Sábado 27 de febrero:
En la madrugada oí sus pasos largos dentro de la habitación, se acercó a la cama, con toda delicadeza me besó en la mejilla y dejó vivo en mí el regaliz del sabor de su boca.
Luego desperté obnubilado, creyendo que estarías ahí, con una taza de café, leyendo los poemas que te escribí. Cierto, todos esos poemas están en un cajón, añejándose, sin aire, sin sol, sin su musa por las cuales dieron el corazón.