Mientras las estrellas te hablen de mí

Capítulo 5

La oficina de Liam Moretti era ostentosa. Tenía una pared entera de cristal donde se apreciaba una vista panorámica de la ciudad, había un ligero aroma maderoso en el ambiente y todos los muebles parecían sacados de una revista. Vega trató de no quedarse mirando a ningún lugar en específico por mucho tiempo, pero se aseguró de estudiar todo el espacio. Le gustaba el escritorio de cristal, y definitivamente le encantaba la vista. Por lo demás, era un poco pretencioso para su gusto.

 

El señor Moretti se encontraba mirando por el ventanal, con los brazos cruzados sobre el pecho. Tenía los hombros anchos y el cabello grisáceo. A Vega siempre le había parecido una versión mucho mayor y corpulenta de Altair. Y como su hijo, él tampoco le agradaba. No se le olvidaba cómo la había visto la primera vez que se conocieron y tampoco sus palabras. De haber podido decidir, jamás habría puesto un pie en este lugar. Pero esto no era por ella, era por Marissa y Matías.

 

—Señor Moretti, la señorita Lovelace está aquí —la anunció Julianne.

 

—Gracias Julianne, puedes retirarte. Oh, y si mi hijo decidió aparecer por fin, dile que lo quiero aquí en este instante.

 

Él se giró y sus ojos grises reflejaron sorpresa cuando vio a Vega. Luego dieron paso al interés. Con un gesto le indicó que tomase asiento frente al escritorio y luego miró a Julianne que se había quedado de pie. Vega podía imaginarse lo que estaría pensando, apenas había podido hacer algo por la discusión que habían tenido afuera, si Altair entraba y la cosa se complicaba, ardería Troya y si Vega se quejaba por el incidente, lo más probable es que le acarreara problemas tanto a Julianne como a Altair. Asintió muy ligeramente, para que solo ella lo percibiera. Estaba bien. No iba a hacer nada en su contra. Julianne soltó el aire y se enderezó, como si de pronto hubiese recordado donde estaba.

 

—Sí, ahora mismo lo llamo. Con permiso.

 

Cuando la puerta se cerró tras ella, Vega sintió una súbita sensación de incomodidad. De pronto tenía ganas de correr. No le gustaba aquel hombre y ni siquiera era capaz de decir por qué. Él tomó asiento y apoyó los hombros sobre el escritorio y una de sus manos en la barbilla, estudiándola por unos segundos. Luego, finalmente habló.

 

—CRYSTVL no me pareció la clase de agencia que está constituida por gente joven, cuando llamé para agendar una cita me prometieron enviarme a la dueña, esperaba a alguien diferente.

 

Antes de que ella pudiese replicar, Altair entró a la oficina. Por alguna razón, eso la hizo relajarse. Era irritante que fuese tan maleducado de entrar sin anunciarse y que ni siquiera tuviese modales para hacerlo, pero de todos modos era mejor tenerlo allí que estar a solas con el hombre.

 

—Ya estoy aquí —informó y se dejó caer de forma descuidada en la silla contigua a la de Vega, la miró de reojo pero eso fue todo lo que hizo para indicar que notaba su presencia.

 

—Media hora tarde —reprochó su padre pero él solo rodó los ojos y se estudió las uñas—. ¿Podrías al menos sentarte bien, Altair? —el chico se hundió más en su silla y el señor Moretti suspiró—. Le ruego que disculpe a mi hijo, señorita Vega. Es un poco impertinente e infantil. Tienes suerte —se dirigió a su hijo de nuevo—, de que la agencia haya mandado a esta niña, al menos no hace falta ser tan formal con ella. Si me hubieses hecho quedar mal con algún alto jefe, entonces ahora mismo estarías recibiendo un castigo.

 

Altair rodó los ojos otra vez. Pero no contestó. Vega se preguntó si en algún momento se había cuestionado por qué estaba ella allí. Él no tenía ni idea de la agencia de su madre, ni de que ella muy pronto estaría al mando.

 

—Veo que no la conoces —murmuró Altair entre dientes. ¿Qué rayos significaba eso? ¿Era un insulto? Tenía que estarse volviendo loca porque no sonaba como uno, al menos no uno dirigido a ella. Su padre lo ignoró y regresó su atención a Vega.

 

—Como le decía señorita, se me informó que recibiría a la dueña de la agencia, de quien por cierto había escuchado maravillas sobre su trabajo y esperaba a alguien diferente. No es que me queje —dijo mirándola de pies a cabeza y deteniéndose más de lo apropiado en sus piernas. Vega se movió incómoda en su silla.

 

—Papá —la voz de Altair sonó como una advertencia y más seria de lo que la había escuchado nunca. Liam Moretti la ignoró por completo.

 

—No es que me queje —continuó—, pero esperaba a alguien diferente. Seguro hubo un error y creo que vamos a tener que posponer la cita. Me disculpo por hacerla perder su tiempo.

 

Vega sonrió paciente. La sonrisa más plástica y forzada que le había tocado esbozar en su vida.

 

—Lo más probable es que usted estuviese esperando a Marissa Lovelace, mi madre —pero llega cuatro años tarde, quiso decirle—. Ella era quien estaba al mando y de quien se hablaba tan bien. Desafortunadamente, ella falleció hace un par de años —de reojo pudo ver cómo Altair se enderezaba en su silla y la miraba con sorpresa, se atrevió a mirarlo y él desvió su vista—. Ahora soy yo quien está al mando, así que no hubo ningún error.




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