¡Hola! Con los capítulos de hoy marcamos el inicio de la tercera parte de la novela. Espero estén disfrutando la historia hasta ahora.
¡Hasta pronto!
Love,
NG
Capítulo XX:
Donde se cierran las ventanas y dura la libertad:
Lunes, 4 de marzo de 1996. Día cuatro, 5:20 am (110 horas y 40 minutos para el Juicio Final).
Sara entró después de Angel, y lo encontró observando el vestíbulo con ojos desorbitados, la confusión y la sorpresa visibles en su rostro.
-No lo entiendo, debería... -subió la escalera a toda prisa, con Sara tras él, y llegaron al apartamento para encontrarlo igual de vacío. Desorientado, Angel se dejó caer en una silla, llevándose las manos a la cabeza.
-Quizás no ocurrió -sugirió Sara-. Quizás Fábio vio que te marchabas, asumió que ya estabas bien y se fue a casa.
El muchacho negó con la cabeza sin levantar la mirada.
-Sé que pasó, y no pudo haberse ido.
-Quizás no fue tan grave como creías.
Pero Angel volvió a negar, sus hombros temblando por el llanto. Sara hizo ademán de acercarse a él, cuando los golpes a la puerta llamaron su atención. El muchacho estaba de pie un instante después, corriendo a esta como si se le fuera la vida en ello.
Pero la persona al otro lado no era quien esperaba. Bajó los hombros, su expresión se cayó, y asintió seriamente a la mujer mayor que acababa de llegar.
-Angel, te escuché llegar ¿Estás bien?
-¿Pasa algo, Ruth? -Cortó él, su voz seca e impaciente. Nadie podría haber dicho que había estado llorado.
-De hecho, sí -La mujer parecía algo incomoda, y miró al chico con simpatía-. Cielo, algo le ha pasado a tu amigo. Lo encontré esta madrugada, y vine a decirte pero no estabas. Creí que los habían atacado a los dos...
Angel palideció, apartándose de la puerta, y Sara se apresuró en mover la silla para que cayera en esta y no en el suelo.
-¿Se encuentra bien el chico? -preguntó a Ruth, andando hacia ella mientras el rubio, paralizado, observaba nada en particular.
La mujer lo miró de soslayo antes de mirarla a ella.
-Llamé a una ambulancia, se lo llevaron hará una hora. Parece que se cayó por las escaleras. Estaba inconsciente, sangraba por la cabeza. Creo que se había roto algo...
-¿Sabe a dónde se lo llevaron? -Ruth tardó un momento antes de responder.
-Al Royal, creo. Es el que queda más cerca, así que... -calló, mirando nuevamente al muchacho en shock- ¿Segura que él se encuentra bien?
-Está algo afectado por la noticia, pero estará bien -aseguró Sara, tomando el control de la situación- Muchas gracias, por todo.
Ruth asintió.
-Es mi trabajo, dirijo la pensión -una vez más, volvió a mirar a Angel-. Sabes dónde buscarme si me necesitas, tesoro.
-Y lo hará, se lo aseguro -apuró Sara, sonriendo cortésmente, y cerró la puerta tras Ruth cuando se hubo ido-. Bueno, ya la oíste, vamos.
Angel no se movió. Sara suspiró, arrodillándose frente a él, y le golpeó la mejilla con cuidado de no lastimarlo.
-Angel, Angel, despierta.
-Lo hice... -murmuró, incrédulo- En serio lo hice.
Sara frunció el ceño. Segundos antes estaba seguro… ¿Y ahora se sorprendía?
-Está herido por mi culpa.
-Estará bien, vamos -se puso en pie, tirando de sus brazos para que se levantara también-. Iremos al hospital y le explicarás lo que pasó. Si te creyó lo de mi hermana, te creerá esto.
Tiró de él nuevamente, pero Angel apartó las manos, la culpa en su mirada mezclada con miedo.
-¿Y si no quiere verme? -preguntó, su voz queda y vacilante, como la de un niño pequeño- ¿Y si me odia por todo lo que le he hecho, no sólo por lanzarlo por las escaleras, sino por… Todo?
-No eras tú, era el d... La voz, era la voz -replicó ella, condescendiente.
-Pude haberla ignorado, podría haberlo intentado...
Sara estaba a punto de responder, cuando se dio cuenta de algo. Quizás estaba mirando las cosas de la perspectiva equivocada.
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Editado: 07.11.2019