Habían pasado un par de semanas desde aquella conversación con Marco. No había vuelto a hablar con él, aunque sé que quería. Ha respetado mi decisión, mi tiempo, y se lo agradezco enormemente. Sé que quiso venir al día siguiente de hablar pero le hice prometer a Isco que hiciera todo lo posible porque no viniera. Se estaba jugando su titularidad en el equipo y no quería que por mi culpa perdiera esa oportunidad.
En cuanto a mi situación, tengo que decir que la cosa ha mejorado. Aun sigo recibiendo comentarios en mis redes sociales, comentarios buenos y también malos, pero eso es lo de menos. Desde que dio un comunicado pidiendo a la prensa por favor, que nos dejara de acosar en las puertas del colegio y la Uni, la situación se normalizó. Si que alguna vez me los he encontrado, pero siempre cuando voy sola. Tenía tanto miedo por Natt…
Y ahora. Ahora no tengo ni idea de que es lo que va a pasar. ¿Le quiero? Por supuesto. Pero tengo que mirar no solo por mi bien sino también por el de Natt, ahora somos dos.
Hoy es uno de esos días de noviembre, de esos días donde el frío entra por cada poro de nuestra piel, de esos días despejados y gélidos, un día de esos de abrigarse hasta arriba pero no quedarse en casa.
Y por ese mismo motivo voy rumbo al Sardinero. Os preguntareis que hago aquí, la verdad es que podría estar en un lugar más calentito tomando chocolate. Pero no, a mi amiga Iris solo se le ocurre quedar conmigo a las ocho por el Sardinero.
Cuando llego al lugar en donde hemos encontrado no veo a mi amiga por ninguna parte. Saco el móvil y le mando un mensaje. Al momento me contesta. Por lo visto, a la inteligente de mi amiga, note sé el sarcasmo, le ha apetecido ir a la playa a andar un rato por allí. Así que me dirijo hasta allí.
Llego a la playa y entro, no me descalzo porque hace frío, la busco con la mirada y no la encuentro, por lo que voy a mi lugar en la playa. ¿Por qué allí? Porque es una de las pocas personas a quien se lo he enseñado y porque sé que a Iris le encanta ese lugar.
Después de andar unos minutos por la arena, consigo llegar hasta el lugar. Ahora en invierno es más difícil llegar hasta allí, pero aun así es uno de los lugares más bonitos.
Busco con la mirada a Iris, pero no la encuentro. ¿Dónde se habrá metido esta mujer? Yo ya desisto. Estoy a punto de irme cuando veo una sombra aparecer tras las rocas. Me quedo estática mirando a la persona que tengo en frente.
Al verme su sonrisa se ilumina. Se va acercando a pasos lentos hasta donde me encuentro pero aun así queda mucha distancia por recorrer.
En cuanto le he visto, mi corazón ha comenzado a palpitar con rapidez, mi pulso se ha acelerado, mis piernas se han puesto a temblar. Y es que en el mismo instante en el que lo he visto, supe algo. Supe cuánto lo había echado de menos y ni siquiera me había dado cuenta. Cuánto había extrañado sus besos, sus caricias, su sonrisa, sus ojos, sus abrazos e incluso sus tonterías. Lo había extrañado y mi corazón lo ha sabido en el mismo instante en que apareció ante mis ojos.
Así que soy yo quien avanzo hacia él y no a pasos lentos, sino corriendo. Salto con fuerza y me agarro a su cuello para abrazarle. Y de tanta fuerza, pierde el equilibrio y caemos en la arena. Nos separamos y nos miramos a los ojos, allí en el suelo de la playa con el sonido de mar de fondo, nos fundimos en un largo beso. Un beso en el que expresábamos cuánto nos habíamos echado de menos, cuánto nos necesitábamos el uno al otro, cuánto nos queríamos.
Y es que voy a ser sincera pero no puedo separarme de él, no puedo imaginarme mi vida sin él, ahora mismo no.
Nos incorporamos y en silencio nos quitamos la arena de encima. Le ayudo a quitarse la arena de la espalda. Y cuando quiero darme cuenta hay una manta en el suelo. Tan concentrada estaba en verle que ni me había dado cuenta de la manta en la arena.
Y con el mismo silencio nos sentamos, pero no sin apartar la mirada del uno en el otro, como si temiéramos perder al otro, como si fuera a desaparecer.
- Yo… - intento decirle.
- No hace falta que digas nada – me dice mientras coge mis manos entre las suyas – quise hacer esto desde nuestra última conversación, pero Isco me convenció de que te dejara tiempo – sigue diciendo y yo no puedo evitar sonreír – Sé que necesitas tiempo, sé que todo esto te ha venido de sopetón, que es mucho para asimilar. Sé que tienes que mirar también no solo de tu bienestar sino del de Natt. Pero por favor María, no me dejes, si lo haces no voy a poder superarlo, no quiero perderte, te necesito en mi vida, no soy nada…
- Te amo Marco – le digo para cortarle.
- Sin ti, sin tu sonrisa, sin tu alegría, eres esa luz que necesitaba… Espera ¿qué has dicho? – para de hablar y me mira sorprendido. Yo creo que tenía un monólogo ya estudiado para decirme.