Estaba tumbada en la playa, hoy hacía muy bueno por lo que aproveché para ponerme un poco morena y para relajarme y pensar. Ver las olas del mar me tranquilizan, me hacen sentirme en paz, como si nada malo pasara. Es como un bálsamo que me hace olvidarme y evadirme de la realidad.
No estaba muy segura de la decisión que había tomado, no lo estaba en absoluto. No sabía si había hecho lo correcto, y a la persona a la cual pedir consejo ya no estaba conmigo. Y muchas veces por eso me sentía tan insegura de mi misma y de las decisiones que tomaba. Y así me encontraba yo indecisa, pero la decisión ya estaba tomada.
- ¿María? – oigo que alguien me llama y veo acercarse a Natt.
- Dime preciosa – la contesto mientras se me dibuja una sonrisa, es lo que provoca en mí siempre que la veo.
- ¿Volveremos algún día a Madrid? – me pregunta.
- Algún día Natt, algún día – la respondo mientras miro el horizonte.
- ¿Podemos ir al agua? – vuelve a preguntarme mientras se levanta de mi toalla, ya que antes se había sentado.
- Claro, vamos – la contesto sonriendo y cogiéndola la mano para acercarnos hasta la orilla.
Natt y yo pasamos todo el día en la playa y en el agua, jugando y riéndonos. Necesitaba estos momentos, estos momentos que me hacían volver a ser niña, que me hacían dejar de preocuparme por cosas de “adultos” como los llama Natt.
Después de un día largo en la playa llevo a Natt de vuelta casa y yo me vuelvo a la playa otra vez, a mi lugar favorito. Cuando mejor se está es cuando está a punto de anochecer, el sol desapareciendo por el horizonte, la brisa marina azotando mi pelo y el mar estando en calma.
Llevo unos minutos sentada observando el mar cuando me llega un mensaje. Miro de quién es y entonces todos los recuerdos de ayer se me vienen a la mente.
“Flashback”
- Marco, yo… - intento responderle pero mi cabeza no para de dar vueltas.
Veo la decepción y el dolor en su mirada cuando tardo en dar la respuesta a la pregunta que me ha hecho. Le veo agachar la mirada y antes de hacerlo puedo vislumbrar una lagrima caer traviesa por su mejilla. Creo que al guardar este silencio, sabe que me ha perdido.
- ¡A la mierda! – digo de repente.
Me acerco hasta Marco, le cojo la cara con mis dos manos, le hago que levante la mirada y me mire. Esa preciosa mirada que ahora está llena de sufrimiento y de lágrimas. Y no lo dudo ni un instante y le beso. Le beso como nunca antes había besado a nadie. Extrañaba todo de él, pero sus besos… sus besos eran mi perdición.
Al principio no me sigue el beso porque se ha quedado sorprendido, pero después de unos segundos, reacciona y me sigue el beso. Me agarra con sus dos brazos mi cintura y me acerca más hacia él, cosa que creo que es imposible, porque entre los dos no pasa ni una gota de aire, ya que nuestros cuerpos están pegados desde el momento en el que le besé.
Me encantaría seguir con este beso pero por la falta de aire nos tenemos que separar y Marco junta nuestras frentes. Le veo que tiene los ojos cerrados y como yo está intentando calmar su respiración.
- Te quiero Marco – le digo en un susurro y mirándole a los ojos aunque estos están cerrados.
Cuando pronuncio estas palabras, Marco abre los ojos y me mira. Sus ojos vuelven a tener ese brillo especial. Y en su boca se dibuja una sonrisa, una sonrisa que echaba de menos.
- Yo también te quiero María, no sabes cuánto – me dice mientras me vuelve a besar.
Pasamos así unos minutos, besándonos, cuando Marco se separa de mí casi bruscamente. Le miro confusa por su acción, no sé porque ha reaccionado así.
- No me has contestado aun a la pregunta que te he hecho – me dice mirándome serio otra vez.
- Creo que el beso ha sido una buena respuesta, ¿no crees? – le digo mientras sonrío.
- ¿Me das una segunda oportunidad? ¿Sí o no? – me pregunta y sé que quiere estar seguro de la respuesta, quiere oírlo de mi boca.