómo estás?—se acercó al otro lado de la cama para acariciar mi cara con dulzura, intenté esquivar sus manos, pero no pude porque ahora sí que me dolía todo el cuerpo.
—Yo mejor me voy. Te darán el alta muy pronto, avísame cuando te la den, yo tengo que hacer unos recados.
Mi mejor amiga se fue y le iba a echar la charla después. Marc me miró con tristeza.
—Tu amiga me avisó de que te habías llegado al hospital. No me dejó pasar aquí, pero yo…
—¿Te has quedado aquí toda la noche?
Le miré a los ojos, él desvió la mirada. Creo que ya sabía la respuesta. ¿Por qué siempre es tan dulce y luego me hace sentir mierda? ¿Por qué mi alma se siente bien y mal a la vez? ¿Por qué lo quiero tanto? ¿Por qué?
—No tenías que haberlo hecho. Total, te importo una puta mierda.
—Eso no es verdad, Isy. Me importas y lo sabes.
Lo peor de todo es que me creo sus asquerosas mentiras, que hacen que me sienta bien por un momento, pero segundos después, me sentía gilipollas por poder llegar a pensar que lo que estaba diciendo fuese cierto. Eso era lo que me hacía daño: sus mentiras.
—Prefiero que te largues a casa.
—No, Isy, por favor. Ha venido alguien a verte y quiero que los veas.
—No quiero ver a nadie, y a ti mucho menos.
Se levantó para abrir la puerta y las personas que me dieron la vida entran con la mirada en los pies. Le sigue mi primo pequeño. Vale, ahora sí que me he emocionado.
—Enano…—me levanto de la cama y el pinchazo vuelve, pero lo ignoro completamente igual que a mis padres, ya que el único que me importa aquí es mi primito pequeñín.
Me agacho para estrujarlo entre mis brazos. Él ríe al verme y me rodea por el cuello, apoyando su cabecita en mi hombro. Las lágrimas quieren salir, pero me aguanto ya que no quiero llorar delante de él.
—Mi enano—le froto el pelo.
—Isy—dice mi nombre, y ahí sí que me emociono. La última vez que lo vi, no sabía hablar, y en estos momentos tan duros que lo diga… me emociona.
—¿Cómo está mi enano? ¿Ya has ido al cole?
—Sí.
—Guau, que mayor te estás haciendo. Vente conmigo—extiendo mi mano y entrelaza la suya, enana y adorable. Me siento en la cama y le ayudo a subir para que se siente conmigo. No quería separarme de él. Puedo odiar mucho a su hermano, pero mi enano es mi enano, y es la persona que más quiero en el mundo.
—Isabella—mi madre dice mi nombre. ¿Qué quiere que le diga? ¿Que te quiero mucho? No, cariño, no.
—¿Qué tal el cole? ¿Has hecho amigos?
—Sí.
—Isabella, por favor, no seas una niña—la cara de mi padre lo dice todo.
—Que guay, enano.
—¡Isabella, se acabó!—me grita mi madre, si es que la puedo llamar así. Mi primito se asusta—¿No nos vas a hablar?
—Enano, vete con Marc a por chuches, yo tengo que hablar con los tíos, ¿vale? Luego me cuentas quienes son tus amigos.
Asiente con emoción y se baja él solo de la cama de un salto. Coje la mano de su hermano y se va corriendo, arrastrando a Marc.
Mis padres me miran mal cuando la puerta se cierra. ¿Quieren algo más?
—¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Por qué no os vais a vuestra puta casa en vez de robarme minutos buenos de mi vida?
—Isabella, no empieces.
—¿Que no empiece? ¿Quiénes sois vosotros para decidir por mí? ¡No sois nadie!
—Somos tus padres—dice el señor que se hace llamar papá.
—Yo no tengo padres desde el día en que obligasteis a hacer algo que yo no quería. No sois nadie en mi vida. ¿Sabéis? Tengo una vida muy bonita. Tengo un piso a medias con mi mejor amiga, estoy trabajando para pagarme la universidad, me voy de fiesta todos los fines de semana, tengo amigos que me quieren… ¿Qué más le puede pedir a la vida? Pediría unos padres que me apoyasen en mis decisiones, pero está claro que no los tengo. Pero no pasa nada. Mi amiga es huérfana y es feliz conmigo, con su novio y con sus amigos. Yo también puedo ser así. Así que hacedme un favor, no volváis a aparecer por aquí, ¿vale? No quiero problemas en mi vida.
Se quedaron callados. Cuando iban a decir algo, mi enano entró por la puerta con una bolsa de chuches en la mano. Marc no tenía buena cara. A este le iba a caer otra bien gorda por traer a estos desgraciados.
—Si no os importa, voy a comer chuches con mi enano. Así que largo de aquí.
Mi madre se puso a llorar, pero no me dio ni un poco de pena. Las cosas se piensan antes de hacer cualquier locura. Mi padre se fue como vino, con la cabeza mirando a los pies.