La resolución del problema con la casa trajo un alivio significativo a Marco y a su madre. Aunque la deuda aún tenía que ser saldada, el acuerdo con el banco les daba un respiro y les permitía planificar el futuro sin la presión inmediata del embargo. Luna y Marco encontraron en este proceso una nueva fortaleza en su relación, y el apoyo que le brindó a Marco había consolidado su vínculo de manera profunda.
Con la crisis de la casa aparentemente bajo control, Luna y Marco comenzaron a retomar su vida cotidiana en San Isidro. El verano estaba llegando a su fin, y con ello, el ritmo tranquilo del pueblo se preparaba para la llegada del otoño. Las tardes cálidas empezaban a dar paso a noches más frescas, y el paisaje se transformaba en una paleta de colores dorados y rojizos.
Una tarde, mientras paseaban por el bosque cercano al pueblo, Marco se detuvo repentinamente, señalando hacia una cabaña rústica que había pasado desapercibida hasta entonces.
—Aquí es donde solíamos venir de vez en cuando —dijo Marco, su voz llena de nostalgia—. Mi padre la construyó cuando era joven. Era nuestro refugio.
Luna miró la cabaña, notando su aspecto acogedor y algo desolado. A pesar de su estado algo descuidado, tenía un encanto especial.
—¿Te gustaría mostrarme el interior? —preguntó Luna, curiosa.
Marco asintió, y ambos se acercaron a la cabaña. La puerta chirrió al abrirse, y al entrar, Luna notó cómo el interior estaba lleno de recuerdos: viejas fotos enmarcadas, muebles desgastados por el tiempo, y una estufa de leña que parecía haber sido el corazón del lugar.
—Este lugar solía estar lleno de vida —dijo Marco, caminando por el espacio con una sonrisa melancólica—. Mi padre solía contarme historias frente a la estufa y cocinaba allí. Me gustaría restaurarlo algún día, pero por ahora, se ha convertido en un rincón de recuerdos.
Luna observó a Marco, notando el brillo en sus ojos mientras hablaba de su padre. Decidió que quería hacer algo especial por él.
—¿Te gustaría que trabajáramos en restaurarla juntos? —sugirió Luna, con una sonrisa—. Podría ser un proyecto para el próximo verano, algo en lo que podamos trabajar y crear nuevos recuerdos.
Marco la miró sorprendido, y luego una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Eso sería increíble, Luna. Me encantaría hacerlo. Sería una forma de honrar la memoria de mi padre y de crear algo nuevo juntos.
Pasaron el resto del día explorando la cabaña y hablando de las ideas para su restauración. A medida que trabajaban, Luna y Marco se dieron cuenta de que este proyecto no solo era una forma de mejorar el lugar, sino también una oportunidad para construir un futuro juntos.
El otoño llegó, y con él, el inicio del último año de preparatoria para Luna y Marco. A pesar de las dificultades del verano, ambos estaban ansiosos por enfrentar los desafíos del nuevo ciclo escolar. La relación entre ellos se había fortalecido, y ahora enfrentaban la vida con una nueva perspectiva.
En el primer día de clases, el aire fresco del otoño y las hojas crujientes bajo los pies creaban una atmósfera revitalizante. Luna y Marco caminaban juntos hacia la escuela, sintiéndose renovados y listos para lo que el futuro les deparara.
A medida que avanzaban en el año escolar, su relación continuó desarrollándose. Compartieron risas, proyectos escolares y desafíos, siempre apoyándose mutuamente. Marco empezó a involucrarse más en la comunidad del pueblo, trabajando en pequeños proyectos de restauración y ayudando a su madre con la casa. Luna, por su parte, comenzó a explorar sus propios intereses, participando en actividades extracurriculares y ayudando a organizar eventos escolares.
La cabaña, aunque aún en proceso de restauración, se convirtió en un símbolo de su crecimiento y de los sueños que estaban construyendo juntos. A medida que el año avanzaba, también lo hacía su relación, enfrentando los altibajos con una nueva comprensión y un profundo compromiso.
El último capítulo del año llegó con la graduación. La ceremonia se llevó a cabo en el campo de fútbol de la escuela, rodeada de familias y amigos. Luna y Marco se sentaron juntos, mirando cómo los graduados recibían sus diplomas, sintiendo una mezcla de orgullo y emoción.
—Lo hemos logrado —dijo Marco, tomando la mano de Luna mientras observaban la ceremonia—. Ha sido un año increíble.
—Sí, lo ha sido —respondió Luna, sonriendo—. Y el próximo año será aún mejor. Tenemos muchas cosas por delante, y estoy emocionada por enfrentarlas contigo.
Cuando finalmente fue el turno de Luna y Marco para recibir sus diplomas, se sintieron llenos de esperanza y gratitud. La ceremonia terminó con aplausos y sonrisas, y mientras se dirigían a la celebración posterior, ambos sabían que estaban listos para el futuro.
La graduación marcó el fin de una etapa y el comienzo de otra. Luna y Marco estaban preparados para enfrentar los nuevos desafíos que la vida les presentara, sabiendo que juntos podían superar cualquier cosa. La cabaña restaurada y el amor que habían construido eran testamentos de su crecimiento y de su compromiso mutuo.
Mientras se despedían de sus amigos y familiares al final de la noche, Luna y Marco se tomaron de la mano, mirando las estrellas que brillaban en el cielo. Sabían que el viaje que habían compartido había sido solo el comienzo de una vida llena de posibilidades y aventuras por venir.