Renata
Me duele la cabeza. Siento un ardor en la garganta propio a cuando has gritado lo suficiente como para que te afecte la voz y parezca que te han mantenido sujetas dos manos en la garganta.
Al removerme en la cama, me encuentro con dos cosas.
Primero: los recuerdos de anoche no se condicen con lo que ha sucedido luego, con el lugar en el que estoy. Recuerdo que terminé con otro hombre, recuerdo que las cosas se pusieron muy picantes y que ese hombre era gay.
Gay y todo, terminamos haciendo cosas en una habitación de un costosísimo motel. Eso sí que no formaba parte de mi expectativa, sobre todo porque jamás había a uno así anteriormente.
Segundo. estoy en mi cama de siempre con Giselle durmiendo a mi lado. En mi apartamento. No sé cómo he llegado acá, luego de la noche de motel, los recuerdos aparecen como relámpagos que oscurecen cada tanto en claroscuros mi vida. Intermitentes luces mostrándome lo que ha pasado.
En cuanto me afirmo de los codos, la muevo a ella quien está profundamente dormida. Me cuesta mucho despertarla hasta que por fin parece conseguir cortar con la baba que está cayendo de su boca y me ensucia la almohada de al lado, en la que antes dormía Kevin, mi novi…
Kevin.
He olvidado quién es, he olvidado lo que hizo conmigo. Durante largo rato perdí totalmente de vista quién es y qué sucedió.
Ella se fue con los amigos de Jonatan. Se fue con los dos.
No sé qué hace acá conmigo.
No sé qué hago en mi apartamento.
Tampoco sé cómo es que llegamos las dos hasta acá.
—¡Gise!—le digo, moviéndola de manera un poco más agresiva hasta que se recompone, tratando de acomodar su campo visual al entorno.
—¿Q-qué rayos…? Hey, borracha. Al fin despiertas.
Su lengua parece pastosa, ya no como la versión anestesiada de ella que anoche hablaba y se sacudía al ritmo de la música, sino otra versión más bien lenta. Como la “bradipsiquia” que catalogan los libros de texto de mi carrera universitaria, el enlentecimiento del pensamiento, el dolor de cabeza y el retraso en las funciones psíquicas mientras permanece el alcohol en sangre, producto de lo propio a lo que todos llaman “una mañana con resaca”.
—¿Borracha yo? Te bebiste hasta los restos de los tragos de los demás, anoche. —Al hacer el esfuerzo por repasar mentalmente lo sucedido, añado—. O eso creo.
—La diferencia es que yo tengo mayor tolerancia, estoy más acostumbrada a beber. Tú perdiste el control hasta que te desapareciste con Jonatan.
—Y tú te fuiste con sus dos amigos.
—No me desvíes el foco, estábamos hablando de ti.
—Al final supiste que ellos no son gays, esa es la diferencia.
—¿No? ¿Entonces tú qué hiciste con Jonatan, jugar a las muñecas?
—E…él… Y yo.
Recuerdo sus besos.
Sus manos.
Sus dedos aferrándose a mis caderas y su carne enterrándose en mi flor. A menos que haya sido todo producto de un sueño.
¡No!
¡No ha sido un sueño!
Parpadeo, sorprendida y la sujeto de un brazo:
—¿Qué sucedió?—le pido saber.
—Él te trajo hasta acá. Yo estaba en el coche pasándola de lo lindo hasta que tu mejor amiga gay comenzó a llamar con toda la furia a mis muchachos hasta que le atendieron y tuvimos que salir a buscarte.
—¿Buscarme a mí?
—Estabas desmayada en el coche de él.
—O sea, dormida. Es lo mismo. Respondías, pero parecías completamente drogada. ¿Probaste drogas?
—¡Por supuesto que no!
—¿Segura? ¿Y por ahí abajo? —Señala mi rosa.
Niego con la cabeza y la empujo. Se sujeta, pero la tiro de la cama sin querer.
—¡Oye!—me dice.
Se pone de pie y se marea un poco.
—¡Claro que no me he drogado!—le suelto, segura de mis palabras.
—Tranquila, cariño. Suele suceder, a todo el mundo le pasa alguna vez.
—¿El qué?
—Acostarte con alguien estando borracha.
—¡No…!—Es imposible. No puedo negarlo. Sí que sucedió—. Un momento… Jonatan y yo… Pero solo era un juego. A él no le gustan las chicas.
—¿Te lo hizo o no te lo hizo?
—No lo entiendes, ambos estábamos borrachos.
—Yo lo vi. Yo estaba borracha, tú lo estabas. Pero él, puedo asegurarte que no. Y que tiene un coche fenomenal, ¿ese tipo es millonario?
—N…No lo sé. El coche era de película, sí, pero no le pregunté si era millonario. Me dijo que tenía un negocio con amigos, nada más.
—Qué importa, lo que estoy segura es que ni el rico de Ronnie ni ninguno de sus amigos era realmente gay.
—Le llamó el ex novio a Jonatan.
—¿Segura que era un hombre?
Cielo santo.
No, no estoy segura. De hecho, al comienzo pensaba que era una mujer quien le había llamado, pero luego me conformé con su explicación.
Hasta que cedí del todo y me entregué a él.
—Gise—insisto y la miro a los ojos con sorpresa. La sostengo de la mano y, con el corazón en un puño, le reconozco—. Creo que ninguno de los tres era gay, al final. Y también sospecho que Jonatan…puede que esté en pareja.
—Ay, amiga. Tu usaron para ponerle los cachos a otra tipa, descuida, lo entiendo. Me ha pasado más de una vez, ¿recuerdas a Kenny? Estaba con esa chica de la relación poliamorosa…
—No lo entiendes. Jonatan NO es gay. ¿Me mintió…?
—Morbosa del demonio, ¡te excitaba pensar que era gay!
—N…No lo sé.
No era eso lo que me encendía.
No realmente.
Era él.
Es muy atractivo y maravilloso…
…ahora ha desaparecido de mí.
Y no sé si le volveré a ver.
¿Se llamaba así realmente, al menos? ¿Volverá a ir al doctor Guillén? ¿Por qué me mintió si lo que buscaba desde el comienzo era acostarse conmigo?
—Amiga—insiste ella—. No tienes nada de qué preocuparte ni sentirte culpable. Solo te pido saber una cosa. Una cosa nada más… ¿Recuerdas si usaron protección?