Migami

III.

III.

¿Cómo sabes mi nombre?

 

Los temblores de mi cuerpo. Eso fue lo que sentí cuando me enteré de que alguien se había enterado de mi nombre. Lo peor de todo, un preso. El preso 273. El nombre de Margaret Crawthorn debía mantenerse al margen al igual que el resto del departamento policial. Debía ser invisible si fuese posible. Aunque de hecho, ya no lo era.

Ya no más.

No podía dejar que eso ocurriese. Miles de maneras y nombres nuevos me venían a la cabeza para poder cambiármelo. Todo resultaba exageradamente estúpido, pero nada lo era cuando estabas en una de las prisiones más importantes y peligrosas como lo era en la que trabajaba. “Highway Prison” había sido proclamado como la prisión más segura y despiadada para aquellos criminales tan capaces de destrucción en la sociedad. Todo comenzaba con leves cleptómanos y terminaba con psicópatas que son casi imposibles de raptar y llevarlos de vuelta al psiquiátrico. Al fin de cuentas, todos ellos que se escapan acaban realizando atrocidades. No tenía por qué ser todos. Pero los que acababan aquí sí. Unos eran tratados adecuadamente y no alteraban la sociedad en cuanto a peligrosidad.

Sin embargo, había individuos a los que debíamos pararles los pies por su temible alteración.

— ¿Estás segura de que dijo tu nombre? —me preguntó Cynthia, inquisitiva ante la nueva revelación que acababa de contarle.

—Segurísima—Me mordí el labio, nerviosa. Le di vueltas a mi asiento giratorio y, una vez la paré porque me estaba mareando, la devolví la mirada—. No sé cómo coño lo sabe.

Parpadeé unas cuantas veces porque mi vista daba vueltas como una noria.

«Joder, que mareo. Si es que soy estúpida»

— ¿Estás cien por cien segura que nadie te ha llamado por tu nombre? —insistió la pelinegra.

— ¿Crees que el resto de policías son tan imbéciles para hacer eso? Les podría denunciar si quisiera—farfullé—. Igual, aquí no aceptan policías tan descuidados. Es simplemente casi imposible. No lo veo. Debe ser por otra cosa.

Suspiré y le di vuelta al asunto una y otra vez en mi cabeza.

—Estoy mirando su archivo policial—manifestó mi compañera de pelo azabache corto mientras que leía algo en la pantalla de su ordenador. Me acerqué a ella y observé junto a su cuerpo lo que ponía—. Cheyn Avalor, preso 273. Llegó hace tan solo una semana y parece ser que fue encarcelado por cleptómano de grado medio. No tiene antecedentes de haber sido aprisionado previamente. No parece ser un tío tan fuera de lo normal en comparación con el resto. Sobre todo con el preso 395, que es un psicópata.

— ¿De grado medio? ¿Qué querría un cleptómano de grado medio conmigo? —Negué con la cabeza, sin comprender una mierda.

La chica de cabello corto y ojos oscuros me miró observadora, — ¿Seguro que no le conoces de algún sitio?

Cabeceé en negación.

Me senté de nuevo en mi sitio y añadí, —Esto es surrealista.

Escuché resoplar a mi compañera de trabajo y ambas nos enderezamos cuando el alcaide de la prisión entró por la puerta. El ruido que atronó en la sala no nos estremeció pero sí nos puso en guardia. Nathaniel Kield, nuestro jefe, nos miraba alternativamente hasta que su mirada quedó fija en mí.

Su cuerpo tonificado junto con la camisa blanca y la corbata oscura nos dio la cara. Se visualizaba bastante serio, en ningún caso afligido. Siempre era frío. La rigidez predominaba en su semblante. No sabía si aquello le hacía más atractivo o no. Además de su musculatura, sus ojos castaños detenían un atisbo de sensualidad que había que divisar con mucha profundidad. Su cabello castaño peinado a un lado solo nos decía que él seguía siendo el mismo de siempre.

—Policía número 2—me llamó, sus ojos fijos en los míos celestes—. Debemos hablar, en privado.

Me endereché una vez levantada y me dispuse a seguirle, lanzándole una mirada a Cynthia por el hombro. Ella no comprendía qué es lo que ocurría, aún así, yo estaba a punto de averiguarlo. Me podía hacer una idea de lo que ocurriría sin tener que pensarlo mucho.

Pasamos por pasillos bastante oscuros, en dirección a su oficina en la planta más alta, donde ningún preso tenía la disponibilidad de entrar. Casi todas las puertas se encontraban bloqueadas, y si conseguías traspasarlos y llegar al patio exterior, deberías de averiguar tus poderes contra una corriente eléctrica. Era imposible escapar de allí. Al menos, hasta el momento nadie había conseguido escaparse. Es por esa razón que muchos arrestados se afligen al comprender que la escapatoria no era una opción. Ahora, el preso 273 había conseguido hacerlo a medias. No sé cómo lo hizo para poder pasar por las puertas frontales. La puerta por la que le vi salir tendría que haber estado cerrada.

Había gato encerrado. Bueno, no tan encerrado desde que parecía que había muchos descuidados dejando las jodidas puertas abiertas en una prisión de alta seguridad.

Aquello me puso de mal humor.

Si hubieran cerrado aquella puerta nunca hubiera pasado cerca de la mía; la sala de control de la prisión.

¿O acaso era ese su objetivo? ¿Llamar mi atención?




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