Mientras las estrellas te hablen de mí

Capítulo 2

Cuando llegó a casa se aseguró de dejar todas sus cosas en su cuarto antes de bajar a la cocina y prepararse algo para comer. La recibió el silencio absoluto, como siempre, pero con el tiempo aprendió a encontrarlo acogedor, a necesitarlo. Desde que su madre murió hacía casi cuatro años, no había tenido mucha compañía en casa puesto que Marissa era su única familia y por consiguiente ella también la suya. Matías se había convertido en su tutor legal, y tuvo que irse a vivir con él un tiempo, lo cual no fue un problema considerando que él vivía justo enfrente. Sin embargo, era como si Vega tuviese una conexión con esa casa, con el primer lugar al que pudo llamar hogar luego de tantos años de no pertenecer a ninguna parte, no soportaba estar lejos. Todos los días después de la escuela, era aquí donde venía inmediatamente al salir, se pasaba horas en este lugar y volvía a casa de Matías cuando él llegaba del trabajo por las noches. Él jamás cuestionó nada.

 

—Eres tal como ella —solía decir al verla desde la ventana regresar, y eso siempre le había pareció un cumplido increíble. Sabía que no se refería al aspecto físico, Marissa no era su madre y no tenían ningún lazo biológico, pero suponía que era cierto eso de que al pasar tanto tiempo con una persona aprendías un poco a ser como ella. Se te pegaban las manías, los gestos, las formas de hablar... siempre pensó que Matías se refería a eso y jamás hizo más preguntas al respecto. Sabía de sobra que la muerte de su madre había sido un duro golpe para él. Ni siquiera había sido capaz de presentarse al funeral, pero Vega sabía muy bien que él la visitaba todo el tiempo en el cementerio, y a veces, cuando él pensaba que ella no podía oír, lo escuchaba hablándole como si Marissa pudiese escucharlo desde donde sea que estuviese. Ella sabía cuánto la extrañaba, por eso no se sorprendió de que Matías no quisiera mudarse a la casa inmediatamente, este lugar se la recordaba, ella estaba impresa en cada rincón y vivir con eso no era sencillo, especialmente cuando intentabas superarlo y sanar. Incluso para ella fue un alivio estar un par de años fuera, pero al cumplir los dieciocho decidió volver, porque este era su hogar y porque no había lugar en el mundo donde deseaba estar más que allí.

 

Tal vez siempre sería una solitaria, una persona que siente que algo le falta pero no es capaz de decir el qué. Como si hubiese dejado algo pendiente, como si no hubiese cerrado un ciclo, y no lo entendía. Pero, allí se sentía parte de algo, la sensación de alivio que experimentaba siempre al entrar era todo lo que necesitaba. Y después de todo, cuando necesitaba de alguien con quien hablar, siempre tenía a Matías cruzando la calle. Siempre había sido como un padre para ella.

 

Se preparó un sándwich porque no tenía tanta hambre y porque tenía algunos pendientes que hacer referentes a SS y debía ponerse a trabajar en ellos de inmediato. Sería una noche larga.

 

Su celular no había parado de sonar con notificaciones de e-mails de más postulantes. Todavía tenía que revisar los portfolios pero estaba segura de que lo dejaría para mañana. Ya tenía demasiadas cosas que hacer hoy.

 

***

 

Siempre perdía la noción del tiempo cuando se sentaba frente a su computadora y empezaba a trabajar, por lo que no le sorprendió ver que el reloj marcaba las ocho y que afuera ya había oscurecido cuando escuchó el timbre sonar. No le hacía falta preguntarse quién era, la única persona que venía aquí era Matías.

 

Se levantó sin molestarse en minimizar la pantalla, quitarse los lentes especiales que le protegían la vista o arreglarse el cabello. Este era su hábitat natural. Verla de esta forma habría hecho gritar de frustración a su madre, que consideraba la imagen uno de los puntos fuertes de una persona, ella no podía andar por la casa sin traer puesto aunque fuese un toque de labial y el cabello en orden, siempre lucía impresionante. Con el tiempo, Vega había aprendido a ser un poco como ella y adorar arreglarse y mantener un estilo, pero estando en casa y mientras trabajaba, le parecía innecesario.

 

Cuando le abrió la puerta a Matías, este sonrió y se inclinó para darle un abrazo.

 

—¿Qué tal tu día, cariño? —preguntó, cuando ella se hizo a un lado para dejarlo pasar.

 

—¿Sabes que no es necesario que toques, verdad? Tienes una llave. Esta es tu casa, puedes entrar cuando te plazca.

 

Él le restó importancia con un gesto de mano.

 

—Tonterías Vega, esta es tu casa, y es necesario que toque para entrar.

 

—Pero, yo entro en tu casa cada vez que me da la gana. —protestó.

 

—No, eso no es verdad. ¿En serio tendremos esta conversación?

 

Era cierto, la verdad es que ella tampoco se atrevía a disponer de su casa como si fuese la suya. No se sentía cómoda haciéndolo, incluso aunque hubiese vivido un par de años allí. Matías tenía derecho a tener su espacio y privacidad, a tener una vida que no la incluyera por defecto a ella. Sabía que él la adoraba, pero detestaba pensar que quizás él no avanzaba con su vida por preocuparse por ella.




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